Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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Los frutos silvestres
calculados para los altos del otoño

Y llegaría el otoño, la seruenda entre los lenenses. Costumbre muy mermada hoy entre los vaqueros era la de programar en primavera los frutales que habrían de servirles en el otoño.

Es decir, cada vaquero se preocupaba de injertar en torno a las caserías más altas una serie de frutales que le sirvieran de alimento en sus idas y venidas a la braña: había que asegurar la estancia en los altos hasta la llegada de las nieves.

Sabido es que los frutos propios de los altos son los arándanos (Vacinium myrtillus L), las peruyas (peral silvestre), manzanas campuxinas (muy amargas), los mazacorales (Knautiana arvensis L), las mostayas (Sorbus aria L), los bruseles (Rives uva-crispa L), los viruéganos (Fragaria vesca L), los ablanos... Muchos topónimos asturianos para justificarlo.

El borrachinal, las cerezales...

Y un poco más abajo, el borrachinal, madroño, caxigu, albedro en otras zonas (Arbutus unedo L): se conservan, muy envejecidos algunos, en varios pueblos lenenses.

Pero había que mejorar los frutales silvestres, y programar otros que no se daban entre los rigores de los altos. Por ello era necesario vigilarlos en torno a las caserías intermedias en el camino del poblado al puerto.

El caso más conocido era el de las cerezales: las cuadras de los cordales altos (hasta los 1400 m) siguen rodeadas hoy de gruesas cerezales, que ya sólo sirven a los pájaros, pero que varias décadas atrás eran aprovechadas por los vaqueros desde agosto a octubre, sobre todo. Quedan topónimos incluso en los puertos altos.

La precaución de injertar a tiempo en primavera: y, sobre todo, el carapanal

Estos árboles eran cuidadosamente injertados en primavera para obtener la variedad correspondiente de cerezas: negras, gayosas, alvarucas, guindosas, pedrosas... Y hasta lograr un tamaño aceptable y posible a la altura.

Pero destaca sobre todos los frutales de montaña en estos altos el carapanal: el árbol de los carápanos. Se trata de un híbrido que se obtenía injertando un esqueje (un garfiu) de peruyal montesa (peral silvestre) en una espinera (el espino blanco).

El resultado es un fruto de tamaño regular, como peras medianas más achatadas, con bastante carne, pero con las piedras correspondientes al fruto encarnado del espino (mayucas, mayuncas). Se da, por tanto, dondequiera que haya espinos.

Estos carápanos son los frutos más tardíos de los cordales altos: empiezan a madurar por octubre arriba en torno a las caserías; resisten las tormentas en el árbol, y pueden mantenerse con las nieves, pues son muy resistentes al frío y a las xelás. Incluso cuando mejor saben es una vez que empiecen a pasarse de maduros: cuando se van volviendo tsandios, blandos, con el frío.

El carapanal es un árbol que lleva años desapareciendo en los montes lenenses, porque ya no se injerta: se hace viejo, y, si retoña, ya lo hace como espinera normal. Ya no produce carápanos.

Extracto del artículo publicado sobre este tema:
CONCEPCIÓN SUÁREZ, J
. (2002).
"Costumbres vaqueras en las brañas lenenses ",
en Etnografía y folclore asturiano: conferencias 1998-2001 (pp. 75-119).
RIDEA. Oviedo. Ver Bibliografía

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