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«Pero, ¿sabes?, la piedra seguía allí, en lo más alto y solitario del monte». «¿Qué piedra, padre?» «La de la soledad y la muerte.» Algo sobrecogido insistí: «¿ Qué pasa con esa piedra, padre?» «Éramos todos tan probes en el pueblo, tantos los guajes y tanta la miseria que cuando un mayor se hacía muy viejo y no podía ayudar a las tareas ni valerse, se le llevaba a esa piedra y se le dejaba morir. Una boca y una responsabilidad menos.»

Le miré asombrado. «No melo creo, padre.» «Puedes creerlo; es la verdad. Era costumbre que venía de generaciones, en todas las familias de esos pueblos. Por eso, a veces, coincidían varios ancianos en el abandono. Pero la piedra era grande y había sitio de sobra"
(Joaquín Barrero, de La niebla herida)

ANEXO. Muchos tipos de paisaxes: sin olvidar el que producen los páxaros, pues los páxaros son paisaje también

Al contemplar cualquier paisaje, rural o urbano, marino o terrestre, costero o montañero, algo resulta evidente en la retina: cada componente a la vista se diría que está relacionado con el todo; que cada parte depende del conjunto; y que el conjunto llegó a estar así por la evolución de cada parte.

Cuando había más tierras sembradas, más praos segados, más rebaños de ganados en los montes, había menos incendios. En tiempos sin esta plaga de pesticidas, herbicias..., los páxaros animaban el paisaje desde el alba hasta el crepúsculo. Y hasta con la noche incluida en parte.

Sirva el ejemplo del paisaje musical de los páxaros que contemplamos hoy y el que escuchaban nuestros güelos unas décadas atrás. Muchas razones tenían y, en parte siguen teniendo, los lugareños para considerar los páxaros componentes imprescindibles del paisaje de los pueblos, en la montaña, sobre todo.

Pero también en la ciudad, por supuesto, o sobre las mismas costas del mar. Los páxaros son para los lugareños parte de la familia social: no sólo los distinguen por sus nombres, sino que hasta los identifican por el lugar de los nidos, por los merodeos en torno a la casa, a la corralada, a las cuadras, a las cabañas... Los páxaros son paisaje y son familia: un léxico y toponimia abundantes lo atestiguan.

Por esto, los nativos ya escuchan los páxaros desde que rompe al alba hasta que anochece y se duermen todos, unos y otros. Y los observan desde la primavera al invierno otra vez. Pero, sobre todo, los respetan, aunque en ocasiones tengan que defender sus reciellas y polleradas de las garras de algunos más depredadores. O tuvieran que cazar algunos para sobrevivir a veces: perdices, sobre todo.

Porque los lugareños sabían, tenían que respetar los páxaros por muchas razones:

  • anuncian el día: los paxarinos cantan al amanecer, al romper el alba; y ya por el tono, la insistencia, calculan los lugareños el estado de cada amanecer, más o menos claro, nublado, alegre, lluvioso, frío, triste... Y ya calculan un poco hasta el día que puede hacer en adelante;

  • presagian cambios del clima: por ejemplo, cuando las chovas bajan en invierno sobre los pueblos, dicen que el lugar donde se posen en bandada, marca la línea hasta donde va a bajar la nieve;

  • anuncian nieve en breve, como las xarricas: "xarriquinas pe los portales, nieve nos cordales;

  • anuncian la primavera: cuando llegan los bandos de golondrinas y vencejos, llega el tiempo primaveral y termina el frío;

  • anucnian el otoño: cuando empiezan a emigrar algunas especies, va terminando calor del verano;

  • son recurso didáctico: los páxaros aparecen en los refranes, canciones, mitos, leyendas, símbolos religiosos, xuegos, adivinanzas, cuentos con sus moralejas correspondientes; el cuervo y la zorra...;

  • son recurso expresivo: se usan para romper una conversación a medias entre la seriedad y el humor: "díxome a mí un paxarín...";

  • son recurso para el desarrollo de los sentidos: los guajes buscaban nieles, dónde los situaba cada especie, tenían la ilusión de ver los güevos, cómo iban creciendo los polluelos, cuándo salían a volar...;

  • se buscaba un equilibrio para la convivencia con los páxaros en aquellos escasos medios rurales de entonces: el famosu espantapáxaros es un buen ejemplo; no había venenos, plagicidas...

En fin, los páxaros siempre formaron parte imprescindible del paisaje: son paisaje. Los mismos lugareños lamentan hoy el silencio de las caleyas, de las tierras de semar, de los hayedos, de las xebes y zarzales... Muchas teorías sobre causas y consecuencias, pero el paisaxe será otru sin páxaros; o con tan pocos páxaros pa contalo ya...

Porque el paisaxe, con tantos insecticidas, tordón..., y herbicidas similares per xardinitos, terracinas y praos en sin segar..., muy tristemente, ya ye otru.