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Foto: el caserón y l'horro

Los Fueyos
Muñón Cimiru

Publicado en el libro
Por los pueblos de Lena
(pp. 228 ss).
Xulio Concepción Suárez.
HiFer., Oviedo, 2014.

Caserío en la vaguada que forma el regueru de La Soterraña, entre La Maerá y Muñón Cimeru. Hoy el poblado es un conjunto de dos casas con sus respectivas propiedades, pero que parecen relacionadas por los usos comunes que antes disfrutaron: rabil, molín, chavaíru, derechos de paso...

El conjunto de Los Fueyos tuvo posesiones en todo el valle de Muñón, y de él dependían los caseríos de La Bildosa y Pelay, los más cimeros. Se divide en dos partes: La Casa Cá (la última subiendo, la mayor y mejor conservada); y La Casa Cullá (junto al regato). Las fincas de alrededor conservan los nombres de sus funciones cuando eran cultivadas: Les Cortines (tierras de semar), La Fabariega, Les Biesques (terreno ya más boscoso)...

La Casa Cá.

Ya el propio nombre indica el centro principal desde el que, de alguna forma, se controlaba el entorno: la casa de cá, tal como revela también la estructura, fue dando lugar a otras estancias y añadidos, como el de la casa cullá, por las mismas razones surgida para expansión o sostenimiento de la más señorial. La casa que está más al oeste (la de Dª Elvira y Vicente) tiene una estructura que fue motivando diversas leyendas respecto a sus posibles orígenes: un conjunto conservado.

En la fachada este, por la parte más soleyera de la entrada principal, las ventanas en piedra están decoradas con unos símbolos circulares que contienen cruces talladas. Sobre el dintel superior de la puerta, hay otro dibujo labrado en la piedra, que los propietarios asocian por tradición a un ángel sobre nubes y casas.

Ya en el interior, cruzada la solera caliza del umbral, muy pulida con los pasos humanos y los tiempos, se desciende por una escalera de piedra hacia los sótanos del caserón, asentados sobre la misma roca natural, con algunas chábanas, o con el suelo de tierra. La puerta que se abre tras la pequeña escalera está rematada con la talla de una cruz, paradógicamente también sobre escalones.

Estos sótanos del edificio, antes de las reformas recientes, estaban subdivididos en pequeños habitáculos, sólo comunicados con el exterior por alguna abertura estrecha, abocinada y larga, en las gruesas paredes de piedra (más de un metro de grosor).

El carácter oscuro y lúgubre de estos bajos se fue rodeando de leyendas, alimentadas recientemente con el hallazgo de varios restos humanos sacados al excavar bajo las losas en algunas dependencias reformadas. El patio principal de la casa, pasado también el umbral de la puerta, da acceso a diversas estancias y salas superiores.

A la izquierda, una gruesa puerte de madera comunica a un salón que tiene una pequeña pila de agua bendita incrustada a media pared. Y más allá, al fondo del pasillo, mediante otra pequeña escalinata ya en madera, se asciende a otro salón semejante.


Foto: el ruindu del molín

Una tradición monacal en el valle

Todos los suelos de esta planta superior (el tillao) se conservan en gruesa madera pulida, en muy buen estado. Las puertas que comunican las estancias son, en cambio, de piedra labrada enteriza. Los dinteles tienen diferentes símbolos tallados. A la derecha del patio de entrada, otra puerta sobre escalón de piedra comunica con lo que fue la cuadra de caballos: un anexo en el que hasta hace pocos años se conservaban los espacios dedicados a las caballerías, cada uno con el nombre correspondiente al animal que lo ocupaba.

Completa la estructura interior de La Casa Cá un chagar, en otro anexo bajo aquel elevado techo que garantizaba la buena sidra fecha con las grandes xelás. Se conserva el ‘lagar’ completo: base amplia, gruesa viga travesal, mazos, duernos, barricas, xarras, zapicos... Ya en el exterior, hay una panera en perfecto estado.

La estructura, los signos tallados en la piedra, los restos encontrados bajo algunas estancias interiores, y algunos lienzos con pinturas alusivas a la vida religiosa, fueron tejiendo una tradición oral que habla de un monasterio en continuidad con Santumaeru. Este otro conjunto monacal sobre el río y el camino, en el fondo del valle, con su iglesia bien conservada, situado unos metros más abajo sobre el mismo cauce del río que cruza el valle de Muñón, se dice que también perteneció a Los Fueyos.

La Casa Cullá.

Como se dijo, y a pesar del escudo que permanece semioculto tras alguna penúltima reforma en la fachada oeste de esta casa junto al regato, La Casa Cullá parece surgida como necesidad obligada para el mantenimiento de la mansión principal (La Casa Cá, descrita). En La Casa Cullá están los establos, el molín, el rabil...

La misma estructura del edificio no parece destinada a la vivienda familiar, sino a una colectividad mayor: tal vez los colonos, la servidumbre... Por ello, todas las estancias interiores están comunicadas entre sí, pasando de unas a otros directamente, sin acceso desde el tradicional pasillo o una sala central. Hasta las reformas recientes, no había habitaciones individuales.


Foto: el tsavaíru

Y la capilla.

Frente a La Casa Cullá, está la capilla: un pequeño edificio con la inscripción de 1710 sobre el dintel de la puerta. En el retablo barroco interior, algunas imágenes: La Virgen de Guadalupe, La Purísima, San Roque... Y una inscripción apenas legible en la esquina izquierda inferior:

“ESTA CAPILLA ES DE LA VOCACION DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN FABRICOSE Y BENDECIOSE EL AÑO 1710”.

El nombre de Los Fueyos.

Parece motivado por la condición de un paraje ligeramente empozado sobre la pequeña vaguada en la ladera (lat. vg. foveos, ‘hoyos, fosos’). Con la misma función descriptiva del terreno hay muchos otros en asturiano. No cabe el antropónimo familiar -según la tradición consultada-.

Se trata de una voz sinónima de pozos, con la que incluso alterna, si en el mismo valle coinciden varios lugares en hondonada. Es el caso de Refueyos, bajo Pozos, ambos sobre el valle de Palaciós y Tablao: dos depresiones casi ocultas entre Brañavalera y El Mofusu, pero con distintos nombres para designar el mismo referente morfológico del terreno.


Foto: el escudo de la casona

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