" Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.Se morirán aquellos que me amaron,
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico..."
(Juan Ramón Jiménez)
HERÍAS
ERÍAS, IRÍAS
(II)
Los cambios de los tiempos, con los vestigios medievales documentados también
de procesión,
como diban tiempu atrás:
el sentu, las muyeres,
los mozacos y mozacas
con la güela..., delante;
el cura, en medio,
el gaitiru y tamboretiru,
los homes..., detrás...Desde las últimas décadas del s. XX, sobre todo, se vienen transformando los pueblos rurales, con la abundancia de materiales al servicio y a discreción de cualquiera en tantos caso. El dato pudiera hacer reflexionar a muchos y a muchas: hay que transformar los pueblos, pero no destruirlos en su entorno original, por pocos lugareños que vayan quedando con los años. Diversos pueblos de montaña fueron terminando así con aquel entorno cultural y cultual construido con los siglos por sus nativos o allegados.
Y en los pueblos de montaña cabemos muchos y muchas: pero hace falta que siga siendo un pueblo en su montaña, claro. Para algo está la Etnografía, la Etnohistoria, la Etnobotánica, la Etnogeografía, la Etnolingüística... Entre la globalización y la glocalización hay espacio para todos, si se sabe compartir. La técnica del cemento a discreción es tan facilona a corto plazo como destructora y contaminante de inmediato también, si no se hace con las condicines adecuadas a cada terreno. Pero vende votos, por supuesto.
Pues con las zonas verdes revocadas, ya no se filtran las aguas, ni oxigena el casco urbano entre las casas
De paso por muchos pueblos, saltan a la vista -hieren- espacios que distorsionan el casco habitado de un paraje en la montaña: revocadas las praderas de uso comunal, tapadas con cemento las zonas verdes que eran de todos, el casco habitado se convierte en sistema ecológico inerte, muerto; las aguas que bajan del monte no se filtran, no riegan, no las absorbe el subsuelo del pueblo.
Esas aguas canalizadas por caminos de cemento (sin alcantarillas, sin sumideros, sin rejillas...) bajarán desde los montes aturulladas en las torrenteras, y pasarán de largo hacia los castañeros o hacia los portales de las casas que topen de paso con las prisas; convertirán los caminos en regueros por unas horas; siempre serían necesarias las flores gayasperas al pie de presas y pareones; los árboles y arbustos por las xebes divisorias..., para absorber poco a poco el agua de las lluvias, evitando inundaciones innecesarias.
Abonados sólo con cemento, pocos y pocas especies vivas lograrán tsevantar cabeza... Ya ni espacios de resguardo queda para los sapos: a penas se les oye ya cantar en primavera, anunciando el cambiu del tiempu...
madre y fíu: to un exemplu de atención,
y ante la puerta la ilesia'l pueblu;;
espacio de las sepulturas,
hoy bajo el cemento
Mejor un sistema natural, conservado en lo posible
Porque el sistema natural de cualquier espacio está integrado en cada contorno concreto: como en una red, como entre las piezas de un reló, cuando se rompe un elemento o varios, algo habrá que no funciona. O se rompe el sistema entero. En otro caso, al ritmo estacional del año, se van tejiendo esos mosaicos primaverales que sobreviven en algunos pueblos de montaña, con sus flores y sus tonos tan variados, cuando pueden acumular agua y vida sus raíces a lo largo del otoño y del invierno. Ya lo decían los indios cris de Canadá:
"Cuando hayáis talado
el último árbol,
cuando hayáis matado
el último animal,
cuando hayáis contaminado
el último río,
os daréis cuenta de que
el dinero no se come"
Vivir del medio, sin m ás recursos que el ingenio de sus mentes y sus manosPues tampoco podrá levantar cabeza ya mucho más, a la luz de la luna o las estrellas, todo ese mundillo de bichitos que anima la noche en busca de otros bichitos y desperdicios; y al tiempo que sanean las caleyas y oxigenan la tierra como hicieron miles de años; o animan el pueblu bajo la luz de la luna y las estrellas con sus murmullos y sus cantos. Ni tendrá un centímetro cuadrado de tierra la luciérnaga (la tsuciérnaga de siempre) para iluminar el silencio de una noche a nuestros pasos. Se van haciendo realidad también en algunos pueblos de montaña aquellas palabras de Seattle, siglo y medio después:
"... ni hay sitio donde escuchar
cómo se abren las hojas
de los árboles en primavera
o cómo aletean los insectos...
Y, después de todo
¿para qué sirve la vida
si el hombre no puede escuchar
el grito solitario del chotacabras
ni las discusiones nocturnas
de las ranas al borde de un estanque?"
Año de 1175, bien a la vista en la pared exterior del pórtico de la iglesia
Una vez más, predar (usar lo justo) no es depredar (abusar, arrasar)...
En fin, se pueden (se deben) transformar los pueblos, pero también se pueden (se deben) hacer las obras según el contexto natural y social que lo define: de forma adecuada, sostenible, respetuosa con los vecinos, glocal (lo global ya va incluido en lo glocal, lo dice la palabra).
Hay pueblos de montaña mejorados con desagües, alcantarillas, enrejados para las torrenteras, cunetas..., pedreras, asfalto en algunos puntos, cemento donde es imprescindible, rampas que salvan los patinazos del barro..., praderas, espacios verdes para las margaritas de abril...
Eso es transformar, predar; lo demás es depredar. Así lo entienden algunos y así lo procuran practicar; menos mal. Habría que dejar algo libre, comunal, para los que vengan detrás: a nadie le faltará un metro cuadrado para enterrar sus güesos; o un simple y precioso canturrial cimeru (un simple penescu), donde esparcer sus cenizas....
la antigua estructura del conjunto
de casas agrupadas en torno
a la iglesia medieval del pueblo (1175);
posibles viviendas monacales primitivas;
pocos metros más abajo
quedan los restos difusos en el terreno,
vestigios diversos y dispersos,
y algunos documentos escritos
del Monasterio de Santolaya
(Departamento de Historia Medieval,
Universidad de Oviedo).
Ni mejor, ni peor, pero vivir en un pueblo no es vivir en la ciudad (lo dice el diccionario más elemental)
En otro caso, de forma tan contaminante, arribarán en un pueblo las prisas por llegar al coche en día de lluvia, las hierbas que salpican de rocío los zapatitos brillantes, el barro que hace patinar el vehículo y mancha la carrocería recién abrillantada, el traslado (la traducción) del uso urbano (urbanita) al pueblo de montaña...
Y así, las prisas, las ideas trastocadas (tracamundiás, vamos) terminarán con todo un rico patrimonio popular, incluido el entorno de unas iglesias parroquiales, tan respetadas tiempo atrás por mayores, medianos y menores, creyeran, o no, en ellas. Fueran, o no, a misa: el entorno social de la iglesia'l pueblu es mucho más que dir a misa... Eso sólo es una parte de la película. La otra parte, la educación más enraizada, siempre estaba viva.
El caso es que para vivir como en la ciudad ya está la ciudad: de cajón, vamos... (a este paso pronto se venderán helaos calientes, helaos a la parrilla, al microondas...). El mundo al revés. Y cada casita se verá adornada con su piscinita particular, alimentada con el agua de todos y todas (no todo es cuestión de poder pagarla...). En fin, que vivir en un pueblo no es vivir en la ciudad: de cajón, vamos. ¡Qué lejos quedan ya aquellas preciosas palabras del poeta Pedro Salinas!:
"Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!"
(dibujo de Pily, 1990)
Una iglesia de un poblado es algo más (mucho más) que un edificio pa rezar o dir a misa...
En el caso de Herías, las pruebas están a la vista, si se escucha a los lugareños mayores: o si se lee la fecha de 1175, justo a la entrada del pórtico. Lo mismo que en el entorno de la Iglesia de Bendueños, la de Campomanes y otras, esta costumbre de los enterramientos era generalizada: las tumbas estaban en el exterior inmediato de la iglesia parroquial (se aprecia hoy en la vecina región gallega perfectamente). Las plazas de las iglesias son la memoria de los vecinos y vecinas del poblamiento.
Los vestigios eran visibles en la Iglesia de Herías: en la parte izquierda de la entrada principal, por el camino que sale hacia Traselgortón, hay varias piedras plantadas en sentido longitudinal (bien visibles, pero muy a ras de tierra ya) que los lugareños siempre consideraron sepulturas antiguas, por lo que nunca nadie se atrevió a cavar allí, remover tierra, hacer obras etc.
Por todo ello, la iglesia parroquial de un pueblu suponía -y, en parte, así sigue siendo- un lugar social: el espacio comunal donde los vecinos y vecinas se reunían, con ocasiones diversas, para la comunicación personal, familiar, en unos tiempos con tan escasos recursos técnicos o algo parecidos; se reunían no sólo para ir a misa, sino para tantas ocasiones: entierros, esquisas, romerías...
Hasta mercados semanales se hacían por el verano en la Plaza la Ilesia, cuando los vaqueros bajaban semanalmente a por su comida para la cabaña -la carraca-, pero aprovechaban para bajar de paso algunos productos que vender a la salida de misa: unos gochinos de camá, unos pollos nacidos en la braña... A misa, y a compartir también para sobrevivir. Función, por tanto, verdaderamente sagrada la de una iglesia en un pueblo: reunir, convivir, compartir, comunicar, socializar...; la misma palabra religión: etimología lat. religio, re-ligare (unir, ligar, reunir).
gaitiru y tamboretiru (Cundo y Canor):
dos artistas leneses muy populares
con el arte de sus tonos y sus deos,
tantos años animando la fiesta'l pueblu.
Entelailesia:
lo que fue un bucólico y precioso espacio verde, siempre tan topaeru alreor de las corras pa vecinos y forasteros; siempre tan entrañable entre camino y camino, o entre pedrera y pedrera; con su par de acacias centenarias presidiendo el escenario; con sus manojos de flores a rebosar en tantas épocas del año; con el verdor intenso de la pradera en contraste con el ocre terroso de los caminos; lugar comunitario de tantas esquisas vecinales....
También podría ocurrir que a mayor información, menor destrucción
La historia menor de un pueblo está, en parte, en algunos libros también (las lecturas, los documentos, los archivos...), pero eso ya es pedir demasiado en estos tiempos, claro. Incluso hay algunos datos hasta en interné. Pero, sobre todo, ¿para qué estarán los lugareños que aún sobreviven en los pueblos, esa voz no-libresca transmitida de tiempo en tiempo, de milenio en milenio?
Que, por cierto y así aproximadamente, el saber popular (de unos u otros temas) se viene transmitiendo a viva voz desde hace entre 20.000 y 30.000 años, dicen algunos antropólogos, etnolingüistas, estudiosos de esa silenciosa evolución cultural humana, traducida al lenguaje hasta estos mismos días, ahora digitalizados del dosmil.
Más aún, en opinión de Arsuaga y sus investigadores de Atapuerca, desde que se descubrió el fuego y se llevó al hogar (al tsar del suelu), se pusieron las primeras piedras para la construcción oral de la creatividad por la palabra: la leyenda, el mito, el rito, el culto... Sólo van sobre el millón doscientos mil años... (pues sí, 1.200.000 años de información oral).
La cultura no comenzó ayer, como parecen ignorar quienes tanto desprecian el valor de la palabra oral, más allá del culto a la letra impresa (con poco más de cuatro días, vamos...), manipulada, tergiversada, tantas veces, con apariencia de verdad (hasta en tiempo real, que se dice ahora). En el principio fue el Verbo..., que dicen los escritos antiguos. La palabra sagrada de un paisano o una paisana de antes, claro.
Porque, efectivamente, cuando las cosas no están (ni podían estar) en los libros, o al alcance de todos y todas..., habrá que buscarlas en algún sitio... A mayor información, podría haber más conservación, menor depredación... Más educación verbal, sin ir más lejos.
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El amarillo intenso de la primavera:
el diente de león
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Para ir terminando
En fin, la historia de un pueblo, por pequeño que sea (y bien que les pese a algunos/as) no comenzó ayer: nunca partimos de cero. Algunos y algunas disfrutarían con que sus pueblecitos de recreo (su segunda residencia fin de semana, y, a ser posible, por la semana también...) no tuvieran historia: que fueran ellos los primeros posesores. Los primeros depredadores en su caso.
Pero nunca fue así: cada paisaje habitado tiene su más o menos larga historia, por rústica que sea. Fueron muchos y muchas (miles, sin duda) los que durante siglos, milenios, fueron construyendo el pueblo, sus caleyas, sus tierras de semar, con las que vivieron (o malvivieron), pero que, en todo caso, nos las dejaron para seguir disfrutando como espacio rural en la sonora soledad de las montañas.
Muchas informaciones laten en la memoria de cualquier poblamiento rural, recogidas tantas veces sólo en la voz oral (antes no había ordenatas, ni siquiera papel y pluma al alcance de todos). Muchas coplas y versiones orales hablan de unos tiempos en que todos y todas habrían de convivir en los pueblos, y entre unos pueblos y sus vecinos, porque había que vivir del medio. Aunque nunca faltaron (ni faltan) las trampas, los engaños, la falsedad mutuamente consentida en connivencia disimulada, como bien recuerda Lazarillo de Tormes:
"-Lázaro: engañado me has. Juraré yo a Dios que has comido tú las uvas de a tres.
-No comí -dije yo-; mas, ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el sagacísimo ciego:
-¿Sabes en qué veo que las comiste de a tres? En que comía yo dos a dos y callabas"
Dibujo de José Luis Benito
Y porque nunca tendríamos que partir de cero...
Eran los tiempos de compartir lo que había: para la mayoría, poco; pero era lo que podían compartir. Eran los tiempos de los encuentros por los caminos, por las cuadras, o por las cabanas, en las idas y venidas a las brañas; era la vida diaria acordada en las esquisas, en la colaboración por las estaferias, en las andechas, en los trabajos comunales..., con mejor o peor ceño.
Era la ilusión porque llegara la fiesta anual del pueblu, para estrenar unos zapatos, adornar las caleyas con flores y espadanas, comer postre en la comida, chocolate pa merendar... Era la ilusión por lo que había alrededor: no había más. Incluso, emigrando a otros países, se seguía pensando en el paisaje del pueblu.
Pero, sobre todo, eran los tiempos de la comunicación sin más: lo que son las paradojas... (a mayores medios, hoy, mayor incomunicación). Y así fueron nuestros antepasados progresando, para que nosotros disfrutemos (a veces tan irresponsablemente) lo que tantos sudores y lágrimas les costó a ellos conseguir (cabañas en piedra, praderas impecables, mayadas, pareones alineados, caminos empedrados, pomaradas centenarias, cerezales insertás, tierras de semar, castañeros limpios de maleza, casas rurales en madera y piedra, brañas...).
Dibujo de José Luis Benito
"Madre Tierra debe ser tratada con cariño
Ella nos da la vida, no la riegues con veneno
porque, si ella muere, muero, aquí moriremos todos.
Aún no se dieron cuenta, somos lo que comemos.
Vaya panda de alelados, que bajo su sombrero
son tan pobres que sólo tienen dinero".
(Vandana Shiva).
Dibujo de José Luis Benito
Simplemente, porque el paisaje no es de nadie, nadie tiene el derecho a apropiárselo como si fuera a vivir en él eternamente
A ver cómo dejamos nosotros todo este paisaje trabajado a los que vengan detrás... Por ello (y para ello), en muchos casos habría que ser más respetuosos con el entorno de los pueblos; y avanzar sin destruir alegremente lo que nada nos costó a nosotros (y a nosotras) conseguir: nos lo dejaron gratis.
Tal vez por eso, porque a algunos (y a algunas) nada les costó conseguirlo, en nada lo valoran, nada les importa su función etnográfica en el tiempo; y hasta lo recubren con cemento, colorinos y plásticos relucientes: nunca podrán entender el valor de los trabajos milenarios de un poblado rural, cuando se vivía del medio (como llevamos camino de volver a vivir otra vez si queremos seguir en este planeta...).
Por esto también hoy, en cualquier cumbre internacional, congreso..., con la mirada tendida al futuro más o menos inmediato, son muchos y muchas ya los que defienden un desarrollo sostenible (los euros, los ordenatas, las bombas..., no se comen...): no se lleva ya (salvo excepcioens, claro) un desarrollismo invasivo, agresivo, insostenible, insolidario, discriminatorio en beneficio sólo de unos cuantos aprovechados insolidarios (y aprovechadas...), con esquemas de ciudad. Hasta hay quienes hablan con esperanza del decrecimiento: hasta de menguar en algunos casos....
Aunque tampoco se puede generalizar, por supuesto
Pero en algunas zonas rurales ya se están produciendo situaciones contaminantes con el desprecio a los nativos (se lee en la prensa a menudo). Hasta molesta a ciertos intrusos el gallo que canta al romper el alba, el campanillo de una vaca al amanecer... (en la misma prensa cada poco también).
En fin, lo del adjetivo rural aplicado a un pueblo, demasiadas veces ya es sólo eso: un adjetivo virtual engullido por el / la urbanita autoproclamado/a de turno en su ínsula barataria del milenium. Simple cuestión de diccionario elemental. Y de educación general básica, claro. Porque luego estos y estas mismas desalmadas/os criticarán a los políticos, a los especuladores del suelo, a los estafadores, desfalcadores/as más sonados en los medios de comunicación... Y hasta se quedan convencidos, muy ufanos de su aportación rural...
"¡Cráneos privilegiados!" -que diría Valle Inclán...
Para más información, ver
Diccionario Geográfico de Asturias.
Ciudades, villas y pueblos.
Editorial Prensa Asturiana.
Colaboración de Julio Concepción Suárez.
Foto d'El Rubio, entrañable tantos años
de preu en preu, de casería en casaería
o camín de L'Esbitsón :
pero los años pasan tamién pa los caballos,
como recuerda la copla:"Una xebe, tres años;
tres xebes, un pirru;
tres perros, un caballo;
tres caballos, un paisano"
La casa'l monte:
L'Esbitsón,
L'Esbichón (hoy para casi todos ya).Algunas referencias bibliográficas:
ÁLVAREZ MAURÍN, Mª del P. (1994). Diplomática asturleonesa. Terminología toponímica .- Universidad de León
DÍAZ PALACIOS, E. (1991). "El concejo de Lena entre el 900 y el 1200. Las formas de adquisición de la propiedad". Asturiensia Medievalia, nº 6 (pp. 100-127). Universidad de Oviedo.
Díaz Palacios, Elena (1991). "El monasterio de Santa Eulalia de Herías", en Repoblación y Reconquista. Actas del III Curso de Cultura Medieval (pp. 243-247). Centro de Estudios del Románico. Aguilar de Campoo
Ferrer Valero, Sandra (2016): Mujeres silenciadas en la Edad Media. Punto de Vista Editores.
García de Cortázar, José Ángel y Ramón Teja (coordinadores), (2017): Mujeres en silencio: el monacato femenino en le España medieval. Edita Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico. Aguilar de Campoo. Palencia.
García de Cortázar, José Ángel y Ramón Teja (coordinadores), (2018): El monasterio medieval como célula social y espacio de convivencia. Edita Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico. Aguilar de Campoo. Palencia
Morgan, Gwyneth (2015, 7ª reimp.): La vida en un pueblo medieval. Edita AKAL Historia del mundo
Torrente Fernández, Isabel (2006): "El monacato en el territorio de L.lena: sociedad y poder". En Territorio, Sociedad y Poder, Nº1, 2006 [pp. 221-238].
Ver Herías 1: del poblamiento medieval a la actualidad
- Ver Herías 6: Léxico y toponimia en torno al Monasterio de Santolaya.
Dibujo de José Luis Benito
O simplemente por aquello de que:
"Lo universal
es lo local sin paredes"
(Miguel Torga).