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(foto de David)

Camino de Perigueux

David Ordóñez Castañón
IX

Ya faltaba poco para salir de Pola camino de Francia. Eran las diez de la noche del día 1 de Abril de 2006. Lo planeado era hacer el viaje de noche para llegar a Périgeux por la mañana. Nos despedimos de la familia y comenzamos el trayecto puntualmente. Media hora después de partir de Pola recogimos en Laviana al resto de compañeros. Hasta la una los estuvimos conociendo y luego nos fuimos durmiendo.

Hacia las dos de la madrugada, tras pasar la frontera, nos detuvimos en un área de servicio un poco alejada de la autopista. Después de ir al baño volvimos al autobús. Pero algo fallaba porque el bus no funcionaba. El conductor Rubén, Manuel y Ángel bajaron con unas linternas a ver cual era el problema. Después de examinar el motor Rubén hizo un gesto de negación por lo que dedujimos que las cosas no marchaban bien. Por lo visto hubo un fallo mecánico que el autobús siguiera su camino. Teníamos que esperar toda la noche en el bus hasta que llegara otros a por nosotros.

Como nos aburríamos dentro, salimos todos a estirar las piernas. Nos encontrábamos solos en un área de descanso apartada un kilómetro de ka autopista. Era una noche cubierta y oscura, y todo lo que podíamos ver junto al autobús era gracias a la tenue luz de una oxidada farola. Estábamos rodeados de altos pinos, y la plantación se extendía infinitamente. Para no coger frío, nos pusimos las chaquetas y decidimos dar un paseo por una senda que partía desde allí mismo y que se adentraba por el bosque. Llevábamos media docena de linternas que repartimos por cada seis personas. En el autobús se quedaron Manuel, Olalla, Rubén el secretario, su mujer, Manuela, y el conductor.


(Versalles, foto de David)

El sendero discurría entre los árboles y parecía no tener fin. Era el momento oportuno para contar historias de miedo y asustar a la gente. Jana estaba atemorizada y se abrazaba a cualquiera que estuviera cerca. ¡Haber si hay alguien espiándonos desde la oscuridad!, ¿Y si es una emboscada preparada por los profesores? - dijo ella. Entre risas pasamos media hora caminando. Nos pareció que ya era la hora de volver al autobús y acordamos de subir una pequeña colina donde había un pequeño parque y regresar.

Cuando llegamos arriba nos paramos los 34 que estábamos, a beber un poco y comer, aprovechando que había una fuente y bancos iluminados por un par de farolas. Luego, siendo casi las tres de la mañana empezamos a bajar. Al volver al bosque comenzó a soplar una fría brisa que agitaba suavemente las ramas de los árboles. Un búho empezó a sonar, dando al ambiente un tono misterioso. Algunas estaban asustadas, por lo que el resto nos reíamos de su miedo. De repente un arbusto que se encontraba a unos cinco metros del camino empezó a menearse. Nerea, Andrea, Tania y Natalia dieron un grito del susto, y todos nos reímos después de descubrir que era un pájaro.

Entonces, Moradiellos recordó que había dejado la mochila arriba, en los bancos. Loli le permitió regresar con Alberto y Alex, que llevaban una linterna. Mientras tanto, nosotros seguimos caminando. Cuando estuvimos cerca del bus paramos y nos contamos. Sorprendentemente éramos 27. Evidentemente algo no cuadraba, sólo habían dado la vuelta tres personas por lo que teníamos que ser 31. Loli y Ángel se enfadaron y Rebeca empezó a maldecir por todas partes como una loca. Hicimos un nuevo recuento y nos dimos cuenta de que las personas que faltaban eran Clara, Cristina Chany y Larvy. ¡VAYA CUATRO! Dijimos simultáneamente.

•  A lo mejor se fueron con Mora a por la mochila - comentó Jana

•  Lo dudo, me pareció vera Clara junto con Cristina después de que Mora y compañía dieran la vuelta - dijo Elena.

•  Vendrán pronto - sugerí yo - igual se quedaron un poco atrás.

•  Vamos a hacer una cosa - aclaró Ángel - nos vamos a dividir en varios grupos y los buscaremos. Mientras unos esperan aquí, los otros iremos a por ellos. En algún sitio tienen que estar.

•  Tenemos cinco linternas y somos 28. Aquí se puede quedar un grupo de cinco personas con una linterna - dijo Loli

Al final se quedaron a esperar Jorge, Elena, María, Eugenia y Natalia. En otro grupo fuimos José Manuel, Roberto, Pablo, Lucas y yo, que decidimos ir a la parte más próxima a la colina. Otro grupo fue el formado por Myriam, Jenny, Natalia, Cris, Eva y Rebeca. En otro fueron Lidia, Tania, Sara, Jana, Estefanía, Lara, Neyla y Ángel. En otro grupo se fue el resto. Todos llevábamos móvil, pero en un lugar como ese no había ni un poco de cobertura, así que eran inútiles. Eran las tres de la madrugada y en una hora teníamos que estar todos de vuelta en el mismo sitio, sino llamarían a la policía.

Emprendimos la marcha y rastreamos el bosque por sectores. Cada grupo tenía asignada una zona. Los llamábamos a voces, pero no se oía nada salvo el viento y las voces de los compañeros que llamaban a los que faltaban. La situación era ya preocupante porque había pasado una hora desde que estuvimos en lo alto de la colina. De repente vimos tres figuras a lo lejos y una luz de linterna. En cuanto nos percatamos nos dirigimos corriendo hacia ellas para averiguar quienes eran. Esas negras siluetas se correspondían con Alberto, Alex y David Moradiellos, que volvían con la mochila. Les contamos lo sucedido y se quedaron perplejos, porque ellos habían creído ver unas figuras escondiéndose, seguidas de un grito. Recordaron la zona del bosque en la que vieron las formas y nos dirigimos hacia allí.

Todo estaba desierto, oscuro. A veces. La luna se dejaba ver entre los claros que abrían las nubes. Sin una linterna todo estaría en penumbra y la visibilidad sería prácticamente nula. Gracias a que el bosque era de pinos que evitaban la maleza, no nos arañábamos con espinos, lo que facilitaba la búsqueda. Mientras rastreábamos, hablábamos y planteábamos hipotéticas situaciones en las que se podrían encontrar nuestros amigos.

De repente vislumbramos tres figuras. Se acercaban desde la lejanía tranquilamente en busca del sendero. Entonces empezamos a sentir la voz inconfundible de Clara. Al poco nos encontramos. Clara y Larvy empezaron a contarnos lo ocurrido después de que les echamos la bronca por todo el jaleo que habían montado.

•  íbamos de regreso a l bus - empezó Larvy - y a Chany le entraron las ganas de parar a mear así que se apartó del grupo y se adentró en el bosque

•  Al poco Larva, yo y Cristina nos dimos cuenta de que se había separado y lo seguimos - explicó Clara

•  Con el ritmo al que caminaba Chany era imposible volver para avisaros, así que le dijimos que teníamos que regresar ya con el grupo - dijo Cristina

•  Pero cuando quisimos acoplarnos de nuevo al grupo ya no estabais y como no llevábamos linterna enseguida nos perdimos.

•  ¿Y que fue el grito que escuchamos? - preguntó Alex

•  Eso fue que me encontré con una rama extraña y pensé que era una culebra - dijo Clara

•  ¿Por qué no os pusisteis a gritar para que os escucháramos? - pregunté

•  Pensábamos que estábamos más cerca del bus y no os llamamos - aclaró Cristina

•  Pues entonces vamos al bus que llegamos tarde - explicó Jose Manuel - Quedamos a las cuatro, ya teníamos que estar allí.

Emprendimos la marcha y llegamos a las cuatro y media. Ya estaban allí un par de patrullas de policía esperando por los perros rastreadores, pero afortunadamente no hicieron falta. Todos estábamos allí sanos y salvos. La reprimenda que le cayó a Chany fue monumental, pero no le sancionaron.

Entramos en el autobús porque hacía frío y estuvimos comentando la aventura hasta que amaneció. Entonces, hacia las siete llegó el otro autobús que luego nos llevó al hotel y a todos los sitios que visitamos. Estuvimos en Lascaux, Périgeux, la Roque de St. Cristophe, Sarlat, y otras villas en el valle del Perigord, próximo al del Loira. Tras unos días allí fuimos a París y a La Rochelle. El viaje duró siete días en total y lo pasamos muy bien. Tuvimos muchas anécdotas curiosas y divertidas, pero sobre todo nos acordamos de la aventura que pasamos en la primera noche del viaje en el área recreativa en la zona del País Vasco Francés. ¡Haber si para otro año volvemos!