Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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Peñascosa:
Corona de la Sierra.
Guía turística cultural.
Ed. Ayuntamiento de Peñascosa.
Autora: María Gento Marhuenda.
Dirección: Celso Peyroux.

PRÓLOGO

Este trigo que tengo entre mis manos
Bajó de mi costilla
Multiplicando afanes y semillas
Por todos mis secanos.
Se me hizo pan aquí
Sobre los callos
Donde la sangre es piedra.
¡Cuánto sudor parido entre la yedra
entre un volcán de brazos y de rayos!

Ismael Belmonte

Allá donde lleve al hombre un viaje, por pequeño que sea, encontrará que la cultura le sale al paso a lo largo de todo el itinerario. Estará adquiriendo el viajero -en esa actividad llamada turismo- nuevas luces para conocerse a sí mismo, entender mejor a los demás, interpretar todo cuanto aparece ante sus ojos y alcanzar -a través de la verdad y de la belleza- las sendas que realzan la dignidad del individuo. Los caminos para ir buscando la dimensión sagrada del hombre.

Sin embargo, de todos los tránsitos reales y aquéllos por donde nos lleva la fantasía, es posible que uno de los senderos que más se acerque a estos postulados y que más aproximen al hombre a sus raíces sea aquel que, sin puerta alguna, conduzca al viajero al campo abierto a la búsqueda de un contacto puro e íntimo con la naturaleza.

El sosiego, la paz alejada del mundanal ruido, la esencia de los valores anímicos y el encuentro con un patrimonio rural -legado hasta nuestros días, de generación en generación- sólo es posible para quienes deciden los bosques y los valles, los ríos y las montañas como reposo del músculo y del alma. Añadiríamos algo más -a este respecto- diciendo que el medio rural es un sistema.

Un conjunto de elementos de interacción dinámica organizados en función de un objetivo, cuyos elementos de ese espacio pertenecen al medio natural: bancal, agua, bosque, piedra, fauna, flora, clima y el factor humano como protagonista dinamizador de ese sistema con sus elementos étnicos y culturales.

Y uno de estos lugares -final y principio de todos los caminos, encrucijada de sendas y de historia- es, sin lugar a dudas, Peñascosa -paradigma de un espacio rural, en su quintaesencia- como CORONA DE LA SIERRA de Alcaraz.

Después de una gran convulsión -que no recogen las crónicas- cincelando peñas en roca viva, abriendo valles, desfiladeros y cañadas para permitir el curso de los ríos, espacios para las manchas forestales y tierras de labor para la supervivencia del hombre, se hizo el silencio.

En un amistoso pacto, los elementos telúricos ocuparon sus sitios y, poco a poco, quedó configurada la hermosa imagen que hoy tiene este municipio del suroeste de la provincia de Albacete, allí donde la tierra se pierde en lontananza y el sol es una bola de fuego en el horizonte..

Es armonioso el paisaje este de Peñascosa. Un lugar propicio para la paleta de un pintor que plasmaría en un enorme lienzo, desde el llano hasta las altas cumbres, los rasgos más significativos que nos ofrecen estas tierras oreadas por el viento y perfumadas por el tomillo y el romero, el espliego y el hinojo.

Tierra de contrastes y de colores inimaginables entre cerros cenicientos, el verde oscuro en que la merina pasta, el pardo plomizo de la piedra, el bermejo de los surcos en los bancales, la gama de mentas en sus bosques de encinas y menudas vegetaciones y el azul tamizado y limpio de un cielo que se nos antoja más brillante y puro que en lugar alguno.

Y es que esta mirada atenta y silente puede ocurrir en cualquier época del año. El blanco del almendro cuando aparece el milagro de la primavera sembrada de aromas y perfumes; el oro de la mies en sazón balanceada por el ábrego y en el cosmos brilla, con todo su esplendor, el triángulo estelar en el tiempo de estío; el fuego y cromatismo de los chopos y otros árboles así que llega el otoño y la flor de la nieve besando las cumbres cuando la naturaleza perdió vida y aliento. Todo corre y vuela en la alegre soledad del campo como un sueño alegre e infantil.

Para adentrarnos en este escenario, María Gento ha llegado un día provista de sus mejores pinceles dispuesta a pintarnos uno de sus lienzos más queridos: Peñascosa. Grabadora, libreta de notas y cámara fotográfica al hombro y en las manos recorrió -durante varios meses- cada uno de los pueblos, aldeas y los vericuetos más insospechados para ofrecernos las primicias que hoy nos muestra esta guía turística y cultural del solar serrano que se hace indispensable para quien quiera andar el territorio hacia cualquiera de los puntos cardinales. Se entregó en cuerpo y alma a una loable empresa con el propósito de plasmar en la tela lo mejor de su colorida y fecunda paleta. Y lo consiguió.

Desde la breve historia del lugar -pues las primeras noticias aparecen en el siglo XIX- hasta la extensa bibliografía manejada, han ido apareciendo los capítulos más ilustrativos que componen el libro.

Nos sitúa en el tiempo y en el espacio sobre los orígenes de estas tierras llevándonos -por esos cerros- caminando por sendas y caminos, trochas y orillas de ríos y regueros descubriendo el pálpito y sentir de la sierra y lo serrano; de la peña dura y agreste y de los serranos que en ella habitan formando una comunidad. La fauna y la flora, las plantas medicinales con los que el caminante se puede encontrar, los árboles más peculiares que se asientan como verdaderos patriarcas: ese pino roble y otros ejemplares que nos hablarían del paso del tiempo.

Pero la escritora de Villarrobledo -su cuna natal- donde, en verdad, puso su mayor empeño, fue al acercarse a los hombres y mujeres que pueblan esta parte de la sierra.

Fue, sin duda, un encuentro feliz cuando supo de la hospitalidad de estas gentes que le transmitieron las verdaderas raíces y la identidad, el ser y sentir a través de sus cuentos, leyendas, vocabulario, costumbres, folklore, cancioneros, anécdotas, curiosidades, los elementos etnográficos y las artes-sanas cuando sus manos hábiles movían ruecas y telares, forjas y la pleita trenzada del esparto. Todo un legado de la sabiduría popular que ahora -en lugar del silencio y de la palabra muda- María Gento vuelve a dar vida para que las generaciones venideras recojan el testigo.

Un libro, en suma, donde todo tiene su sitio y además, en el lugar propicio para que el visitante haga suyas estas tierras, transmita lo que en ellas vio, oyó, olió y recorrió porque para ello la autora ha preparado -soñando caminos- un abanico de rutas y senderos hasta el último detalle.

No se busque en este libro concesiones a la retórica o preciosismos líricos. La joven escritora busca realidades y ofrece el dato y el lugar, el itinerario y el punto de observación de manera precisa con una lectura amena y agradable al alcance de todos.

Al alba de una mañana llegaron un día los primeros pobladores a Peñascosa; esto ess los turistas adelantados. Y viendo que el lugar era bueno se quedaron en la comarca a vivir para siempre. Ahora, con los nuevos tiempos -como adelantados también a una "mundialización" en marcha que busca el bienestar y la dignidad del ser humano- las gentes de Peñascosa, a través de su Ayuntamiento y de la pluma fértil y sutil de María Gento, ofrece esta importante aportación cultural y turistica con el vivo deseo de ofrecer la historia y vida de un pueblo serrano.

El sacrificio y la entrega han valido la pena. Hora es de leer, visitar, disfrutar y transmitir el recuerdo de un viaje que quedará para siempre grabado en la memoria.

Celso Peyroux
Real Instituto de Estudios Asturianos.

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