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"Ya todo el horizonte se levanta
contra la noche. Yérguese violento
el monte todo como un movimiento
rapaz, que los espacios agiganta.

El cielo todo se levanta y canta
y los humanos cantan en el viento.
Son multitudes. Cantan el portento:
¡Somos la luz que sólo es ya garganta! .

¡Somos la luz, la luz que vibra y crea
cuando en la luz nos es! ¡Reinen colores
embriagadores, y la dicha sea!

¡Somos colores, somos pobladores
de la vida en colores redentores,
y el tacto palpe y la pupila vea".
(de Humanos en el alba).

.

Carlos Bousoño:
estudio y antología poética

Santiago Fortuño Llorens
Real Instiiuto de Estudios Asturianos
Oviedo 2015

Presentación del libro y homenaje al escritor,
con lectura de una selección de poemas

En el acto intervendrán, además del autor,
Ruth Bousoño
Alejandro Duque Amusco

Día: 3 de diciembre
Hora: 19:30
Lugar: Plaza de Porlier, nº 9, 1ª planta. Oviedo

A) El autor de la Antología:

Santiago Fortuño Llorens es catedrático de la Universitat Jaume I de Castelló de La Plana, Dep. de Filologia i Cultures Europees - Literatura Española. Es autor de unos cuantos libros y artículos, tal como se expone en el apartado correspondiente de su currículum en la página de la Universidad, que se puede consultar. Y, sobre todo, es un gran especialista en la poesía de Carlos Bousoño, lo mismo que en toda la trayectoria de corrientes europeas de los últimos siglos.

B) Resumen del estudio antológico:

  1. La introducción del autor: consta de 82 páginas muy documentadas, en las que hace un análisis de la personalidad literaria de Carlos Bousoño en la poesía de su tiempo. A continuación, se centra en el estudio concreto de 9 de sus poemarios, que va comentando de forma didáctica y amena, acompañando sus valoraciones con notas a pie de página.

  2. El estilo didáctico de la Antología. De esta forma, los textos de Bousoño, siempre simbólicos, un poco (o bastante) metafísicos a veces, trascendentes otras, se vuelven más asequibles al lector medio, a un nivel estudiantil, de lectores menos especializados, incluso. No ocurre con frecuencia en todas las antologías. Destaca la abundancia de ejemplos paisajísticos que comenta Santiago Fortuño, con una implicación específica de los cinco sentidos en la lectura (imágenes sonoras, visuales, táctiles...).

  3. Una introducción, por tanto, muy didáctica, tan necesaria hoy en los nuevos planes de lectura por los centros escolares en sus diversos niveles. Las referencias bibliográficas van alfabetizadas al final de la introducción.

  4. La selección poética de la Antología: consta de una sucesión de poemas variables en número por apartados, en los que el autor ejemplifica los 9 libros seleccionados, con los temas más recurrentes en Bousoño (la infancia, la tristeza, el amor, el paisaje, la palabra, la música, la mujer, las estaciones del año, el tiempo que fluye, el sueño, la muerte...).

  5. Con todo ello, la poesía, siempre más o menos abstracta de Carlos Bousoño, se vuelve bastante más cercana y accesible en la lectura de Santiago Fortuño. El libro ahora publicado aporta, por ello, una novedosa selección temática y estilística, muy útil a cualquier lector con gusto por el estilo cuidado y la preocupación un poco existencial de la vida. Con la vuelta a aquel tipo de poesía vigente unas décadas atrás, el autor asturiano de Boal, casi siempre fuera de su tierra, se puede volver un poco más cercano. No es fácil el lenguaje de estos poetas: pero ahí están los especialistas por el medio.

  6. Tal vez, ahora tenemos la oportunidad de comprobar esa interacción constante del contenido real y la tranformación literaria universal (virtual) que construyen los grandes poetas. Hasta dónde el paisaje de la infancia y juventud de una experiencia vivida se proyecta en el paisaje puramente litarario, lejos de su pueblo, de sus primeros pasos rurales, y de su terruño concreto. Dónde termina el contendio glocal y dónde empieza el más global. Ahí estuvo siempre ese realismo, tantas veces a medias entre lo mágico y lo fantástico, que late en los mejores versos y prosas de nuestra literatura de siempre.

    En fin, la Antología presente, con esa amena didáctica y el saber especializado de Santiago Fortuño, es una buena oportunidad para entender un poco mejor la relación vida y obra, escritura y vida -que también decia José Luis Sampedro. Desde los latidos más arraigados que dejaron sus huellas en la memoria de Bousoño, leeremos con más sentido (y con más sentidos implicados) sus versos cargados de esencia y existencia.

    "Ese germen temático y expresivo fue en mí resultado de la personalísima biografía que hube de protagonizar. […] Pero conozco, en cambio, en mí, probablemente en relación con esa ignorada zona de mi vida, de mi situación familiar entre 1933, fecha de muerte de mi madre, y 1942, en que murió la vieja tía abuela bajo cuya vigilancia y cuidado hube de permanecer al quedar huérfano. El carácter de mi tía (y, no por supuesto, sus prendas morales) y el género de vida a que, a causa de su edad,  me sometió, me hicieron vivir entre esas fechas, o sea, entre mis 10 y 19 años, en una angustia incesante, en una extraña sensación de agonía y no ser, que había de sellar la forma interior de mi persona” (C. Bousoño, Antología poética. 1976. p. 19).

C) Palabras previas -tan precisas y preclaras- de Santiago Fortuño en la presentación del libro

Sr. Director del Real Instituto de Estudios Asturianos, don Ramón Rodríguez Álvarez, doña Ruth Bousoño, don Alejandro Duque Amusco, don Xulio Concepción, señoras y señores.

   Mis primeras palabras son de agradecimiento a esta Institución por su invitación a este acto y por la aceptación, en su día, del estudio y antología poética de Carlos Bousoño que hoy presentamos. Gracias extensivas a la secretaria general del RIDEA, doña Inés Ibáñez y al presidente de la Comisión de Literatura de la misma, don Xulio Concepción, por su amabilidad y buen hacer, en todo momento, en la gestión de esta publicación.

Para mí, castellonense, Asturias ha representado una provincia y comunidad épicas en su historia, casi diría legendaria, peculiar en su paisaje, noble en el carácter de sus habitantes y culta -específicamente literaria- y un principado benefactor y generoso en sus premios y galardones. Además, Asturias dio a la provincia de Castellón uno de sus gobernadores militares y políticos en 1847, a la par que literato eximio, cual fue Don Ramón de Campoamor, sin olvidar el nacimiento del Conde de Noroña, Gaspar Mª. de Nava Álvarez de las Asturias, poeta, militar y diplomático, en la ciudad de la Plana en 1760.

Vine hace ahora muchos años a Oviedo en pos de los personajes y lugares de La Regenta. Debo adelantar que es una de las novelas que más he estudiado y he hecho leer en los largos años de mi carrera docente. Afirmo con convicción ante mis alumnos que esta novela sobre Vetusta debemos leerla, recorriendo sus calles y visitando sus edificios. Rastreé escenas de algunos de los capítulos de la novela de Clarín que, sentado, leí en uno de los bancos de enfrente de su catedral y el último capítulo de la misma en la capilla de esta, seducido por su verosimilitud realista, documentalismo social y psicología de sus personajes.

Si el peregrino de Quevedo buscaba a Roma en Roma y no la hallaba, debo confesar que yo sí reconocí la sombra del magistral en un canónigo que atravesaba la plaza y que, luego, me observó con cierta suspicacia, en la entrada en la sacristía cuando, novela en mano, le rogué visitar la misma. Además, casualidades de la vida, buscando la biblioteca de esta institución, subí a su primer piso, en el que esta tarde nos encontramos.

Conocí personalmente a Carlos Bousoño el día 27 de febrero de 1981, pocos días del golpe de estado en el Congreso de Madrid. En su casa de entonces en la calle Reyes Magos me atendió, a petición mía, para ultimar mi tesis doctoral sobre su obra poética. Anteriormente ya había resuelto por teléfono algunas cuestiones sobre la misma y siempre acompañó sus aclaraciones con sencillez y amabilidad. Un año después, la revista de referencia Cuadernos del Norte, de la Caja de Ahorros de Asturias, publicó mis primeros trabajos sobre el poeta de Boal.

Ya en enero de 1998, le invitamos a impartir una conferencia en el Ateneo de Castellón, con motivo del centenario de la homónima generación literaria. Su faceta de sabio se dio a conocer inmediatamente. Recuerdo que la conversación, en el trayecto de ida y vuelta al aeropuerto de Valencia, versó sobre poesía, afirmando que lo que más le había acuciado en su vida fue el escribir un gran poema. Ni más ni menos.

Tras compartir con ustedes estos entrañables recuerdos, paso a comentar algunos aspectos de la obra que hoy presentamos.  Carlos Bousoño: estudio y antología  poética consta de la presentación del director del RIDEA y el prólogo de la esposa de Carlos, Ruth; de un estudio introductorio subdividido en “Carlos Bousoño en su tiempo” y un “Análisis histórico-descriptivo de toda poesía de Carlos Bousoño”, seguidos de una selección de la obra poética de Carlos Bousoño desde su primer libro Subida al Amor (1945) a El martillo en el yunque (1996), cuya composición fue objeto, dos años más tarde, de una edición revisada por el propio autor en 1998 bajo el significativo título de Primavera de la muerte, que había dado ya nombre a su segundo libro en 1946, y que recoge una de las ideas básicas y fundamentales de su producción poética, encabezada por estos versos de arte menor, sentenciosos y abarcadores de su propia cosmovisión “Toda mi verdad”:

Fue en la claridad
donde comprendiste
tu media verdad.

Y la otra mitad
la reconociste
en la oscuridad.
En el negror más hondo. Allí estuviste.

En otras palabras, la claridad sagrada y la sombra por la constatación de la muerte.

Quisiera señalar la importancia del prólogo de Ruth Bousoño, esposa de Carlos, en este estudio y antología. El director del RIDEA, don Ramón Rodríguez, en su presentación, tras reconocer la influencia de los estudios y la lírica de Bousoño en sus años universitarios, lo valora de “riguroso prólogo, que desvela datos hasta ahora desconocidos, que despertarán sin duda gran interés”.

Resulta, creo, la aportación más importante sobre Bousoño en su relación con Asturias y Oviedo, un trabajo a tener muy en cuenta, en el que desvela vivencias personalísimas, así como sociales y locales del poeta asturiano, en los años treinta y cuarenta, que ayudan a conocer la personalidad de Carlos (“la verdadera patria del hombre es la infancia, según el poeta austríaco Rainer Mª. Rilke), y también suministra datos -llamémosla memoria intrahistórica- de una parte significativa de Boal y Oviedo en sus lugares, acontecimientos y personas. 

Dos facetas se dan al unísono en Carlos Bousoño, la de poeta y teórico de la literatura. Admirable y metafóricamente, Alejandro Duque, aquí presente, lo denominó compositor de su propia poesía, intérprete de Aleixandre y otros poetas afines y director, por sus estudios, de teoría literaria. Por lo que respecta a la poesía de Carlos Bousoño, marcadamente existencialista, es reiterante en la plasmación de sus temas: la vida, aunque precaria, debe ser celebrada y vivida; el tiempo observado, pues, bifrontemente con la muerte agazapada; la invocación a la realidad, única trascendentalidad sobreviviente, conformada con un mensaje ético ante la vida y la poesía como salvación de ésta.

Nos encontramos ante una voz poética que, aunque la historia literaria la sitúa en la primera década de la posguerra española, recorre las diversas etapas de esta (existencialista, del conocimiento, del lenguaje, y se adentra en la denominada poesía de los novísimos), y que además abandera las corrientes más jóvenes y experimentalistas (“puente de distintas promociones de escritores”, destacó el jurado al concederle el premio Príncipe de Asturias en 1995) como la metapoesía y el culturalismo de los años sesenta y setenta, es decir, la preocupación por el análisis del texto poético en el mismo y la proyección de su estado psíquico y emocional en el poema mediante personajes y realidades pertenecientes al mundo del arte, pues Metáfora del desafuero (1988) presenta  “La palabra poética como expresión de la vida y a la reflexión sobre la belleza como forma de salvación. […] La belleza es una forma que produce en nosotros una impresión de eternidad” (El País, 23-X-1988) Lo que no empece el empleo  del humor, la ironía y la paradoja de raigambre barroca.

Los premios a la obra de Bousoño se sucedieron: el Nacional de ensayo en 1978 por El irracionalismo poético; el de la Crítica por Oda en la ceniza  y Las monedas contra la losa en 1968 y 1974 respectivamente; en 1990 por Metáfora del desafuero  “por su  voluntad de exploración, por su sintonía con lo último y por haber marchado siempre a la cabeza de generaciones posteriores” y el muy prestigioso Premio Príncipe de Asturias junto a la Medalla de Oro del Principado de Asturias el 2001. 

El objetivo principal del libro Carlos Bousoño: estudio y antología poética fue a dar a conocer la figura de este poeta asturiano pero universal en su momento literario y posibilitar la lectura de algunos, más de cien, de sus poemas.

Carlos Bousoño ha sido, además, el teórico y crítico español de la literatura más reconocido de la segunda parte del siglo XX, comparable a Wellek y Eliot en el mundo anglosajón. Sus versos corren paralelos a sus estudios de la expresión poética como el irracionalismo, el simbolismo y el surrealismo. Representa “la conjugación eminente de una línea de creación poética y reflexión teórica que ha marcado nuestra literatura”.

A partir de Oda en la ceniza (1968) (advirtamos de nuevo el juego entre ambos términos símbolos de exaltación y muerte) la poesía bousoñiana es intensificadora, minuciosa, reiterativa, morosa y prolija. Sus versos fluyen largos y dislocados, en una espiral de imágenes expansivas y lúdicas. Muchos de los títulos de sus poemas adoptan un carácter ensayístico – el ensayo como metáfora, dirá L.A. de Villena- y de conversación mediante la visualización y simbolismo de las ideas expuestas. Una poesía que descubre el valor de la vida y de ahí considera ésta como sorpresa y belleza. La belleza y el arte como elementos salvadores y consoladores de la desolación humana. De ahí la invitación de Carlos Bousoño, hoy presente en su obra, a entonar con él una de sus Odas a la alegría:

“No cantaré, no, la tristeza
no puedo, no, no he de cantarla,
sino alegría que me sube,
y en una ola me arrebata.       

Muchas gracias.

D) El prólogo muy oportuno de Ruth Bosoño para la reconstrucción del mensaje poético del autor (en construcción...).

"La madre de Carlos fue la artífice -desde la distancia a la que la obligaba su enfermedad- de la espléndida formación intelectual y vital que recibió Carlos. Hasta tal punto tuvo una visión clara de quién era su hijo que lo puso a estudiar solfeo y piano con dos profesoras, algo que no hizo con el hermano de Carlos. Y, quizá intuyendo que podía dejar huérfanos a sus hijos, siendo aún pequeños, le pidió a su hermana sor María que quisiera más a Carlos: «Tienes que querer más a Carlitos, porque es un niño muy sensible». Así me lo dijo Carlos, y así me lo confirmó sor María en Gordejuela el día en que me hizo un análisis muy detallado -y acertado- de cada uno de los miembros de su familia, tanto de sangre como política. Maruja, como la llamaba su familia, era una mujer de inteligencia muy aguda y de un talento musical considerable -llegó a cantar con el célebre barítono cordobés Marcos Redondo-, y, según Carlos, tenía un talento innato para la creación literaria en prosa. Fue, según este, quien lo cobijó en los momentos de angustia por su terrorífica convivencia con su tía abuela. Las estancias de Carlos en Gordejuela le proporcionaban la alegría y felicidad que le permitían sobrellevar la «Noche oscura del alma» que supuso Manuela para él.

La huella de Manuela fue muy alargada en la personalidad de Carlos. Mientras su familia se mantuvo cohesionada, fue un niño que sentía un goce muy grande durante las fiestas convencionales: la Navidad, el día de su santo, igual que el de cada uno de los miembros de su familia -así como el de sus amigos-, eran siempre ocasión para el regocijo. Pero el adulto que surgió de la larguísima convivencia traumática con su tía abuela ya había dejado de creer en todo lo que había perdido con la desintegración de su familia. El Carlos que yo conocí -cuando él ya tenía cincuenta años- no ocultaba su desdén hacia los convencionalismos sociales en los que aún creía una jovencita que acababa de cruzar el umbral de la adolescencia, como era mi caso entonces. Al morir su abuela ya no hubo dinero para regalos, y Carlos y su hermano se tuvieron que construir, desde entonces, los soldaditos con los que jugaban"
(Prólogo de Ruth Bousoño, p. 32) .

E) Valoración de la obra de Bousoño, por Alejandro Duque Amusco (en construcción...).