Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

"Cuando hayáis cortado el último árbol;
cuando hayáis secado el último río;
cuando hayáis quemado el último bosque...;
entonces os daréis cuenta
de que el dinero no se come".

(dice aquella previsora sentencia)


(foto de Javier Blanco)

Fotos de paisajes diversos:
por Javier Blanco.


(foto de Javier Blanco)

Algunas de estas fotos
fueron expuestas y premiadas
en distintos concursos fotográficos
con motivos diversos.
(Muy reducidas en resolución para la web,
por razones evidentes).

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(foto de Javier Blanco)

La vida que florece

La afición de Javi Blanco a las tierras quirosanas revolotea, sobre todo, en esas vistas panorámicas tomadas desde cualquier ladera del valle que divise las peñas de su pueblo y de sus cordales circundantes. La vida comienza a sosechar entre las flores de los machaos, mientras los últimos neveros se esfuman entre las distancias caberas y cimeras de las calizas que se dirían colgadas de las mismas nubes.


(foto de Javier Blanco)

En otras ocasiones, resuena el misterio de las simas entre las rocas y los boscajes impenetrables en ciertas épocas del año. La mirada del caminante escruta previsora desde los altos, antes de aventurarse por el silencio umbroso durante unas cuantas horas. El murmullo bucólico a la falda de las brañas, en ocasiones con sus ríos y cascadas a rebosar.


(foto de Javier Blanco)

El contraste del mosaico entre las calizas blanquecinas de las palazanas y los hayedos de verde intenso a rebosar. El tiempo marcado en la distancia caliza por los neveros que mayean ya casi camino de los cielos.


(foto de Javier Blanco)

El silencio milenario de los cordales

No faltan en el autor las vistas del mediodía en la cumbre del cordal, cuando todo el azul del cielo sestea bucólico en el techao de cualquier cabana. Y con el refrán tallado en la distancia, todavía transparente para aviso de los vaqueros: "Cielo empedriáu, cuarenta y ocho horas y ta moyáu".


(foto de Javier Blanco)

La estrategia de las iglesias parroquiales en la ladera: conocedor de la función pasada que desempeñaban las iglesias frente al poblado y las fincas de semar, Javi Blanco contempla desde el tsugar el texu milenario junto al lugar de culto que preside y controla peñas, cumbres, vaguadas, morteras, castañeros, valles.... Taban las iglesias bien situás... Sería por algo.


(foto de Javier Blanco)

El letargo invernal bajo las nieves

El aroma florido que las espineras esparcen sobre la braña en torno a la cabaña: ya en primavera tardía, los machaos del puerto florecen parejos al ramaje del arbolado, a la espera de los ganados en busca del frescor del estío. El ganao xube al puerto, cuando las fuechas -matizan los ganaderos.


(foto de Javier Blanco)

La nieve es otra de las aficiones fotográficas de Javi Blanco, en evidente contigüidad ecológica con aquel entorno quirosano que lleva en la retina desde la infancia. Como símbolo novedoso cada invierno (cuando nieva en el invierno, claro), gusta el autor de contemplar los cordales relucientes desde los picachos cimeros: y subiendo a patita ladera arriba, por supuesto. Valor doblado de la foto.


(foto de Javier Blanco)

Entre carámpanos y xelos

Los montes lenenses, en contraste con los azules cristalizados bajo un sol todavía congelado en pleno invierno, son objeto de atención frecuente del autor. El contraste de las sombras tras las horas del mediodía queda al aveseo en ese boscaje deshojado bajo la explanada de estas brañas, en unos meses todavía con el sol naciente del año en sus comienzos.


(foto de Javier Blanco)

Los xelos, los carámpanos, las cristaleras tapecías por la ventisca cristalizada tras la noche, los aleros nevados por muchos días mirando al norte, las zonas esnevias del techao que da al sur..., son otros tantos detalles anhelados en la memoria de cualquier invierno de los de antes: aquellos inviernos cuando aún eran blancos por unos meses... Quedan las fotos para sentirlos en las pestañas, en las vidayas.... Para soñar con ellos sobre la almohada blanca.


(foto de Javier Blanco)

Y los espacios dormidos, sustitutos ahora de la vida más bulliciosa del verano: a falta de cabanas, se abren y se cierran ventanas, pistas, laderas empinadas, brisas..., para saborear los aires de la braña.


(foto de Javier Blanco)

La fauna que resiste los rigores de los altos

El pensamiento invernal de los pueblos del valle, hurtado en la invernada. O el de las peñas y los puertos, cuando el fotógrafo se decide a salir al monte aún en plena invernada, y pisar con cuidado la nieve crujiente; o escuchar la dirección del viento, por si algún susurro trajera de la vida del bosque en pleno invierno.


(foto de Javier Blanco)

La vida que sigue latiendo en el invierno bajo la nevá: abidules semidoblados, peornos doblegados al peso de los copos cristalinos, urcias, gorbizos y gorbizas, érgumas, carquexas, fresnos y fresnas, cafresnos y cafresnas, mostachas...


(foto de Javier Blanco)

Y bajo todos ellos y ellas, al calor tibio de las raíces y de las peñas, la vida animal que ha de sobrevivir al invierno: rapiegos y rapiegas, robezos y robezas, ratones, furones, golpeyas, fuínas, caracoles, chimiacos...


(foto de Javier Blanco)

Los cinco sentidos siempre despiertos entre los vientos

Difícil el arte de la foto a la caza de la imagen de los rebecos: un robizu, una robiza despistaos en la caliar..., resulta suelo vano. Casi imposible sorprender a estos inteligentes animalitos de las peñas, siempre con las antenas de los cinco sentidos encendidas a las cuatro direcciones de los vientos. Antes de estar encima, ya te sienten, te huelen, saborean el viento que viene de tus pasos sigilosos, te ven antes que tú a ellos.

Por esto, la foto siempre estará en movimiento. Resulta difícil la imagen nítida, el movimiento detenido en la silueta recortada sin fisuras saltando de peña en peña, o ladera arriba o abajo.

Los nombres de los parajes, con esos ecos bulliciosos que se pierden en los tiempos

Una vez más, la afición fotográfica de Javi Blanco por la peripecia en pleno invierno y en la altura, recoge la perspespectiva del silencio bullicioso en la vaguada pastoril a media ladera: las cuadras del ganado, las fuentes para el agua al mediodía, algunas ramas verdes para compensar las yerbas secas del pesebre, las xebes esnevias que rozan los ganados para refrescar el calor invernizo del establo. La vida ganadera que tampoco se detiene con los fríos de enero arriba.


(foto de Javier Blanco)

O el silencio sacro de una campa: la ermita que rodean espineras, encinas, piedras..., discretamente vigilantes sobre el valle. Justo sobre La Cobertoria: la palabra toponímica que recuerda las coberteras de los enterramientos megalíticos de los altos del Aramo; esos dólmenes y túmulos documentados que todavía sobreviven entre la indiferencia y las zarzas de aquellas alturas. En el descenso de los nativos para la colonización de los valles, bajaron también consigo la palabra Cobertoria. Tal vez, de ahí, un primer asentamiento castreño y funerario en el saliente de La Campa. Finalmente, la cristianización del recinto en el monumento actual.


(foto de Javier Blanco)

Los juegos de las luces y las sombras

Y otros muchos temas de las andanzas de Javier más allá de estas montañas asturianas. Con la misma técnica en la combinación de luces, sombras, tamaños, perspectivas, distancias..., se recortan en el horizonte las siluetas palaciegas, que contrastan con la inmensidad del cielo gris, el brillo plateado de las aguas del río, y la farola inmediata al par de la cámara de fotos. La perspectiva siempre: pues todo se ha de ver según cómo y desde dónde se mire.


(foto de Javier Blanco)

La vida que vio el fotógrafo bastante más allá de estas montañas

Con el detalle africano de estos peregrinos sobre el asfalto: el esfuerzo en la pendiente, la perspectiva incierta que oculta la curva en el recodo de la carretera, la yerba calcinada bajo los pies, la inmensidad de la aventura colgada de un par de ruedas sobre el asfalto. Y los hatajos en el portabultos como recuerdos de un pasado hacia el futuro incierto.


(foto de Javier Blanco)

La decisión de los caminantes frente al horizonte rectilíneo que marcan las curvas del camino.La vida que fluye tantas veces sólo en blanco y negro. Y mirando al suelo: el horizonte, demasiado lejano y grisáceo. Con los pies en el suelo: ni siquiera pedaleando sobre la bicicleta. La pista del supuesto (imaginado) progreso, en cambio, amplia.


(foto de Javier Blanco)

O aquella otra fauna, tan lejana y divergente

O el guepardo con la panza llena tras la caza. La tarea diaria desde que rompe el alba: buscar, sin ser buscado; comer, sin ser comido. Ver sin ser visto. En la penumbra si es posible. Al cobijo de las yerbas y ramajes protectores. Erguirse lo justo para no recortar siluetas ni sospechas en la distancia. Estudiar el entorno al detalle desde la aurora al crepúsculo en cualquier parte.


(foto de Javier Blanco)

O aquel cachorro semidormido en el silencio herboso y suculento del Serengeti: tal vez recuerde al final de la otoñada en la senda que ha de retomar en la vuelta, tras el agotamiento de los pastizales sólo sobejanos por un tiempo. Tal vez sueña el león que ni el reinado permanece en colores, espacios, formas, sentidos, direcciones.... Las sendas doradas del Serengeti.


(foto de Javier Blanco)

Y, en fin, unos cazadores junto a su cabaña en un receso de la jornada. La cultura de la caza en esta vida obligada que fluye a su ritmo precario en ciertas regiones africanas.

e-mail: javier_lindes@yahoo.es

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Xulio Concepción Suárez