Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

"A l'origine, tous les noms avaient un sen, une fonction utilitaire, racontaient une histoire: 'la source froide', 'l'homme mort', 'rocher de l'ours'. Avec l'usure du temps, le sens premier de beaucoup d'entre eux s'est perdue, oublié, est devenu incompréhensible, a été transformé, a été remplacé par un autre. Il est alors difficile de retrouver, sans risque d'erreur, sa signification première.... Mais la fidélité à nos racines valait bien la peine d'essayer"
(Marcellin Berot)

.

La toponimia de Llanera:
la vida en el paraje,
descrita con los nombres de lugar en cada tiempo
(Etnotoponimia del conceyu) .

Introducción etnolingüística
al trabajo publicado en
Perxuraos. Revista Cultural de Llanera,
nº 1. 2012 (pp. 83-136).
Asociación Cultural Perxuraos de Llanera.

(En la revista está el
trabajo completo
en 53 pp.)

por Xulio Concepción Suárez,
con el equipo de trabajo:

Ramón Rodríguez Álvarez, Roberto Álvarez Suárez, Héctor Pérez Iglesias, Amelia Rodríguez Suárez, Abel González Rodríguez, Charo Menéndez Díaz, Azucena Pérez Rodríguez, José Julio Velasco Bolaño, Álvaro Álvarez Gascón, José María Méndez Núñez, Luis Alberto Pérez Iglesias, Manuel Antonio Alonso Suárez, José Manuel Suárez Vega.

Porque en el principio de casi todo suele estar la palabra, oral, por supuesto

Ciertamente, en el principio de casi todo suele estar la palabra, las palabras del suelo, en este caso, los topónimos: esos nombres de lugar que, en su inmensa mayoría, sólo están registrados fielmente en la memoria ancestral de los mayores, a su vez, traducción de sus mayores, de sus mayores., siempre respetuosos con los cambios que el pueblo iba introducciendo de forma tácitamente acordada.

De ahí el respeto que debemos a las palabras en boca de un lugareño, mucho antes de las manipulaciones más recientes: rótulos de carreteras ajenos al uso local, mapas trazados a muchos km del lugar, folletos turísticos poco conocedores del terreno, formas toponímicas que nunca se pronunciaron en el pueblo. Pero en el principio de casi todo (lustros, siglos, milenios atrás), está la palabra, oral, por supuesto: la palabra de tantos paisanos y paisanas que precedieron a los llanerenses de hoy. La historia real de un paisaje no comenzó ayer, ni anteaye.

Es decir, la pequeña o larga historia de un pueblo late, en buena parte, en sus palabras (léxico familiar, leyendas, mitos, cultos.), pero sobre todo en las palabras del suelo: aquellas raíces remotas, perromanas en buena parte, que fueron usadas por primitivos pobladores varios milenios antes que los romanos llegaran a estas montañas. Esas mismas voces simples (monosílabos, bisílabos) fueron reutilizadas, combinadas, completadas, por los latinos con el tiempo, y por otras culturas que llegaron después hasta estos mismos días.

"Piérdense enciclopedies"-dice Josefina la de Anduerga (Santa Cruz) : pero sigue viva la memoria de muchos llanerenses para compensarlas

El resultado es hoy un precioso y preciso mosaico toponímico del suelo, a modo de libro abierto en cada conceyu, que nos ofrece una palabra distinta para cada palmo de terreno: montes, fincas, regueros, pueblos menores y mayores, caminos. Todos ellos y ellas tuvieron un nombre original en referencia a unos usos definidos con palabras locales, comunes, de las caleyas, casi siempre: el uso común asturiano en estas montañas desde los preindoeuropeos al dosmil.

Muchas páginas se podrían escribir con la memoria de los lugareños: rincones con restos arqueológicos, tipos de plantas, de sembrados, de costumbres en el trabajo, de caminos, de ganados, de leyendas y mitos, de cultos, de iglesias y de ermitas, de santos y de santas. Ese entrañable (cercano, cotidiano.) gran libro abierto para la lectura de un paisaje (natural, social, religioso, agrícola, ganadero, urbanístico, tecnológico y de progreso, siempre a su modo y en cada tiempo.), que siempre se está a tiempo de escribir.

Pero el problema es, en consecuencia, tan sencillo en su génesis, como complejo para los pobladores actuales. La solución sería muy concreta: buscar hablantes que hayan conservado el léxico, las palabras de uso común, talladas sobre cada espacio del paisaje usado para algo por bisabuelos de tantos siglos y etapas atrás. Sólo ellos, los conocedores del uso asturiano de la zona, tendrían el sentido (los referentes) de esas primeras palabras. A veces, ello va resultando cada año un poco menos posible, habida cuenta de que nuestros mayores se van de los pueblos, o van perdiendo la memoria con los años.

Por eso dice Josefina con pena que, en los pueblos, hoy "piérdense enciclopedies" : es decir, no se escribe lo que muchos y muchas recuerdan todavía con claridad; sienten estos mayores en el alma que muchas explicaciones de los lugares más pequeños (sin una historia ni documentos escritos) se van con ellos para siempre, sin dejar rastros a veces, sobre todo cuando se cierra la puerta de una casa, y se cierran sus balcones, las cuadras, las corraladas..

No obstante, con un trabayu en estaferia, siempre estamos un poco a tiempu

Sólo hace falta ilusión y trabajo, capacidad de proyecto, que se dice ahora. Y, como en parte fue también antaño: el trabajo comunal, multidisciplinar, que se asoleya también a diestra y a siniestra. Por ejemplo, con aquella técnica colectiva de los pueblos asturianos (con las andechas, las estayas, las estaferias de siempre) nunca será del todo tarde, sobre todo, cuando surge un equipo como éste de llanerenses, dispuestos y dispuestas a rescatar de los recovecos de la memoria popular, el sentido posible de esas palabras del suelo ya transformadas a veces en casi nada.

Esos referentes iniciales de los topónimos se van disfrazando, transformando, una vez que las fincas sembradas, los praos de segar, los caminos transitados, los barrios mismos de los pueblos., se van reconvirtiendo inevitablemente en zonas industriales más tecnificadas, edificios de varios pisos, carreteras o plazas asfaltadas, calles con plaquetas o cementos.

Con uno o varios voluntarios y voluntarias nativos de cada parroquia, reconstruir el mosaico toponímico del concejo de Llanera y alrededores va siendo un poco más posible, y lo seguirá siendo a medida que la espiral de investigación local (la memoria colectiva) siga aumentando el zoom hasta el sentido original de la palabra, tal como fue en sus comienzos remotos.

Los estudiosos del pueblu (los estudiaos , que dicen güelos y güelas ) completarán con documentos escritos tan encomiable labor social, al modo de las mejores estaferias de antaño. En parte, unas cuantas páginas de esta gran enciclopedia virtual sin escribir, van siendo posibles todavía (la glocalización vigente). De hecho, ya Ramón puso las bases con su oportuna versión del conceyu , en la obra del RIDEA (Real Instituto de Estudios Asturianos). Una imprescindible primera piedra en esta andecha.

Unas llanuras muy estratégicas y discretas varios milenios atrás, protegidas desde los altos

Contemplada desde los altos de Santufirme (o desde las cimas del Naranco), la vaguada de Llanera al cobijo de estos montes, se diría que, siglos y milenios atrás, suponía el espacio relativamente más seguro para el poblamiento continuado durante las cuatro estaciones del año: agua abundante, bosque para la alimentación animal y humana, pastos espesos, clima suave frente a los rigores del viento norte, o las calimas del sur; suelo muy productivo para la actividad agraria; madera suficiente para aquella remota y rústica actividad industrial.

En definitiva, casi aquellos cuatro elementos naturales primigenios al completo, motor del desarrollo humano desde el precario homo antecesor hasta el consumismo y desarrollismo vigente. No por casualidad, siguen las mismas iniciativas y actividades, por tecnificadas o informatizadas que haya exigido el milenio nuevo.

Resulta muy significativo, por ejemplo, que la mayoría de los yacimientos con restos arqueológicos documentados se encuentren en la zona centro-oriental del concejo, no por casualidad, en torno al montículo más saliente de Santufirme: Caraviés, Lugo, Robleo, Castiello, Severies, La Bérbola , Coruño, Silvota, Pando, Santolaya. En cambio, en toda la zona oeste de Santufirme ( 439 m ), sólo aparecen en Bonielles. Como resulta paradójico que la mayoría de los recintos castreños se posicionaran casi en una misma línea continua: La Coroña , Peñamenende, El Picu Cogolla, El Cuetu (en Santufirme), El Cantu San Pedro (en Castiellu).

Esa zona oriental es la más comunicada: entraban los caminos del centro-sur regional (vía de La Carisa , antes vía pecuaria), y visualmente se controla la mayor parte de la cordillera hasta Los Picos de Europa.

Las primeras comunicaciones naturales: las vías pecuarias

Esa circunstancia estratégica de la geografía de Llanera (al cobijo discreto del Naranco) se iría multiplicando en una especie de progresión geométrica en unos tiempos primitivos con tantas dificultades técnicas para las comunicaciones, exclusivamente por tierra entonces. Dos grandes vías pecuarias (término muy conservado entre pastores y vaqueros mayores de hoy en torno a los puertos altos) atestiguan todavía, con sus vestigios conservados, las dificultades de comunicación entre la Meseta Castellana y el interior de la región asturiana. El Camín Real de La Mesa y El Camín Real de La Carisa, luego más generalizados como Vía Romana de La Mesa y Vía Romana de La Carisa. Para los lugareños respectivos (somedanos, teverganos, lenenses, alleranos, leoneses.), siempre fue el camín real , en ambos casos. O, simplemente, el camín antiguu , para otros.

No por casualidad tampoco, Ventaveranes de Xixón lleva el mismo nombre de Ventaveranes de Payares, bajo La Romía. O La Carisa de La Corredoria , el mismo topónimo que La Carisa de Parana a Carabanzo y Uxo: un mismo camino antiguo. Las tierras llanas de la marina siempre fueron, y en parte siguen siendo, una obsesión para los ganaderos de los pueblos altos, sobre todo cuando, bajo las prolongadas nevadas invernales, se acuerdan de que de Uvieo pa baxo a estas horas andan segando pación (frase que se decía con voz resignada, todavía no hace mucho).

Algunos ganaeros mayores recuerdan otra frase de años atrás: " a invernar, a la marina ", pero sin poder precisar ya los lugares de arriendo y de pastos. Sólo responden que esas costumbres yeran más bien de los ganaeros de Babia.

De forma parecida, en los pueblos lenenses en torno a Payares, como en Samiguel del Río, paisanos de noventa años recuerdan haber escuchado de mozacos la expresión de los pueblos limítrofes leoneses (Villamanín.) poner los cencerros de la marina , sin poder precisar tampoco a qué ganados se referían.

Todo hace pensar que se trate más bien de ganado extremeño en torno a los pastos que arrendaban al Monasterio de Arbas, y que los monjes gestionaban con sus ventas de productos por mercaos y ciudades hasta las mismas costas del mar por Entrellusa (en Perlora). En todo caso, la expresión a invernar a la marina, bajar pa la marina, sí se recuerda bien en la zona de Torrestío todavía hoy.

Toda una red de caminos superpuesta a la conexión visual que concentra y distribuye Santufirme

Por otra parte, la extensión apacible y resguardada de Llanera permitió la bifurcación y confluencia de caminos hacia el sur de la región (zona centro-oriental y centro-occidental a un tiempo), ladeando las pendientes del Naranco por los rellanos fonderos más apacibles a uno y a otro lado: Siero, Uvieo, Mieres., y Les Regueres, Grao, Proaza, Quirós, Teverga., respectivamente. El clima, el viento norte, era preocupación diaria tan sólo unas décadas atrás, lo mismo para la estancia en el poblado o en las mismas casas, que para el paso por los caminos, con tan escasos sistemas de protección frente al viento, al agua, al frío.

Resulta interesante la expresión " casa mariñana " que dicen los llanerenses (la casa de la marina, la que mira al mar): en sus dos variedades, ya sea de planta baja, ya sea la conocida como de perru sentáu , con un piso encima, pero con una vaguada muy corta y la otra más larga, precisamente para evitar los efectos del viento norte. Los mismos horros y paneras tienen una parte completamente protegida por tablas que eviten el agua, el salitre., en los productos cosechados y puestos a secar al sol. El topónimo Mariñes (ya en Biedes, Les Regueres) debió formarse sobre criterios parecidos, teniendo en cuenta las brisas del mar.

En Llanera confluyen y divergen caminos en direcciones y sentidos diversos. Por ejemplo, el que viene de Uvieo hacia Xixón por El Puente Fonciello, Robleo, Villardeveyo, Serín. O el que se desvía hacia Avilés por Villaperi, La Ponte Cayés , Posada, La Miranda , entra en Corvera, sigue por Cancienes, Villalegre. Importante era el camino a Grao desde Lugo por La Bérbola , Posada, Rondiella, San Cucao, Tuernes el Pequeñu, Tuernes el Grande, Mariñes, Andayón, Santullano, Soto les Regueres, Peñaflo.

Como fue inmemorial el camín de los vaqueros a Torrestío por La Mesa : Llanera, Les Regueres, Grao, Les Cruces, Dóriga, Cueiru, San Tsaurienzo, Piedraxueves, Braña La Mesa , Torrestío. Había, no obstante, varias alternativas del mismo camino. Una se desviaba en Trubia por Castañéu del Monte, Cuallagar, Puertu Marabiu, Santa Cristina, Vicenturo, Cueiru., y otra vez a San Tsaurienzo, Piedraxuees., y Torrestío.

Siempre con la mirada puesta entre los rigores de las cumbres y los sosiegos junto al mar

La comodidad relativa de las planicies más sosegadas de Llanera habría de concentrar las miradas lejanas de ganados transhumantes y poblamientos a su zaga, ya a poco de columbrar los pasos más altos de las montañas desde las otras llanuras leonesas y castellanas. Una larga tradición de pastores transhumantes sigue muy arraigada entre los vaqueros asturianos que les arrendaban sus pastos de verano y de otoño, en torno a estas dos grandes vías de comunicación entre la Meseta y el mar. Unos y otros, pastores y vaqueros, siempre llevaron en la retina la perspectiva lejana de los rellanos marinos, a pesar de las nublinas .

De hecho, en varios altos de las montañas quedaron los nombres como El Monte Faro, L'Homón de Faro, La Puerta Faro : cumbres de hasta los 2020 m en altura, donde los vaqueros de las brañas se complacían, en noches más claras, al contemplar desde las peñas los destellos de los faros en los mismos acantilados de las costas (Xixón, Avilés, Candás.).

Por supuesto que, con buenos prismáticos, y a simple vista en días relucientes, se divisan los altos del Naranco y todos los que hay detrás. El mismo monasterio de Arbas (al otro lado del Payares) tenía el puerto ballenero de Entrellusa (en Perlora, Carreño) como propiedad privada por un tiempo, para negociar los productos de las ovejas con salida en barcos, y también para importar otros. Hay una larga tradición, oral y abundante documentación escrita desde el s. XII.

Pontón de Vaqueros, La Fuente los Pastores, Fuente la Plata .

Esa transhumania pastoril, vaquera (y vaqueira ), se confirma casi hasta la actualidad, desde el oriente al occidente asturiano. No sólo los vaqueiros de alzada alternaban las brañas de verano con las brañas de invierno entre los verdes pastos de Xixón, Verdicio, Cuideiru, Luarca. La Braña , Brañes, Les Cabañes., son topónimos extendidos por Uvieo, Les Regueres, Luanco, Xixón. Ganaderos del interior siguen comprando hoy pastos de invierno cerca de la costa, como alternativa a Extremadura, aunque hoy ya con el transporte en camiones, sin relación, por tanto, con la transhumancia antigua.

La toponimia transhumante fluye todavía hoy por las faldas del Naranco: Pontón de Vaqueros, La Fuente los Pastores. (ladera oriental); La Fuente la Plata, bajo L'Argañosa (vertiente occidental). Interés especial tiene esta cadena de manantiales que comienza con La Fuente la Plata, en los altos lenenses de Xomezana (Puerto Bovias), casi al filo ya de la vertiente leonesa de Babia, y termina en Fuente la Plata de Castrillón, junto a Salinas (manantial justo bajo el llamado Viaducto de la Plata , sobre la autovía actual, ahora con el agua canalizada hacia un depósito). Casi una línea recta entre un puerto de montaña y un puerto de mar.

Las vías pecuarias, los caminos inmemoriales de los rebaños

Lejos de la interpretación popular con el mineral más conocido, se trata de la primitiva vía balata , para la transhumancia de las merinas desde las cálidas tierras del sur (Extremadura, Sevilla.) hacia los pastos más verdes y templados del norte, entre mayo y noviembre.

Dicen hoy los pastores leoneses mayores (Villamanín, Pindietsa, Camplongo.) que, al llegar el invierno, y la hora de la vuelta a Extremadura, algunos pastores seleccionaban ciertos ganados que bajaban hacia la marina por razones diversas: ovejas que ya no servían para el parto, ovejas que por su estado ya no resistían el largo camino de regreso; previsión de inviernos más duros; venta o intercambio de los productos del verano (quesos, corderos, lanas.)... Así se habría creado el camino de la balata , La Vía de la Plata después, por interpretación popular.

La Fuente los Pastores, a la falda del Naranco, puede ser otro dato relevante. Según estos pastores leoneses consultados (algunos, transhumentes ellos mismos de guajes a Extremadura en el invierno), se trata de antiguas vías pecuarias , con muchos usos y transformaciones después. Tal vez, la mayoría, siguiendo ya los mismos trazados primitivos prerromanos, de transhumancia espontánea (ganados sin pastores), entre las montañas y el mar. De ahí el nombre, vías pecuarias (del lat. pecus, pecorem , rebaño).

En resumen, La Ruta de la Plata se relaciona, por tanto, con el árabe balata (losa, piedra lisa), aplicada la voz a los caminos empedrados que se hacían para el paso de las ovejas, de forma que en primavera sobre todo, no enfermaran ni ovejas ni corderos, con la humedad y los barrizales de los caminos del norte peninsular (etimología ya generalizada por el grupo salmantino ALAGÓN, Topología de la Ruta de la Plata . Amarú Ediciones. Salamanca, 1955) .

La transhumancia más corta asturiana, hacia la marina también

Más al oriente, los pastores de Tielve y Sotres eran famosos con sus pequeños rebaños (cabras, oveyas, vacas) en los pastos que arrendaban a los de Llanes, sobre todo en la zona baja del Cuera que mira al mar. Descendían en invierno y subían en primavera otra vez: nada que ver el clima suave mariniego con las nevadas de estos pueblos más altos cabraliegos; y nada que ver los pastos cabraliegos en los altos del Cares, sin retoños todo el invierno, con las yerbas simpre más o menos verdes de La Borbolla , Noriega, Parres. Esa alternancia de zonas altas y bajas, la confirman topónimos parecidos como Brañes, La Braña .., por Villaviciosa, Colunga. Hubo brañas de invierno hasta las mismas costas del mar.

Es decir, la vida en las cumbres de las montañas siempre debió necesitar, más o menos, la alternancia complementaria de las llanuras próximas al mar. De ahí, toda una larga red de caminos que proceden de los principales pasos por puertos desde oriente a occidente: Portudera (camín de Caoru, entre la Liébana cántabra y Posada de Llanes); la senda del Arcenoriu, por el Pontón (entre Riaño y Villaviciosa, ésta muy mejorada después con otros objetivos y funciones); los caminos del Puertu Tarna, Collá Arnicio, Puente Wamba, Sanisidro, Vegará, Payares, Pinos, El Meicín, Cuapalacios, Ventana, Puertu Somiedo, Tseitariegos. Muchos de ellos, relativamente conservados y transitados hoy por montañeros y senderistas, aficionados a las antiguas travesías entre una ladera y la otra de la montaña.

Los caminos escarpados de las montañas al mar, y los caminos sosegados por la rasa costera

A todo este contexto apacible de Lllanera, siempre más o menos transhumante y comercial (sur-norte, sobre todo), debía unirse la otra comunicación transversal (este-oeste), más o menos paralela a la costa también. En épocas invernizas, sobre todo, las nieves de los altos impedirían cruzar siquiera los puertos menos malos, por lo que la transhumancia humana, ganadera, religiosa, comercial., tendría que acercarse a la rasa costera ya desde las regiones cántabras o vascas más orientales, hasta las galaicas más occidentales. El camín xacobéu de la costa ya está muy estudiado entre la misma región francesa y Finisterre.

Una vez más, la vía más recta y menos azotada por las galernas del Cantábrico habría de asegurarse pronto por espacios más interiores, intermedios entre los acantilados y las montañas. De hecho, se dice que Lucus Asturum fue nombrado así por los romanos para comunicar Lugus Augustum (Lugo de Galicia) con otras fortificaciones más al saliente como Julóbriga , ya en Cantabria (los llamados vicus viarii ). Las "˜llanuras' estratégicas que lleva el nombre del conceyu .

La vida que se encarama en los altos del contorno: ver y no ser vistos.

El contorno de Llanera está rodeado de picachos alomados, estratégicamente separados, orientados y comunicados entre sí, con aquel calculado posicionamiento antiguo: ver y no ser vistos; es decir, situados casi en el alto, pero no tanto para que la silueta se divise desde lejos dibujada y sobresaliente en el horizonte. Un caso evidente es el castro de Santufirme: el recinto castreño no está en el picacho mayor, sino en el de un poco debajo, cerca del Área Recreativa y al lado del antiguo depósito del agua.

No obstante, la vigilancia quedaba asegurada desde lo más alto (vigías de turno), pero las viviendas, el poblamiento, quedaba disimulado más abajo, que no se vieran a lo lejos ni se visualizaran sus actividades diarias. Toda una línea de vestigios castreños por ambos lados: La Coroña , Peñamenende, El Picu Cogolla, al oeste; Cantu San Pedro, al este.

Ver y no ser vistos, en definitiva. Es lo mismo que hace hoy cualquier tipo de animales en el monte (rebecos, corzos, lobos.): se colocan para vigilar casi al filo de la cima, pero no tanto que su silueta destaque en la distancia, ni siquiera las oreyas ; ellos ven, pero no los ven los enemigos a ellos (otros depredadores, cazaores .).

La prueba es evidente: caminamos distraidos por el monte, entre las peñas, y no vemos nada a simple vista, pero los animales nos están viendo a nosotros. Se suma la circunstacia de que cuando ellos nos ven, no hacen ningún movimiento ni ruido hasta que pasamos, se quedan como fundidos y confundidos con el paraje que pisan; y hasta cambian de color según la estación del año. Si nos fijamos mucho, o se espantan por algo (hablamos, silbamos.), ya los vemos a pocos pasos de nuestras narices. Estaban ahí.

Los tipos de arbolados: las encinas, los robles, el pan de bellota.

Ya atestigua el geógrafo griego Estrabón que, a la llegada de los romanos, los astures de estas montañas se alimentaban con pan de bellota: una vez trituradas las bellotas en morteros de piedra (encontrados muchos en los castros), obtenían una harina que panificaban y se conservaba varios días, por dura que se fuera poniendo la pasta poco a poco. Hasta la llegada del cultivo de cereales con las técnicas romanas, sería el tipo de harina más al alcance de todos por robledales y encinares, más seguros que los cultivos de las tierras bajas.

Ciertamente, el tipo de arbolado era decisivo, varios milenios atrás, para la supervivencia diaria y, en consecuencia, para la fijación del poblamiento. Baste recordar la importancia de las encinas en la alimentación de los lejanos pobladores de Atapuerca entre los casi desaparecidos encinares burgaleses. Los encinares (como los robledales) aseguraban comida directa e indirecta todo el año: las bellotas, sin más, todo el otoño; y los animales de caza que acuden a las bellotas, eran objetivo codiciado todo el año, en invierno especialmente. Con los frutos, o con la caza alimentada con esos frutos, la vida estaba en parte relativamente asegurada. De ahí tantos lugares llamados Les Encines, Alceo, Yandelancina, L'Ardinal, Ardinales. Tal vez, el mismo Llagu Ercina, El Puertu l'Arcenoriu....

El bosque sagrado, la tierra madre, en definitiva

El bosque debió consagrarse al dios Lugo por esa circunstancia alimentaria, al lado de otras ventajas del boscaje (leña para el fuego, protección.), y toda una tribu de los Luggones continuó la tradición y el nombre sagrado en el poblamiento actual, próximo a Lugo, no por casualidad (la distribución en concejos es muy reciente). Toda la cara sur del Naranco, sobre Uvieo, fue zona de encinas, como se puede observar en cualquier paseo por los senderos; las hay en la vertiente de L'Escamplero, y por la cara norte en los espacios más retirados, en suelo calizo, al abrigo de las vaguadas.

La prueba de toda esta cultura arborícola está en la abundancia de xabalinos que las aprovechan en estos tiempos, y hasta se adentran sin más remilgos entre las mismas casas y carreteras de estas aldeas, cada año un poco más próximas a un matorral que avanza imparable sobre las fincas antes sembradas. En la región extremeña, sigue el aprovechamiento de las bellotas (hasta distinguen varias clases) para el uso humano: pote de bellotas, mermelada de bellotas, vino de bellotas. Paradójicamente, milenios después, el bosque, en algunas zonas menos industrializables y urbanizables, vuelve a demostrar su imperio inicial, su poder divino: la sagrada tierra madre-que diría el indio Seattle.

Y los tipos de pastos resistentes al invierno en las vegas llanerenses

Milenios atrás, el boscaje era, y en parte sigue siendo, imprescindible como materia prima (de donde la palabra madera ) para la productividad humana. No hay que olvidar la etimología de madera : indoeuropeo mater (origen), misma raíz de madre, matriz . (el comienzo, la materia inmediata para casi todo). Como el pastizaje era imprescindible para la producción y supervivencia animal. Así, las yerbas espesas de las llanuras más fonderas del conceyu (alrededor del microaeropuerto actual) debieron ser codiciadas mucho antes de los vaqueiros de alzada. Son yerbas de zonas más bien húmedas que se mantienen frescas lo mismo en verano que en invierno: nunca llegan a secar del todo, por mucho que las cubran las nieves. De hecho, muchos ganaderos del interior asturiano siguen comprando pastos para bajar las vacas los meses invernales, como alternativa a embarcar pa Extremadura.

Las yerbas de las tierras bajas son más bien duras, casi siempre verdes, muy alimenticias, y en ocasiones hasta ciertamente duras ( arganizas , argañes a veces), pero imprescindibles para un entorno asturiano, siempre más o menos alto y montañoso, cubierto de nieve, antes mucho más que ahora, desde diciembre a febrero, por lo menos. Primero, las hordas transhumantes por las vías pecuarias; luego, los rebaños conducidos por humanos, siempre habrían pensado en los pastos de Llanera para esperar el verano otra vez durante los inviernos más duros.

O como los vaqueiros de alzada somedanos, o de Torrestío y Babia, se asentaron en Verdicio y alrededores, o en las mismas costas de Xixón. Una larga historia de recuerdos y de arriendos sobreviven entre los ganaderos del interior hasta estos mismos tiempos. Los mayores llanerense (y los no tan mayores) sin duda tienen mucho que añadir también en esta página oral del conceyu, en buena parte por escribir del todo.

En conclusión, desde Santufirme a Silvota, sólo un par de km en distancias, pero con tantos siglos por el medio

Como se dijo al principio, casi todo lo que se usa comienza por las palabras. Así, contemplando estas llanuras desde los altos, da la impresión de toda una ininterrumpida continuidad traducida topónimos desde mucho antes de los romanos. En unos tiempos ajenos a las divisiones administrativas o conceyos actuales, todas estas llanuras entre el Naranco y Santufirme, prolongadas por ambas laderas del Naranco, estaban ya descritas con nombres milenarios: Lugo, Lugones, Nora, Noreña, Trasona, Pruvia, Trubia, Uvieo, Siero, Sariego, Aboño, Arbona, Les Bárcenes, Llavares, Fanes, La Llastra , La Vega , La Muria , La Mata , La Mota .

Las delimitaciones por conceyos eran inexistentes: por ello, nos importan más bien los nombres, con los criterios de las tribus de entonces. Incluso el mismo conceyu de Llanera, hasta mediados del s. XIX fue un concejo dependiente de Uvieo.

Estas palabras, prerromanas todas ellas, son sólo un ejemplo de los topónimos supervivientes que no consiguieron anular, transforar, sustituir, los romanos desde sus castiellos y sus castros. Otras muchas voces toponímicas irían añadiendo ellos, muchas veces, recombinando las mismas raíces con simples matices de sufijos o adjetivos. La cristianización cultural y cultual del paisaje (aquella sabia reutilización cultural) sería el paso inmediato: Santufirme, El Cantu San Pedro, Santa Cruz, San Cucao, Santa Rosa, Sanantón, San Clemente, Santa Eufemia, Santolaya., casi siempre sobre lugares con edificaciónes anteriores.

El resultado fue la reconversión de aquel paisaje boscoso y de espesos pastos, en este complejo industrial y urbano, con una coincidencia entre ambos: la capacidad comunicativa de los dos antes y ahora; primero, de picacho en picacho, de castro en castro, desde los altos de Currietsos a Sanfirmu; o de senda en senda, hasta las encrucijadas de Llanera. Ahora, de carretera en carretera, o a través de las vías digitales de interné en los complejos industriales de Silvota, con el nombre respetado y todo, tantos siglos después. De norte a sur, de oriente a occidente, confluyen en Silvota o en Asipo el pan de Taramundi con los embutidos del Alto Aller, y unas cuantas industrias artesanales más a oriente y a occidente. Tal vez, no por casualidad tampoco.

(En la Revista,
sigue el trabajo completo (en PDF)
del diccionario de toponimia
del conceyu Llanera, en 53 pp.)

Más sobre etnotoponimia: resumen de
la tesis doctoral de Cristian Longo

Para más información sobre toponimia, ver
Diccionario toponímico de la montaña asturiana.

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