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Los significados de un topónimo: Mier (Peñamellera Alta)

Asociación San Justo.
Mier. Vecinos y amigos,

por Xulio Concepción Suárez

Los posibles comienzos de un nombre sobre un paraje

Mier: en el origen, tal vez, una simple parcela propicia a los sembrados (y muy apreciada en su tiempo). La palabra Mier, en este privilegiado remanso del Cares sobre las mismas riberas del río, tan apreciadas en unos tiempos sin más recursos que los que daba el medio, y al cobijo de los vientos, bajo El Picu (La Pica) más saliente del valle, dio lugar a muchas interpretaciones toponímicas. Varias casas palaciegas, entre ellas la de los Mier, atestiguan una productiva vaguada en torno al poblado actual.

En principio, el Diccionario de voces españolas geográficas del siglo XVIII (Real Academia de la Historia) define la palabra mier como «hoja o partida de tierras labrantías, y equivale a lo mismo que laboría». Y añade: «Esta voz se usa mucho en las Asturias de Santillana; y viene del griego.

Con este nombre se distingue el pago de tierras, que por lo común se siembran alternativamente de distintos frutos, esto es, mayores o menores» -concluye el diccionario citado. Ciertamente, en griego MÉROS, plural neutro MÉR~, 'parte, porción'.

Una zona productiva ganada al monte, a las riberas del río y a las rocas

Es evidente que el pueblo de Mier, contemplado desde cualquiera de los picachos, calladas o laderas circundantes (La pica Peñamellera, altos de Nava, Trescares, Vigueras, Novillos, Librotu, Nedrina ...), da la impresión de una primitiva zona de sembrados, ganada al monte y a la roca en los suelos más propicios al arado y a la azada.

La posición de estos suelos en la margen derecha del río, ladera orientada más bien al sureste; o en la margen izquierda, más bien al sur y al poniente; con una distancia relativa que aseguraba al tiempo los beneficios de las aguas del río, y evitaba los peligros de inundaciones con torrenteras ocasionales, convertía todo el contorno de Mier en un espacio privilegiado para el asentamiento humano un par de milenios atrás.

Con resonancias verbales bastante más allá de los romanos

Más aún, se podría decir que desde varios milenios atrás, pues toda la zona (mucho antes de la división en las dos Peñamelleras) está cuajada de nombres prerromanos: Cares, Cáraves, Trescares, Nava, Olaño, Abándames, Cerébanes, Cuñaba, Narganes...

Pasados los estrechamientos de Arenas, toda la espaciosa ladera hasta Panes hubo de ser muy codiciada, para la estancia invernal sobre todo, ya desde los indoeuropeos por lo menos.

El paraje de Mier reunía muchas circunstancias concentradas frente a otros más desabrigados a media o alta ladera, o más expuestos a los vientos o a las nieves. Con sólo unos pocos metros sobre el nivel del mar, y con las aguas tan espaciosas como sosegadas, incluso las más invernizas, los sembrados de Mier quedaban relativamente a salvo todo el año; y la pesca garantizada cuando más falta haría por la escasez de otros frutos de temporada, es decir, en el invierno.

De hecho, allí mismo, poco más arriba, a la zona bajo la gasolinera actual no por casualidad se le dio en llamar Pescandi: el lugar más adecuado y seguro para pescar. El nombre de Pescandi es evidente y documento oral muy preciso.

Y con raíces ya preindoeuropeas, indoeuropeas...

Pero no sólo Pescandi: todo este tramo del río entre Arenas y Panes vivió, y sigue viviendo en parte, de la pesca, circunstancia conocida en toda la región asturiana, con esa rica gastronomía actual que a tantos pescadores concentra en cuanto se abre la veda, en Niserias, por ejemplo, con su arraigada tradición caminera, antes, y hostelera luego.

Una pesca, tal vez preindoeuropea ya, pues raíces preindoeuropeas son las que motivaron el Cares: *KAR- (roca), -ES (agua); en definitiva, 'agua que corre entre rocas: Así los primitivos nativos o allegados mirarían estas aguas: por lo que les daban de comer.

Y hasta las adoraban, como en el caso del vecino río Deva (el río de la Diosa): indoeuropeo *DEU- (agua divinizada, diosa). Los nombres no están puestos por casualidad, y las tradiciones no se arraigan al azar tampoco: unos y otras están siempre motivados sobre las cualidades del territorio habitado, por mucho que se haya transformado con los tiempos y las técnicas más nuevas.

De unas tierras productivas, a los propietarios más organizados

Y tras el paraje seleccionado por los nativos, el territorio acotado para la estancia humana y animal (sembrados, pastos, frutos, productos del río, clima adecuado ...), llegaría el nombre del asentamiento mismo: primero, las cabañas, luego, las casas, el pueblo, los establos ... Y los productos del entorno.

De ahí que entre los propios lugareños a lo largo del tiempo, y de los investigadores también, se hayan supuesto otros orígenes del topónimo. Por ejemplo, Abascal Palazón y otros autores citan antropónimos latinos del tipo Meriu, Mellis, que podrían estar directamente en el origen del topónimo.

Una vez más, la interpretación popular (etnografía, etnotoponimia) que no deja de tener su importancia a la hora de conocer el sentimiento, la valoración, que los nativos hacían de su propio territorio habitado, con todos los derechos de opinión. Así, se dice que Mier viene de un posesor latino MERIUS, que en genitivo daría Mier, especificando al sustantivo villa: la villa romana (posesión, feudo) perteneciente a MERIUS.

En el orden sucesivo de los tiempos, hasta puede que un posesor haya tomado el nombre (o el apellido) de las tierras explotadas, roturadas, organizadas... por él mismo. Y así les dio el nombre suyo frente a otras posesiones.

Con varias reinterpretaciones y posibilidades, por tanto

Pero es que el nombre de las tierras, del paraje, ya podría existir antes (la palabra mier como hoja o partida de tierras labrantías, laboría), en su significado geográfico, agrícola, por tanto. De ellas tomó el nombre el mismo posesor, como en tantos otros casos de la antroponimia asturiana.

Algo parecido puede ocurrir con otra interpretación posible del nombre, que también recoge Abascal Palazón y otros: el antropónimo latino MELLIS. También el nombre de Mier se relacionó con Peñamellera, a partir de un posible antropónimo latino tipo Mellis. Ciertamente, la Pica y toda la zona fue propicia a la miel, en sus soleadas calizas, y en una zona tan florida buena parte del año.

Entre las sucesivas perspectivas de los nativos con sus cambios sobre el paisaje

Y todo ello por una raíz prerromana originaria ('MAL-,'MEL-, roca), que puede estar en el origen de la peña; o de la raíz latina MELLA (huella, brecha), corte casi vertical sobre el río. Es decir, el pueblo fue interpretando a su modo en cada época, y las raíces remotas fueron adquiriendo explicaciones sucesivas nuevas.

Desde una gran roca, se pasó a roca dividida, geminada, rota por el gran tajo que talla el río Cares al fondo del valle. Desde la roca, se pensó en MELLEM (miel), por la buena miel que siempre produjo en sus recodos más soleados. Incluso, la palabra común se aplicó a una persona con especial dedicación a la actividad melífera, y así surgió el antropónimo latino Mellis; no por casualidad el Museo de la Miel está en Alles.

Y ya desde Melle, se llegaría a "Mel, con rotacismo l/r, y diptongación, Mier. El pueblo siempre caviló sobre los nombres que pisa cada día, aunque sea a base de añadir sentidos y transformar raíces antiguas.

Esa memoria lugareña, siempre enlazada de tiempo en tiempo

En definitiva, las interpretaciones de un topónimo pueden ser varias, como resultado de las sucesivas funciones que un paraje fue adquiriendo para los habitantes que vivieron en él siglo tras siglo. Las palabras originales iban perdiendo su significación primera, sustituida por la que era más clara en la opinión de los lugareños. Nunca se sabrá del todo quién tuvo más razón.

En todo caso, el nombre de Mier, sea directamente por la función de una tierra buena para los sembrados sobre el río; sea por un antropónimo, del posesor con ese mismo origen agrario; sea por una referencia a la miel, está documentado por escrito en el s. XVIII como equivalente a una voz común en el uso del pueblo: una parcela sembrada en una zona privilegiada al cobijo de los vientos y de las nieves, con todos los beneficios de las aguas sosegadas de un gran río.

En el origen remoto, ésa parece la cualidad que resaltaron los pobladores nativos con la palabra que acababa de llegar en boca de los romanos.

Ya desde cuando había que vivir del medio

En fin, los nombres casi nunca están solos tampoco, y otros parecidos pudieran corroborar la interpretación agrícola, paisajística, de Mier (de forma directa o indirecta, como se dijo): Mieres, Meres, La Mera, Mericueria ... No obstante, en alguno de estos casos, caben otras interpretaciones también, como la del latín vulgar 'MERA (puro, limpio'), aplicada la voz a las aguas de fuentes o de ríos.

En cambio, la posición geográfica, la orientación, la circunstancia de Mier en las riberas del Cares, la palabra antigua en un diccionario, ofrece menos dudas: un nombre agronímico, etnográfico, etnotoponímico (el aprecio del suelo cuando había que vivir del medio). Cada vecino, con su parcela en la ería (cortinal, mortera), el día güeis en la mayoría de los casos, tenía asegurada la imprescindible alimentación familiar (el cereal, el pan).

Que no era poco, siglos atrás. De ahí que la voz común haya quedado en adelante como plantada en el suelo también, a modo de homenaje, verdadero culto a la tierra-madre que da de comer. Como la divinización de las aguas que lleva el río Deva, unos cordales más allá.

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