Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

"En esta siesta de otoño, 
bajo este olmo colosal, 
que ya sus redondas hojas 
al viento comienzo a echar, 
te me das, tú, plenamente, 
dulce y sola Soledad. 

Solamente un solo pájaro, 
el mismo de todas las 
siestas, teclea en el olmo 
su trinado musical, 
veloz, como si tuviera 
mucha prisa en acabar"
(Miguel Hernández)

nel Quempu, na seruenda

EL QUEMPU,
EL CAMPU
(Tuíza)
.

El Campu, que gusta decir y escuchar a los nativos

Aldea de la parroquia de Tuíza (Lena), en el camino antiguo entre Tuíza Baxo y el desaparecido monasterio de Acebos: hoy tiene una pista asfaltada desde Tuíza. Dista 28 kms. de la capital municipal, y se sitúa a unos 1100 ms. de altitud. Llegó a tener 82 personas: hoy tiene 2 habitantes censados.

El poblado del Campu (El Quempu para la mayoría, hoy, pa los de fuera del pueblu) es un conjunto rural bien conservado, que se levantó en un rellano apacible en la vaguada que asciende a los puertos del Alto'l Palo y Pena Tolóbriga, entre La Mesa y Las Rubias.

Las casas se distribuyen a lo largo del camín francés que desciende de Acebos por Antreigo, El Barreo, El Prau la Vieya...; y sigue por el camín viiyu, El Envaralao, La Puenti'l Quempu, La Fiesta'l Bayo, La Belguería, Riospaso, La Cruz, Reconcos... Y Xomezana, Sotiecho... hacia Mieres del Camino.

La Capilla que se dice continuó la Ermita del monasterio de Acebos: arraigada leyenda

En medio del poblado sigue La Capilla: un edificio en piedra, junto a la fuente, muy mejorado y conservado por el vecindario, con las iniciativas de Auri y compañía. Según la voz oral de los mayores, la piedra para la capilla se trajo de Acebos cuando se derrumbó la otra que estaba junto al monasterio.

Un cuidado retablo de madera preside el altar, antes adosado, y hoy exento poco más de un metro, desde que el cura oficiante ya actuara de cara al público, y no de espaldas como antes. Según las muyeres mayores, el retablo antiguo era más bajo, no llegaba hasta el techo como el actual.

Pero un Diablo desapareció milagrosamente de la iglesia...

Una anécdota sigue intrigando a nativos y allegados: las muyeres recuerdan bien que a la entrada, a mano derecha, estaba la imagen del Diablo: una figura de madera que terminó por meterse en la pila bautismal cuando dejó de utilizarse, sustituida por la otra más pequeña y moderna que hoy se adosa en la parede, pero a mano izquierda, según se entra; justo enfrente.

Según calculan estas mujeres mayores, la imagen del Diablo tendría casi un metro, pues yera algo mayor que la imagen de la Virgen del altar. Se sabe que un cura la llevó en su tiempo, cuando estaba de moda vender santos o cambiar los de maera por otros más finos de escayola o de plástico, más fáciles de limpiar el polvo, y más relucientes. Pero el Diablo nunca más regresó al Campu...


Foto: La Mesa, La Magrera, Pena Tolóbriga (Pena Tolondra)...

En todo caso, sigue la intriga ritual por el significado de la imagen de un diablo a la puerta de una iglesia, y al par de una pila bautismal...

Pero los vecinos y vecinas de hoy bien lamentan el destino de una figura que, por misteriosa que fuera dentro de una iglesia, debiera seguir en su lugar de antaño. De hecho, justo al lado de la vieja pila bautismal, hay una pequeña repisa en piedra tallada, caliza, como de unos 40 x 20 x 10, que bien pudiera haber servido de soporte a la imagen del Diablo.

El interés cultural por la imagen sigue en pie, al tiempo que se tejen cavilaciones sobre el sentido que aquella imagen diabólica pudiera tener para los cultos cristianos dentro de una iglesia. Por ejemplo, si estaba, precisamente a la entrada, y al lado de la pila bautismal -cavila Auri-, podría ser un aviso a los fieles: de aquí para adentro, se dejan todo tipo de pecados; de recién nacidos, y a lo largo de toda la vida.

Y otros supuestos, nunca definidos con claridad por escrito. Tal vez, una simple advertencia a los fieles en prevención de pecados: al contemplar el diablo ya a la puerta, los fieles habrían de considerar si, una vez dentro, no tendrían algo que confesar, antes de salir otra vez. No fuera que la muerte sorprendiera el alma por el día, y se fuera al infierno para siempre... Ya habría buen cuidado que esto no ocurriera... Para ello, avisaría la imagen, estratégicamente situada por el cura, al entrar y al salir...

La Pena'l Preceeru

En conversación con los mayores, no tarda en salir el nombre de La Pena´l Preceéru (El Preciru, para otros): peñas calizas muy pendientes, cortadas, con riscos escarpados, en medio del boscaje espeso que asciende a Las Navariegas y altos de La Mesa. Y nos explican la historia de la peña con mucho respeto: pues en ella, cuando la guerra, sus mayores -nos dicen- escondieron allí, en una cueva de la caliza, la imagen de La Virgen del Campu, ante el peligro de que fuera quemada por los más bárbaros; los unos o los otros, los que fueran -ya no nos precisan más, ni tienen interés en recordar aquellos años, siendo ellos y ellas entonces guajes-.

Tal vez de ahí, la versión del topónimo que llegó a nosotros: lo de Preceeru, por las "preces", los rezos que hacían cada noche en las casas para que los incendiarios no dieran con la imagen. Bien pudiera ser así, no cabe duda, aunque la peña ya tuviera una base léxica propia antes del 34; tal vez, la misma raíz de perecer, perecedero, aplicada a una peña peligrosa para personas y ganados, muy mala de andar entre las rocas. De perecedero, a perecederu, preceeru, ya sólo hay una vocal átona que desaparece en esa posición inicial, como en tantos otros casos.

Las Viñas, Las Tsinariegas..., o el vino, el lino...

En la toponimia local destacan las fincas de Las Viñuelas, sin duda alusivas al cultivo de las 'vides, las viñas' en las proximidades del conjunto monacal de La Virgen de Acebos, dedicado a la atención de los peregrinos por el citado camín francés.

Y destacan Las Chinariegas, fincas bajo el monasterio también, donde cultivaban la planta del lino (el tsinu, en estos pueblos); o las cimas de La Magrera: alto sobre Las Navariegas, donde se extrajeron minerales de hierro hasta hace pocos años, y magro rojo para elaborar el tinte con destino a los teñidos (madera, lanas...).

Los famosos madreñeros del Campu, a la falda de los fayeos

Finalmente, famosos fueron en todo el concejo de Lena y al otro lado de las Ubiñas, en los pueblos leoneses, los madreñeros del Quempu, que bien aprendieron el oficio de la madera entre los hayedos del Monte'l Blime y Las Navariegas: así vendían abundantes pares de madreñas en las ferias de Babia y Las Omañas (San Pedro, Barrios de Luna, San Emiliano, Huergas...), con lo que desarrollaban su pequeña industria familiar complementaria de la entonces precaria economía doméstica agrícola y ganadera. Quico practicó el oficio hasta el milenium incluído.

Añadían los madreñeros en el mismo viaje otros utensilios de madera para la venta artesanal: xugos, paxos, timones, caidones, banastras, maniegos, xardones....

Ello indica, asimismo, las buenas relaciones que siempre existieron entre los pueblos lenenses de las Tuízas con los pueblos leoneses al otro lado de las Ubiñas. Hoy, El Quempu es un poblado reconstruido en varias casas para la estancia veraniega y estacional en aquellos vistosos parajes del alto Güerna.

Con pan d'escanda, pero sin horros...

Una nota distintiva nos recuerdan Auri y Elba, jóvenes nativas del Campu, y muy comprometidas con su entorno: el pueblu no tiene hórreos, a diferencia de otros del conceyu, incluso altos. No está muy clara la razón, pero las paisanas mayores nos dan sus explicaciones: la escanda se guardaba en los arcas de maera, donde se conservaba por el otoño y el invierno arriba, hasta que se iba moliendo en los molinos del regueru (quedan dos para contarlo); así suplían esa falta de horros, tal vez para evitar las duras inclemencias del tiempo siglos atrás.

Se suma otra circunstancia: los vecinos y vecinas del pueblu (que llegó a tener hasta 92 personas censadas en torno a 1900 -dice Auri) tuvieron siempre muy buenas relaciones con los otros pueblos y mercaos leoneses al otro lado del Alto'l Palo y las Ubiñas; por ello, acudían con frecuencia a ellos para intercambiar productos al trueque, o para comprarlos con las ventas realizadas.

De allí traían traían la farina para amasar, sobre todo, una vez que se iba acabando la escanda de los arcas. Pero, también compraban el granu sin moler, pues les salía más barato: así se explica que no tengan horros, pero que tuvieran hasta tres molinos recordados (dos de agua, y uno de mano); en ellos, hacían la molienda por el invierno, cuando no se podía pasar fácilmente por los altos a los mercados vecinos. Queda el topónimo Treselrabil, sobre el pueblu.

No por casualidá, incluso los vecinos del Campu tienen su copla en respuesta a esas pequeñas rivalidades que siempre se daban entre pueblos próximos más fonderos, asoleyando su abundancia de pan, frente a la escasez en Tuíza y El Campu, más dados éstos al pasto, al ganado y a la producción de leche y mantega, y a traer el granu de Castilla. Reza así la copla:

"Manteguiru tuizán,
muncha leche
y pucu pan".

Un poblado con tradición muy arraigada entre los jóvenes

El Quempu, El Campu, sigue animado hoy por duros ganaeros como Jose Manuel y familia, que allí aguantan el invierno hasta con bonas nevás. A ellos y a ellas (muncho trabayan algunas muyeres en los pueblos) debemos la cultura de estos chugares a la falda de las peñas. Un homenaje bien merecido se tenían estos paisanos y paisanas, como tantos y tantas asturianas. Etimología: lat. campum ('campo fértil, cultivado')

Para más información, ver
Diccionario Geográfico de Asturias
,
Ciudades, villas y pueblos.

Editorial Prensa Asturiana.
Colaboración de Julio Concepción Suárez.

En fin, para describir el precioso camino antiguo que asciende desde Riospaso por La Fiesta'l Bayo y La Puenti, y sigue hacia Acebos y Alto'l Palo, sirvan estas preciosas palabras tomadas de un texto de Servando Cano para otro paraje de montaña semejante en uno de sus cuentos:

"El camino sube despacio, a contra río, ciñéndose a los caprichos de la raíz de la montaña; la tarde está ya malherida cuando el viajero ataca la última pendiente; el camino, encabritado, se pone en pie de repente y precipita al viajero de golpe en el pueblo" (Servando Cano Lorenzo, Premio Cuentos Lena, 1971).

Bajo la altura fortificada: que leemos en Pena Tolóbriga

Para concluir, habría que anotar la posición del poblamiento casi ya en el fondo de un valle, pero con resonancias habitadas mucho antes en los altos. Sirva, por ejemplo, el nombre tan señero de Pena Tolóbriga (ahora, deformada en Pena Tolondra, en los mapas); citada ya en documentos medievales, hace referencia a la raíz celta -briga (fortaleza), tan extendida por otras muchas ciudades peninsulares: Sanabria (antes, Sanabriga; preindoeuropeo, *san-, *sen-, 'altura', según A. Dauzat), Coímbra (antes, Coimbriga), Julobriga...; más celta, *tul- (altura).

Es decir, fortificación en la altura, altura fortificada. Pena Tolóbrida supondría uno de los primeros asentamientos prerromanos, tal vez indoeuropeos ya, en las cumbres divisiorias de las vertientes asturiana y leonesa; caso también de Las Corrás del Meicín.

El nombre del Vatse Güerna, precisamente, hace referencia a los orníacos, tribus consideradas igualmente indoeuropeas. De los altos irían descendiendo y colonizando las laderas medianas, los valles: Acebos, Tuíza... Y, de ahí, se asentarían con el tiempo en El Quempu: el campo cultivado ya.

En fin, la vida del campo desde milenios atrás. Como bien resume (Félix Gómez Lablanca. Enciclopedia de La vida en el campo. Keinu Producciones, S. L.)

"... la vida en el campo... se concibe como un compendio de sabiduría popular, algo que no debe desdeñarse porque con su esfuerzo, gran número de españoles sentaron las bases del Estado del bienestar que hoy disfrutuamos. Su trabajo, su sufrimiento y su buen hacer durante décadas, merece la pena ser recogido y recopilado para que constituya memoria viva a modo de homenaje"


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