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Aportaciones de Pelayo González-Pumariega a la toponimia asturiana (II)

A) Anotación previa

Entre la riqueza lingüística (etnolingüística, etnotoponímica) del patrimonio verbal asturiano, destacan una serie de topónimos que se vinieron generalizando en la cartografía oficial, sin fundamento histórico ni lugareño alguno, pero que llegaron a asentarse por razones muy diversas.

Se trata de topónimos documentados en mapas por viajeros, empresarios, técnicos de paso por estas montañas, que fueron señalando lugares con nombres nuevos, ajenos al lenguaje asturiano de los nativos en cada zona. En ocasiones, sólo son transformaciones de nombres escuchados, pero que, como extranjeros, desconocedores del asturiano (fonética, léxico, toponimia...), representan gráficamente formas muy alejadas del sentido original de los usuarios en pueblos y mayadas de los puertos.

Otras veces, estos viajeros de paso se inventan topónimos nuevos conscientes de que no son los tradicionales, pero los usan en su lenguaje comercial, aplicados a las empresas que van creando; es el caso de tantas minas asentadas en los registros y archivos oficiales, que luego los lugareños no identifican ya sobre el terreno, una vez que se cierran y van pasando los años. Forman parte de la toponimia, no cabe duda, pero conviene intentar, por lo menos, aclarar la razón inicial del nombre, aunque sea postizo y transitorio.

B) Sobre la polémica Naranjo aplicado a Urriellu (ver texto en PDF)

Pelayo González Pumariega viene realizando esta necesaria labor lingüística, aunque sea desde la cartografía, la geología..., siempre imprescindibles a la hora de leer el suelo en sus diversas formas. Es el caso del nombre de Naranjo de Bulnes, con tantos intentos de explicación por parte lo mismo de los geólogos que de los montañeros, lingüistas, o simples aficionados a la toponimia asturiana. Así, en su artículo de 1999 sobre Guillermo Schulz decía:

"No parece pues que sea posible llegar a averiguar cómo se originó el misterioso topónimo de Naranjo de Bulnes, pues Schulz no nos da ninguna pista respecto a ello. Tal y como nos muestra el Sr. Odriozola en el artículo reseñado, en los croquis de campo que se han conservado de su puño y letra figuran siempre escritos "Los Urriellos", nombre genérico del macizo central de los Picos de Europa; incluso en uno de ellos llegó a tachar las letras finales dejándolo en "Urriel", pero el motivo que le llevó a agregar en su mapa "Naranjo de Bulnes" nos seguirá siendo desconocido mientras no se descubra algún nuevo indicio en una de sus cartas o fragmento de diario inéditos".

C) En su tesis doctoral (p. 433), Pelayo concluye:

“De esta forma, no es posible llegar a averiguar cómo se originó el misterioso topónimo de Naranjo de Bulnes con los datos disponibles en la actualidad, pues Schulz no proporciona ninguna pista respecto a ello.

En los croquis de campo que se han conservado de su puño y letra figura siempre escrito Los Urriellos, nombre genérico del Macizo Central de los Picos de Europa; incluso en uno de ellos llegó a tachar las letras finales dejándolo en Urriel, pero el motivo concreto que le llevó a rotular en su mapa Naranjo de Bulnes seguirá siendo desconocido mientras no se descubra algún nuevo indicio en una carta o fragmento de diario inédito.

No obstante, y dado el metódico proceder del laborioso ingeniero, aplicado sin excepción en todo el conjunto de la provincia, lo más razonable es suponer que adoptase su decisión tras oír nombrar así al pico a algún lugareño”.

D) Hacia una solución posible de la polémica

A mí, en concreto, me satisface la postura de Pelayo en su tesis presentada 2011, pues me serviría para dar un poco más de seguridad a los supuestos de 2001, cuando en el Diccionario toponímico de montaña (p. 662) recogía yo la voz de los lugareños contra el nombre advenedizo.

Se lamentaba así una vecina ya muy mayor de Bulnes, muy amable en aquella entrevista (sentada a la puerta casa un día de calor agostiego), pero muy sentida, con aquella copla cabraliega que me recitó como respuesta a la pregunta por el sentido de Naranjo aplicado a Urriellu:

“Por qué me llamas Naranjo,
si naranjas yo no tengo:
llámame Picu Urriellu,
que es mi nombre verdaderu”

Y a continuación me explicaba la señora, como pura anécdota, que lo de Naranjo se debía a que a un viajeru forasteru de paso por la peña, se le había ocurrido el nombre al contemplar los tonos anaranjados de la roca, sobre todo a la caída de la tarde y en días de sol.

En el Diccionario recogí la copla y la anécdota, que repetí luego en las dos ediciones siguientes (2007 y 2014). Los textos aportados ahora por Pelayo pudieran apuntar en esta dirección, pues este autor recoge el dato de otro ilustre viajero de Los Picos por esa fechas entre el XIX y el XX (el conde de Saint Saud), que pudiera suponer el camino hacia una aclaración definitiva del nombre de Naranjo.

E) Textos en concreto

En pie de página (nota 1165), Pelayo resume así.

"En este sentido, la rotundidad con la que el conde de Saint Saud escribía a principios del siglo XX:

"... esa roca fantástica de Bulnes que debe su nombre de Naranjo a las estrías anaranjadas de sus paredes septentrionales ...",

parece indicar -continúa Pelayo- que el efecto cromático debido a las manchas producidas por óxidos e hidróxidos de hierro en la caliza del peñón habría sido la causa del origen del término y, de lo que no cabe duda, es que contribuyó de manera decisiva a su implantación y rápida propagación, pues dicha cualidad llama poderosamente la atención, sobre todo en aquellos atardeceres en los que las luces del crepúsculo llegan a encender la mítica cara Oeste, conocida por los naturales como Llambria Bermeja" (p. 443 de la tesis).

En resumen.

Hasta aquí los datos más aclaratorios y concretos, encontrados hasta la fecha sobre la polémica, que matizan y aclaran otros sobre el tema (ver publicación de Elisa Villa). En el citado artículo "Guillermo Schulz, una vez más" (1999), Pelayo analiza, al tiempo que disiente, la teoría de los partidarios de la interpretación naranquista de Naranjo: la confusión gráfica Naranco / Naranjo, como origen posible, a modo de error, en el vocabulario de un viajero foráneo, que luego se generalizó hasta en las instituciones, carteles de carretera y mapas oficiales. Para Pelayo, Schulz no se inventó lo de Naranjo, sino que lo escuchó a más de un lugareño del oriente de Asturias.

El mismo Luis Aurelio González Prieto me aportaba algún topónimo muy concreto (La Vega del Naranco, en Liébana), que incluí en las revisiones del Diccionario de 2014, muy oportuno al caso también. Todos forman parte de la polémica, pero, tal vez, de la senda más nítida hacia la aclaración de un topónimo al mismo tiempo. Y para la recuperación definitiva del nombre verdaderu -que decía la buena señora de Bulnes: El Picu Urriellu; o El Picu, a secas, que resumen con tanta seguridad los cabraliegos.

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Para otros artículos, libros y discusiones sobre Picos, ver publicaciones de Elisa Villa Otero, enlazadas en esta misma página. Y los de Luis Aurelio González Prieto

Otros datos sobre el autor Pelayo
y sus obras: en Dialnet

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