Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

"Un día cayeron unas brasas a la "curripa" y prendieron los felechos que había por bajo; de esta forma tan siniestra quedamos sin escuela, y hubo que habilitar otra. A la moral que teníamos por el estudio no se interponía nada: cambiamos para la casa de Aurelia...".
(recuerda Getino de dir a escuela en una corripa)


La Capilla Sanandrés

Santandrés

Sanandrés (nombre más generalizado hoy) es el pueblo sobre Parana (antes Santandrés), en un rellano del camín real (también camín de los vaqueros) a los puertos, a Pendilla por Chagüezos (a Pindietsa) y a Propinde. Llegó a estar poblado por 65 personas.

En Sanandrés se cruzaban varios caminos: al Invernal, a Cuaña, a Escuenas y La Paradiecha... Esa condición de lugar de paso queda en el topónimo de La Caleya: finca entre las casas, antes de La Fuente. Entre los vecinos de Parana sigue la expresión "los de la cava", como se les llamaba antes por ser considerados casi del monte: los cavilanos -precisan algunas muyeres.

Un pueblu que se estira a lo largo de un camino importante entre el valle y los altos de los puertos, camino ya de Castietsa, como recoge la copla:

"El tsugar de Santandrés
nun hay utru como él:
la capilla y las casas
tán toas a cordel,
encomienzan en La Palmar
y acaban en El Laurel"
.

La capilla

Recordada es La Capilla Sanandrés : un pequeño edificio de planta octogonal, junto a la fuente, con un alero alrededor compuesto por varias tejas armónicamente superpuestas. Tras el pórtico de entrada, sostenido por dos columnas laterales, se abría la puerta en piedra, sobre la que estaba la fecha de 1843. La rústica ermita fue destruida al final de los ochenta por unas palas que transformaron la pequeña capilla en relleno para la caja de una pista forestal.

Quedan algunas fotos y el detallado trabajo del dibujo (ahora con valor redoblado) de Benjamín Álvarez, Benxa ( Una comarca a punta de lápiz , p. 138). Entre los oficios antiguos se recuerda, por ejemplo, a Rosario la Guardesa (guardesa de vías), Goro'l Arriiru.

En fin, la desaparecida capilla de Santandrés era tan pequeña como recoge la copla del pueblu:

"A los vecinos de Santandrés
nunca yes-gustó rezar,
nun cabían na capilla
nin veyían el altar:
tenían que oyer la misa
debaxo de la figar"


(foto prestada por Getino)

La capilla posee una amplia documentación aportada por María González Morán, como representante de la familia heredera: aparece distinguida on diversos privilegios en bula del Pontífice Pío IX, ya en 1830. Y sucesivos documentos de propiedad desde 1850.

Según Getino, memoria viva del pueblu, la capilla tuvo muchas reformas. En ella trabajó un carpintiru de Santandrés, quien ajustó con la obra de carpintería la talla de un sentu, que entusiasmó a los vecinos, una vez terminada. A la inauguración de la capilla acudieron el cura de La Pola y varias autoridades, con Don Pedro Regalao a la cabeza. Hubo bendiciones, brindis, discursos... No faltaron elogios a la obra del carpintiru, pues con una zuela y pocas ferramientas más fezo aquella prodigiosa talla del patrono Santandrés.

No obstante, los vecinos de Santandrés, siempre fueron un poco rebeldes en litigios constantes con los curas, por cuestiones como la hora de la misa, el día de confesar, el trabayu de los domingos, y caxigalinas diarias, pero que en su tiempo eran importantes para la vida de las caleyas y las cabanas. Así lo recuerda Getino con algunas coplas, como aquella dedicada al cura tras la confesión obligada:

"Diésteme las calabazas
y comilas con tocino:
quiero más las calabazas
que confesame contigo"

O aquella otra que dice:

"Los curas y los frailes,
y los laureles,
como nunca dan frutu
tan siempre verdes"

güilu y niitu

El sambenito del Sentu: Purrimán

Así lu cuenta Getino. Recuerdo dicer, que va munchos años, esti nombre punxéronilu al Sentu de Santandrés  con motivo de una oferta que nun fue cumplía pel devotu a su tiimpu, y, pe lo visto, Santandrés tomó la Xusticia per so mano. En realidad, purrimán viene a ser algo así como 'rudo, tonto, inútil, de valor insignificante y con mala índole', además (de purru y de humanu, es decir, un home como un purru).

La historia podría resumirse así. Dicen que, una vez, xubía un vaquiru de Felgueras con una bona cabaná de vacas pal  puerto, y cuando pasó per delantre la Capilla, baxóse del burricu, y muy humildemente quitó la buina, santiguóse, arrodillóse a la puerta la Capilla, y rezó un padrenuestro, al tiimpu que pronunció esta jaculatoria:

- San Andrés, San Andrés:
si a la seronda baxo estas vacas
tan bonas como las xubo, 
rézote utru padrenuestro,
y fágote una limosna.

Pasó el verano, y dicen que foy muy bunu nel puerto y pal ganao. El vaquiru baxó aquetsa cabaná de vacas, dalgunas ya con crias  y muncho más tsucias y gordas de lo que las había xubío. Y al baxar con las vacas, fexo lo mesmo: ató el burricu a la figar, quitó la buina y rezó  utru padrenuestro. Pero, como vinía del monte, nun trayía cuartos, paque nun tse las robaran na cabana. Y dixo-y al Sentu después de rezar:

- San Andrés, utru dia xubo  a  dar una güelta, a zarrar la cabana, y baxar los aperios, y doite entóncenes la limosna ofrecía.

Pasó un tiimpu, y nun se tse-arregló xubir al puerto y cumplir lo prometío. Pero a los pocos días pe la mañana va pal preu, y  topó  la meyor vaca muerta detrás de un metu. Acordóse entonces mesmo del Sentu y de la promesa que nun había cumplio. Entonces mesmo agarró apriesa las perras, y en sin esperar más, coló pa Santandrés. Y ya de muy mal humor delante'l Sentu, arrefundió-y pel ventenu las perras que tenía ofrecías y dixotse:

- Purrimán, eso nun lo fago yo ni al peor vecin que tengo.

Pero algún del tsugar que andaba cerca, oyúlo y fézola buena: al probe Sentu, a parte de chevar la cruz de San Andrés, en aspa, metiérontse el sambenito del apudu nadelante: Purrimán.


Foto prestada por Gelo el de Parana

El biluirtu tsinizu

Entre los productos del entorno, utilizados con aprecio especial está el biluirtu tsinizu, los famosos biluertos ( Clematis vitalba L), recordados por Getino: los más largos, sanos, flexibles y resistentes, se vendían para los barcos, donde los empleaban para atar los equipajes; o para amarrar bultos mayores que pudieran tambalearse con los movimientos del oleaje. Los biluertos tsinizos (los de Tsena, Lena) se apreciaban especialmente por su resistencia y flexibilidad al tiempo. Los que eran más cortos y gruesos, se secaban para fumar, a falta de puros mejores. Y los más delgados, como cigarrillos normales, sin pizca de nicotina, claro...

La escuela de noche: aprender unos de otros.

Sobre el sistema de aprender años atrás, la necesidad de saber leyer y escribir pa poder salir fuera casa, recuerda Getino algunas anécdotas, primero escritas en el libru de la Cruz Roja, L.lena fala , y luego explicada en conversación detallada. Son un ejemplo de la capacidad de estímulo y de progreso, que tenían muchos guajes de entonces por los pueblos, con aquellos pobres recursos de medio siglo atrás. Escribe Getino:

[...] "A pesar de este recóndito aislamiento, nunca vi gente con más interés por el saber que los de Santandrés. La escuela estaba en Parana: aquí no había. Se puso un sistema de enseñanza, quizá el más original del mundo. Se llamaba Escuela de Noche. Comenzaba en octubre hasta mayo. No he visto método de aprender más eficaz y más sencillo; era en escalera, enseñándonos unos a los otros. El aula era una sala encima de una "curripa", donde Laura tenía los "gochos".

Pero estaba demostrado que, teniendo interés, el aprender se consigue de cualquier forma, en el sitio menos pensado. Solía discrepar alguno en ciertas materias, pero siempre se imponía la cordura. El que más destacaba era Manuel Abella, que había estudiao con los frailes. Los demás estábamos "toos a un andar".


Escuchando
los recuerdos de Getino por los altos de Pindietsa

En conversaciones posteriores nos confirmaba Getino y explicaba el precario sistema de la escuela, que tanto agradecían muchos y muchas entonces. Según había oído a sus güelos, lo más corriente era escuchar al maestro en el pórtico de la iglesia. Allí iban los mozacos, pues a las muyeres nun las mandaban a escuela: taban muy discriminás.

Solían ser maestros babianos, que ponían escuela por el invierno y primavera hasta mayo, cuando empezaban a xubir las vacas pal puerto, y ya nun quedaba tiimpu que perder... Recuerda también Solita que a las muyeres, a todo más, se les permitía aprender a leyer , pero no a escribir, pa que nun se yos-ocurriera mandar notas y cartas a los mozos ...

"Las materias a enseñar -nos explica Getino-, eran la Caligrafía, las Matemáticas, algo de Geografía, ríos, montes, capitales de países, y poco más; algo de Geometría; de Gramática, muy poco; yo nunca fui capaz de conjugar un verbo, ni en el modo indicativo. Nos obsesionaba la caligrafía, y era la asignatura que más tiempo nos ocupaba.

Algunos que luego ingresaron en RENFE eran unos consumados calígrafos. Las Matemáticas consistían en aprender las cuatro reglas, como se decía; los que sabían la Regla de Tres y la de Interés ya eran unos superdotados. Hubo quien hizo sus pinitos en la poesía, pero ninguno igualó a Teodoro Cuesta".

"Nos servía de guía unas Enciclopedias de Tercer Grado editadas por Dalmau-Carles. Teníamos que leer poesías en voz alta, y cuando teníamos una caligrafía aceptable, comenzábamos a escribir al dictado. Con este rudimentario método de enseñanza, todos aprendíamos a leer y a escribir para enfrentarnos con más o menos fortuna al torbellino del Mundo.

Un día cayeron unas brasas a la "curripa" y prendieron los felechos que había por bajo; de esta forma tan siniestra quedamos sin escuela, y hubo que habilitar otra. A la moral que teníamos por el estudio no se interponía nada: cambiamos para la casa de Aurelia...".


Getino,
contemplando las murias de la escuela

"Se recuerda especialmente en estos pueblos a la maestra Presentina que, allá por los años 20-30 enseñó a leyer, escribir, las cuatro reglas..., a muchos en Parana: esto permitía a los mozos poder salir del pueblu y presentarse a trabayos como los de la RENFE (maquinistas, guardaújas...), o a emigrar. Pero, por lo menos, ya podían defendese fuera casa.

Esta circunstancia mejoraba también la vida de los que quedaban, pues había más tierras de semar, caserías, puertos..., un poco más libres para los que no iban a salir del pueblu. La escuela fue el sistema de empezar a mejorar muchos" -termina contando Getino.

En fin, el entorno tan precario de los pueblos de montaña tiempo atrás sirvió de aliciente a muchos, que tenían la sabia intuición de que había que aprender como fuera y arregarse con lo que había. Por ello, algunos todo lo agradecían por insignificante que fuera, como recuerda la copla en la memoria de Ramón el de Parana:

"Toy chucu de contintu
porque me fexo mio madre
unos pantalones nuevos
de los vieyos de mio padre".


Las urcias, rebosantes de color
a estas alturas de xunio arriba

O aquella otra que alude al detalle del aprovechamiento de los recursos inmediatos más elementales hasta el extremo: no se podía comprar casi nada; todo había que sacarlo del ingenio y del terreno. Y no se veía con buen ceño al que, por disidiusu (vago, desdejado), no atendiera sus posesiones, por precarias que fueran:

"La puerta la cabana,
átala con un cibiitsu,
que tú, por nun retorcelu,
tienes l'esteblu abiirtu"
.

La memoria del pueblu

Muchas coplas se fueron transmitiendo entre los lugareños, escuchadas a sus güelos, de guajes por aquellos montes curiando vacas, cabras y oveyas. Getino nos va desgranando unas cuantas camino de La Cotsá Propinde. Por ejemplo, alguna en torno a los famosos tesoros escondidos por los moros en su huída hacia tierras leonesas:

"En El Rincón [sobre Bustamores de Pindietsa]
hay un siirru picón,
y, a los tres pasos primeros,
hay un calderón de oro
enterréu por los moros"


Getino y Xelín,
derechos a La Cotsá Propinde

O aquella otra en la misma zona de Propinde:

"En la Cueva Bostantín,
a los diez pasos primeros,
ta'l pelleyu d'n buey pintu,
con riquísimos dineros".

Muchas otras anécdotas escuchadas a Getino reconstruyen la vida comunitaria de un poblado, en unos tiempos ciertamente solidadrios desde el amanecer, cuando hasta en los detalles más cotidianos los vecinos y vecinas tenían que colaborar con la ley de las caleyas. Por ejemplo, con "la ley del caldiru": El que primero tsegue, primero cueye. Ésta era una norma que, por voluntad o sin ella, todo el mundo había de respetar, si no quería verse condenado por el propio vecindario.

La ley se aplicaba a numerosas circunstancias, reales o metafóricas, aplicadas a otros contextos: el que primero llegaba por la mañana o a otra hora del día, a coger agua al caño de la fuente, respetaba el orden; el que llegaba detrás, esperaba a que el anterior llenara el caldiru, la butía, la xarra...

Y lo mismo cuando un forqué de yerba se estaba metiendo al payar pel bucarón, y tomaba tul camín sin dexar paso, el que venía detrás esperaba a que terminaran de metelu y dexaran el camín libre a la parexa o a las caballerías, con el forquéu siguiente; y naide protestaba, pues sabía la ley: el que primero tsegue... Nesti casu, primero mete la yerba, per supuestu... La imprescindible ley de las caleyas, que naide se atrevía a retrucar....


La Casa la Renfe:
lugar de estancia de los ingenieros
cuando se construyeron las vías del Payares

Escuchar el viento

Por los montes había que estar siempre calculando el tiempo a partir de la dirección que tomaran los vientos -nos explica Getino, pues había varios tipos:

  • el gallego eltu: el más fríu, el del norte, que traía las nubes;

  • el gallego bexu: más templéu, anticiclónicu;

  • el ripión: el nevaor (el siberianu, del nordeste), el que xiblaba en la ripia del teyao (de donde el nombre); per el ruyíu, cuando xiblaba muncho, sabíase si diba a nevar;

  • el travesón: de la seruenda y casi ya del invierno, el que voltia de una ladera a la otra.

Calcular el destino de las aguas desde los altos de las brañas .

Otra de las preocupaciones de los güelos por los altos de los puertos era enseñar a los nietos a observar. Y así hasta se entretenían en calcular hacia qué río mayor se estirarían los regueros nacidos en las carbas cimeras al filo de cualquier manantial o tsamarga menor.

Y así dieron en llamar el Valle del Duero al afluente del río Bernesga, que nace en los altos de Las Robequeras y L'Estorbín, desciende por Bustamores, se hace más caudaloso a su paso por Pendilla y Camplongo, para unirse al que desciende de Arbas y Busdongo poco más abajo, camino, ciertamente, del río Duero a su paso por León.

Para los nativos de estos altos, es el auténtico río Bernesga, afluente del Duero, camino del Atlántico, finalmente. La didáctica de las brañas, la que había tan sólo unas décadas a trás.

La memoria de los fornos, de los horros...

Con Getino por los altos de Pindietsa y de Parana, aprendimos otros cuantos detalles de los pueblos más fonderos. Por ejemplo, por qué los fornos de amasar se hacían hacia afuera, como pegados a las parades de las casas, externos.

Pues por simple prevención de incendios: como se habían de roxar (calentar hasta poner en rojo vivo con faízas), no se podían poner dentro de las casas, siempre en parte de madera, sin agua corriente, con ninguna medida de aislamiento en las paredes. Al quedar externos, con la boca sólo hacia el interior, en caso de llamas, se apagaban desde afuera y no peligraba la vivienda.

Y el detalle humanitario de los horros. sabido es que los horros no se podían cerrar: estaban abiertos al público en su parte baja, el solhorro; de esta forma se podía cobijar (atechar) del frío o del agua, la nieve..., cualquiera que viniera de camino o de paso. En algunos, incluso las leyes son más explícitas y permiten al peregrino una estancia del día completo, o de la noche hasta el amanecer... Siempre estaban abiertos, al servicio de la comunidad.

En fin, las costumbres fueron cambiando, el sentido hospitalario se fue desvaneciendo, y hoy son muchos los que están cercados, con propiedad privada, con cemento, ladrillos, bloques... Pero los horros fueron entrañables en los pueblos: sagrados para el vecindario, tan sólo unas décadas atrás.


Los frutos del palmar,
árbol intermedio entre el laurel y el cerezo silvestre
(tal vez, Prunus laurocerasus),
muy respetado en el pueblo

Terminamos la andadura, con una copla recitada por Getino, que bien atestigua el trabayu de los vecinos y vecinas de los pueblos (las más xóvenes, sobre too), siempre al serviciu de los señores, señoritos y señoritas de las casonas, de los palaciones, los señoríos:

"Ya va cayendo la terde,
fayen sombra las maconas:
ya s'entristecen los amos,
y allégrense las coyeoras "

Y con otras coplas más picarescas, en aquellos tiempos y lenguajes de criás y de curas:

"Las criadas de los curas
que se casan con los Xuanes,
como tán gordas y finas,
a los siete meses ya paren"


El paisaje siempre boscoso
de los montes de Parana

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