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Vendejo y La Cigal

De Bendueños a Vendejo:
de Santa María,
a San Martín o a San Roque

Entre las montañas astures y las montañas cántabras

De paso por la región cántabra, encontramos el pueblo de Vendejo: conjunto de casas a la falda de La Peña Cigal, que se extiende por todo un conjunto calizo, muy propicio a la escalada por la abrupta pendiente de las rocas; no por casualidad, en el mismo cerco de peñas que preside Peña Sagra. En el origen de la palabra, misma etimología que Bendueños: tal vez, indoeuropeo, divinidad Vindos (la Luz Solar), latinizada en Vindos Dominus, Vindonnus (el Señor Dios), Bendueños; o en Vindiculum (perteneciente al Dios Sol), Vendejo por evolución normal cántabra.

En definitiva, una vez más el lenguaje toponímico nos inclina a pensar en una misma relación remota entre dos poblamientos levantados de forma casi simétrica a uno y al otro lado del Mons Vindius: un conjunto montañoso extendido entre ambas regiones, muy lejos de la pretendida localización puntual en Peña Santa; más bien, todo un monte que va de oriente a occidente, por lo menos, desde Peña Sagra a Peña Ubiña. Muchas coincidencias, como iremos viendo, entre los dos pueblos, a las que sumar otras como Lebeña, Liébana y similares.

Una divinidad prerromana traducida a otra precristiana, cristiana...

En el camino a Caloca, poco más arriba, se levanta la capilla de San Roque, justo al paso de la calzada romana que venía de las tierras de Palencia; relativamente bien conservada hoy en las pedreras. Se da la circunstancia de que el paraje que circunda la ermita -conjunto de varias fincas- se llama San Martín, supuesta reducción de San Martín de Armada; segundo componente, armada, en el lenguaje de los alimañeros: lugar de trampas -fosos, cercos, pozos lobales, loberas- al paso de los lobos y animales salvajes, muy frecuente por este punto del valle, obligados por la peña.

No obstante, la referencia remota puede ser la misma: San Martín se considera en relación con el culto a la divinidad Marte, protectora de los rayos y las tormentas; patrón, por tanto, de la salud; y San Roque, protector de las enfermedades y las pestes, con el perro que le lamía las llagas.

El paraje ya paleuropeo, preindoeuropeo, que late en Caloca, sobre Vendejo

Caminando por el lenguaje toponímico, el nombre de Vendejo no está solo: poco más arriba, siguiendo el curso del arroyo, está Caloca; tal vez, en relación con la raíz preindoeuropea *kar-, *kal- ('piedra, roca'), tan frecuente en el léxico común y toponímico. Un nombre, por tanto, anterior al de la divinidad indoeuropea: una posible convivencia, sucesión, de culturas en un mismo espacio geográfico, que habrían terminado por separarse, dejando sus disputas talladas en los nombres. La memoria de los mayores pudiera conservar aquellos orígenes de ambos pueblos.

Porque, casi siempre, debajo de una leyenda, suele haber una desdibujada realidad histórica, por remota que resulta y poco documentada en vestigios a la vista o enterrados en el suelo. Según la voz oral de los lugareños, en el desaparecido poblamiento de San Martín de Armada se trataba de una antigua aldea hoy desaparecida, con una arraigada leyenda: que los vecinos del mítico lugar se peleaban con frecuencia, de modo que terminaron por separarse; tres se fueron hacia arriba, a Caloca; y 2 se fueron hacia abajo, a Vendejo.

Así dieron lugar al nacimiento de los dos pueblos, al tiempo que desaparecía para siempre el poblamiento único de los desavenidos. También se dice que los pobladores procedían de las cuevas habitadas en la peña, como en La Cueva los Moros: larga, profunda, misteriosa oquedad en la caliza, con algunas leyendas ya muy desdibujadas. O La Cueva los Suervos...

La Peña Cigal sobre estos parajes y pueblos: en el léxico indoeuropeo también

Sobre el pequeño valle de San Martín y su ermita se levanta la gran teña caliza de La Cigal, tal vez en referencia a la raíz indoeuropea, *sek-w- (cortar), origen del mismo latín saxum (piedra); la raíz *sek-, *sik-, *seg-, iría adquiriendo los sentidos de 'roca, monte, montaña', primero; y luego 'río que desciende de la montaña'; para terminar en alternacia fónica con Ceg-, Cig-, de donde tantos lugares con esta base (Sigala, Cigala, Sigüeya, Cegoñal...).

La Peña Cigal era muy observada por los nativos del pueblo, pues en unas circunstancias anunciaba lluvia, como dice la copla:

Cuando la peña Cigal
pone la toca -la niebla-,
pueblecito de Vendejo
luego se moja.

Resonancias, estridencias y plegarias en días de tormentas, una vez más

La peña Cigal es muy propicia a especiales resonancias de los truenos y los rayos en las tormentas: en los días de curia del ganado entre aquellas pendientes más escarpadas, los zagales pasaban verdadero miedo pegados a cualquier recoveco hasta que se mitigara el susto; no solían caer rayos, chispas, pero los sonidos retumbaban aterradores entre las rocas y los valles por ambos lados -nos cuenta Eloy con nítida memoria su infancia pastoril.

Entre los vecinos de entonces queda el recuerdo de la intensidad del pánico que los llevaba a realizar ciertas plegarias y rezos cuando los sorprencián las tormentas al descubierto entre las peñas. La más frecuente era aquella de:

Santa Bárbara bendita,
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita,
líbranos de la centella
y del rayo mal parado

Con un dicho popular muy arraigado:

"El que no teme a una nube,
no teme a Dios"

Otras precauciones tomaban los vecinos cuando escuchaban los truenos en la peña y veían los relámpagos deslumbrantes alrededor. Por ejemplo, si estaban en casa, encendían una vela para alejar la tormmenta. Y si estaban en el campo, los segadores dejaban de segar, con el cuidado de colocar la guadaña en posición horizontal, nunca con la parte más aguda hacia arriba; mejor, hacia abajo, de modo que no pudiera atraer los rayos.

El mismo campanario y la cruz de la iglesia del pueblo -la de San Miguel- están orientados justo mirando a la gran peña Cigal. Una vez más, se da la misma circunstancia que en tantos otros pueblos: los rayos no caen ni en la iglesia ni en las casas del pueblo; con tanta estrategia previsora se había levantado el poblamiento.

Unos poblamientos estratégicamente situados bajo las calizas

Y la prueba está a la vista: las calizas están llenas de cortes producidos por las chispas en zonas de coloración más ferruginosa, rojiza, amarillenta..., donde habrá algo de mineral. En cambio, en el pueblo, no se recuerda ni una chispa, ni un rayo... Bien seguros estaban los nativos, tal vez a medias confiados entre sus plegarias y la inteligencia de sus mayores al levantar el poblamiento, quién sabe cuándo atrás...

Eloy bien recuerda al cura Desiderio, muy aficionado al estudio y las costumbres de la zona; a su vez, amigo personal de Eutimio Martino, investigador de la historia y la toponimia prerromana por las vertientes cántabra y leonesa al tiempo. Los tres recorrían en su tiempo estas montañas en busca de vestigios cultuales y culturales en su conjunto.

Las coincidencias

Muchas coincidencias se dan entre Vendejo y Bendueños, como ocurre también en otros poblamientos levantados a la falda de unas peñas castigadas por los estruendos de las tormentas, las chispas, las estridencias de los relámpagos. Siempre con una divinidad protectora de los cielos, aunque sea de origen sucesivo en el tiempo, caso de Taranes -Ponga-, en referencia al dios Taranis, considerado ya del culto celta. En todos los casos, la peña sirve de pararrayos

a) El nombre: Vendejo y Bendueños.

  • Vendejo. Indoeuropeo, Vindos ('blanco, la luz solar'), *vindiculum (en relación con la divinidad blanca, la luz del cielo necesaria para la salud)

  • Bendueños. Indoeuropeo, Vindos ('blanco, la luz solar'), Vindus Dominus, Vindonnus (el Señor Dios, la divinidad celeste protectora de la salud).

b) La posición de los pueblos bajo las peñas, las calizas

  • Vendejo. A la falda de La Peña Cigal, y frente a Peña Sagra: la peña sagrada.

  • Bendueños. A la falda de La Peñasca Xuviles, y en el mismo valle que preside Peña Ubiña.

c) El culto a una misma divinidad protectora de la salud

  • Vendejo. Bajo las peñas que más impresionaban por los truenos, los relámpagos y los rayos en las tormentas, que tanto miedo causaban en los pobladores del contorno; siempre con las plegarias mirando a las peñas para pedir la protección divina.

  • Bendueños. Los nativos rogaban en sus rezos que todos los rayos cayeran sobre La Peñasca Xuviles -con mineral de hierro en las rocas-, de forma que no alcanzaran ni a los pobladores en las casas, ni a los ganados en las cuadras. Y nunca cayeron en el pueblo.

d) Las sucesivas traducciones cristianas

  • Vendejo. Desde Vindos se iría pasando a Marte (divinidad protectora frente a las guerras, frente a las iras de los cielos...); luego a San Martín, cristianización evidente; y luego a San Roque, con la actualización sucesiva del santoral, y la especialización del Santu en las enfermedades más propias de la época (las lepras, las pestes...).

  • Bendueños. Desde Vindonnus se fue pasando a Santa María, la Madre protectora de la salud, como en otros tantos casos de las vírgenes tan invocadas para las distintas enfermedades por toda la toponimia -hagiotoponimia- asturiana.

Para concluir

En fin, los paralelismos entre ambos pueblos, cántabro y asturiano, ofrecen pocas dudas mirando a las dos peñas, casi estasiados desde ambos poblamientos actuales, bastante bien conservados y relativamente habitados. Muy gratas palabras para los vecinos que los siguen habitando, pues gracias a ellos y a ellas podemos seguir nosotros tejiendo esa historia interna de los poblados y los nombres, que muy poco o nunca llegaron a las crónicas y documentos escritos medievales, ni más modernos luego.

Mucho deseamos que la memoria y amabilidad de Eloy -y familia-, ganadero nativo de su pueblo cántabro, siga tan lúcida por muchos años. Un auténtico documento oral tan necesario en estos tiempos.

Muchas coincidencias más allá, a uno y otro lado de Los Picos

Otros paralelismos seguiremos cotejando entre estos pueblos a uno y otro lado de Los Picos de Europa: más al oriente, los cántabros; más al occidente, los asturianos. Serían los casos de Santa María de Lebeña -también entre peñas y no lejos de Peña Sagra-, Santo Toribio de Liébana..., en sus orígenes consagrado a San Martín también, no por casualidad. Todos ellos se diría que desmontan definitivamente la localización tradicional del Monte Vindio reducida sólo a Peña Santa.

En consecuencia, a juzgar por el lenguaje toponímico, no cuadra el supuesto más divulgado: todo hace pensar que la divinidad solar estaba extendida mucho más allá de una peña concreta y de una interpretación exclusivamente cristianizante. La vida cultual y cultural de estas montañas no comenzó ni con Roma ni con la Iglesia: a la vista está reluciente entre las peñas...


Santo Toribio de Liébana

Información bibliográfica:

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