Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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Los valles torcidos y retorcidos
con las aguas de Pilutuertu
(que ya lleva por encima y por debajo el nombre)

El paisaje toponímico del conceyu Tineo:
pueblos, montes, ríos,
brañas...

Charla-coloquio
en La Casa de Cultura de Tineo,
por Xulio Concepción Suárez.
Actividades del Aula Valdés-Salas,
Extensión Universtitaria
de la Universidad de Oviedo,
organizadas por
Isidro Sánchez Álvarez
(07/05/2010)


Las huellas de los tsobos:
con las dos uñas delanteras bien marcadas en la nieve
(las de agarrar la presa, claro, los corzos que iban delante)

Ver Esquema toponímico de Tineo (en PDF)

La vida de un paraje late también en los topónimos: un documento oral de los pueblos.

Las palabras documentadas en un espacio y en un tiempo son dos criterios decisivos a la hora de estudiar un paraje: un pueblo, un concejo, una región entera. Y en ese conocimiento minucioso de la historia de un poblamiento desde tiempo inmemorial, tienen papel decisivo los pobladores del lugar: la memoria oral de los mayores transmitida de güelos a nietos, pasando por padres que fueron nietos, y a su vez serán en muchos casos güelos también. Así fue, por lo menos, durante siglos. Y el documento puede ser casi universal: con el mismo origen que Tineo pueden estar los franceses Tain, Tigné, Tignac, Tigny. El lenguaje desconoce las fronteras.

Es decir, la vida diaria de un pueblo rural, de montaña sobre todo, no suele estar escrita en los documentos oficiales: crónicas medievales, registros notariales, catedralicios, señoriales, compraventas, donaciones a las iglesias, monasterios. Ni había libros para ello, ni tenían interés económico relevante, ni era el objetivo de los notarios, obispos, posesores terratenientes.

La vida diaria de colonos, feligreses, vaqueros transhumantes, contribuyentes a las arcas diversas, no debía interesar más que si en algo iba a mejorar las posesiones reales, eclesiásticas, monacales, señoriales. En otro caso, ni citarla: mejor no dejar constancia siquiera de sus pequeñas posesiones, vida comunitaria, impuestos, preocupaciones, sufrimientos, castigos, mitos. Para eso no había lugar en los textos escritos a puño y letra. La intrahistoria –que diría Unamuno- hay que desentrañarla en cada pueblo.

Por esto, la documentación oral (salvo excepciones) suele ser la única que nos queda cuando queremos acercarnos a esa vida diaria que hizo posible nuestro concejo concreto hasta en los rincones más montaraces, importantes tiempo atrás: desde lejanas épocas prerromanas a estos mismos días, los poblamientos se fueron sucediendo sobre estos montes y valles sin interrupción. Desde aquel supuesto paisaje montaraz de doce mil, catorce mil años atrás, hasta el que contemplamos en este segundo milenio, cargado de maquinarias y cables, debe haber una distancia difícil de imaginar.

Bosques ininterrumpidos entonces, valles tupidos de ramajes y malezas, ríos desbordados ampliamente por las riberas, laderas sin pueblos, sin sembrados ni praderías al uso actual., debían ofrecer una fotografía difícil de cotejar con la que vemos hoy. Sólo las palabras del suelo, los topónimos nos pueden aclarar en parte lo que falta en otros documentos escritos. Es el gran diccionario oral del suelo, sin duda en parte muy mermado en voces también.


En plena braña alta: al placer y al frescor del verano

Palabras y topónimos: de la lengua oral al lenguaje del suelo

Ciertamente, el lenguaje toponímico de un concejo es la base documental de un pueblo: los miles y miles de topónimos que recubren palmo a palmo un terreno son las palabras de todo un mosaico paisajístico construido desde hace muchos milenios hasta la fecha.

Dice el francés Éric Vial que entre el -30.000 y el -20.000 a. C. se irían fijando los primeros topónimos en el suelo; es decir, algunas palabras de aquellos pobladores paleolíticos ya empezaban a describir ciertos parajes por la función que desempeñaban en la comunicación de los hablantes. Se consideran raíces primitivas las que terminaron en lugares como Arbón, Navelgas, Narcea, Cerviago, Retsamiego, Las Tabiernas .

Debían ser, al comienzo, raíces muy generales, simples monosílabos, pues pasaron a muchas lenguas; y sobre realidades muy genéricas y zonas difusas, sin los límites de ahora, pues aluden siempre a lo mismo (alturas, aguas, divinidades, alimentos, animales.). Francisco Villar, en sus estudios lingüísticos sobre los poblamientos indoeuropeos recoge unas cuantas principales (ocho, diez.) que pasaron a la toponimia (* bhagós, *kerwos, *porkos, *sus, *tauros, *ekwos, *owis, *guous, *pekus, *laksos .).

Es decir, muy pocas voces y muy reducidas a necesidades primarias: comer, ciervo, puerco, toro, caballo, oveja, buey, rebaño, pez . Serían las primeras que se fijarían como topónimos para señalar los lugares frecuentados por esos imprescindibles productos para la vida diaria.

Así se fue tejiendo desde tiempos remotos cada mosaico oral sobre el terreno, paralelo y en continuidad con el repertorio léxico que los mismos pobladores usaban para la comunicación personal: en un principio, las palabras toponímicas eran vivas, las mismas de la comunicación usual. Con el tiempo, se hicieron estáticas, se fosilizaron en forma de vestigios petrificados: una vez asentadas las formas toponímicas sobre un trozo de terreno ya no evolucionaron, pues se fundieron con él.

Las voces de la vida diaria, las de las caleyas, siguieron en cambio su transformación hasta la fecha. Y así estamos usando sin saberlo decenas de vocablos que ya articularon en parte los hablantes prerromanos: abidul, bidueiro, agua, barcal, cama, cambietsa, comba, dolmen, faya, granda, luna, mar, pan, sol, tsera, tierra, vega, xardón. (entonces más cortas, simples monosílabos). Y tantas otras hasta en la mesa, como se dice.


Los berros de las fuentes:
las únicas lechugas de la altura,
tan apreciadas en las brañas tiempo atrás

El paisaje toponímico va más allá de los topónimos

Por esto, un paisaje toponímico no se reduce a una lista de topónimos. En la toponimia usual el objetivo suele ser la simple recogida de nombres aislados del suelo: indexar, alfabetizar, normalizar, incluso interpretar etimológicamente desde un despacho. El resultado es el nomenclator, oficial o no, que puede servir para la información escueta, estadística, política, turística, comercial, deportiva.

Pero se trata de nombres aislados de su contexto, sacados del uso del hablante lugareño, descolgados en el espacio y en el tiempo. Son listas necesarias de topónimos, pero que no forman lenguaje en el sentido contextual: no se explican en el contexto comunicativo que tuvieron en su origen, y que siguen conservando entre los usuarios del paraje y de la cultura del lugar.

La explicación de un paisaje toponímico implica, por el contrario, el descubrimiento de lo que hay más allá de la palabra: por supuesto que la forma, la etimología en importante, pero va mucho más allá de lo puramente fónico, normativo, filológico. Incluso con el error posible, por interpretación popular de los nativos, lo importante del topónimo es el sentimiento de los pobladores que lo fijaron en el suelo y lo interpretaron o asociaron a su gusto.

Es el caso de lugares como Fonfaraón, La Cruz de los Vaqueiros, Capietsa Martín . Nada de faraones por aquellos precipicios; las cruces vinieron después; y la capilla (que nunca se recuerda) no se levantó aún en aquellos altos (aunque tiempo hay para levantarla con la sana creencia popular, como ya se hizo en otros puertos de verano, hoy con fiesta, Santu/a y todo.).

El lenguaje del espacio toponímico implica el topónimo enraizado en su contexto social: la motivación inicial del nombre, el referente antiguo, o actual todavía, el parecido o el contraste con el topónimo de al lado; la articulación fónica específica del asturiano de la zona; la doble forma toponímica en ocasiones para el mismo paraje: los de un pueblo llaman de una manera, y los de la vertiente vecina de otra.

Y las dos formas son verdaderas, ninguna puede descartarse porque desde laderas distintas, el mismo lugar geográfico puede tener usos, aspectos, formas diferentes según desde dónde se mire y se use. Eso sólo puede decirlo el nativo: la pluralidad siempre supone riqueza; la selección discriminatoria siempre empobrece, por poco valor que aparente hoy lo que es menor pero pudo ser importante siglos atrás.


Los brotes tempranos del escuernabois,
escuernacabras... (por algo el nombre, claro).

Lenguaje toponímico: comunicación popular en su contexto

Por esto, el lenguaje toponímico de un conceyu como Tineo resulta imprescindible a la hora de estudiar el desarrollo de su poblamiento hasta estos mismos días en que se siguen construyendo topónimos para actividades de hoy ( El Mercao, La Feria, L'Istituto .). Y al hablar de lenguaje no pensamos en listas de topónimos, nomenclator, toponimia oficial. Eso tiene otros objetivos, como se dijo.

Hablar de lenguaje en toponimia supone comunicación en el espacio y en el tiempo: ¿qué palabras fueron poniendo al suelo aquellos primeros nativos, sucesores o invasores, cuando usaban el terreno para su vida diaria?, ¿qué productos concretos fueron utilizando para alimentarse, levantar vivienda, trabajar el campo, limitar territorios?, ¿qué proyectos de producción fueron haciendo posibles con los recursos en cada tiempo?, ¿qué preocupaciones sociales, religiosas., fueron adquiriendo los tinetenses con los siglos?

¿De qué hablan los topónimos? Coucetsín, Los Abisiegos, El Penéu las Diez, Folgueiras del Río, Xenestaza, Los Cetrales, La Trapa, El Xugu la Bola, La Cruz de los Vaqueiros, Las Tabiernas, Los Tsinariegos, La Chalga.

Y para ello es preciso analizar ese minucioso lenguaje del suelo que raramente pasó a los documentos escritos en la forma exacta que le dieron los nativos con la lengua asturiana de cada pueblo: sólo la memoria de los lugareños puede aclarar la forma oral, para llegar por ella a la referencia que tuvo al principio. Lo demás siempre puede estar filtrado por la interpretación cultista del etimólogo, y en nada parecerse a la función que le dio el pueblo siglos o milenios atrás.

Por esto, con el objetivo de interpretar el sentir de los lugareños, clasifico las palabras toponímicas en esos 28 campos, que tal vez podrían ser otros. Pero son los que más recuerdan la vida y preocupaciones diarias en los pueblos hasta estos mismos días.


Samuel de Zardaín: los oficios artesanos por los pueblos

Porque también las palabras tienen su espacio y su tiempo

Organizo las palabras toponímicas en un proceso que va de lo más geográfico, puramente físico, a lo más individual, social, imaginativo: la función de las alturas, la naturaleza del terreno, el uso de las plantas, la posición selectiva de la vivienda, el tipo de sembrados, la tecnología rural, el culto a los dioses. En los primeros milenios, las actividades humanas debían estar muy reducidas: sólo elementos naturales, vivienda, divinidades., tal como recuerdan las raíces escasas, casi siempre las mismas y casi universales.

Con la cultura romana y medieval, la descripción toponímica se multiplica con la diversificación de recursos y de ingenios: oficios, artilugios, sembrados, costumbres, parcelas, propietarios. Es el mosaico espacial, transversal del paisaje: Narcea, Ese, Arbón, Zardaín, Orria, Sabadel, La Cuba, Vega de Rey, L'Ingleiru . Tineo (en Francia, Tain, Tigné, Tignac, Tigny. ).

El esquema termina con la otra forma de la evolución toponímica en un mismo paraje: a unos topónimos se suman al lado otros; y así, junto a raíces indoeuropeas aparecen en el tiempo las voces celtas, las germánicas, las cristianas, las árabes, las americanas y otras modernas, actuales incluso. Hasta formar el impresionante mosaico multicultural del suelo.

O se multiplican los sentidos de las palabras en sus funciones: las raíces prerromanas existentes son reutilizadas y matizadas por los romanos que, mediante los sufijos correspondientes, explican al completo el laconismo de aquellas voces primitivas tan simples (monosílabas, en su mayoría).

Con este ordenamiento de las palabras por su antigüedad, vamos descubriendo las culturas de paso por estas montañas, las huellas que dejaron unas culturas tras otras, traducidas a más palabras. Es el otro mosaico temporal, longitudinal del paisaje: Taranietsos, Grandamuetse, Navelgas, Francos, Currietsos, El Pataqueiro .


Los otros colores que siempre revolotean en la andadura

Un diccionario oral sobre un paisaje que siempre cultivó el campo: un proyecto interactivo de futuro

En fin, el paisaje complejo del amplio conceyu de Tinéu supone todo un diccionario oral por completar desde dentro, en la memoria de los tinetenses : la toponimia local (gr. topos , ‘lugar'; - logia , ‘estudio'). El estudio del lugar a partir del nombre. Y la voz de sus autores sigue ahí: en los mayores, con mucho todavía que recordar entre todos y todas. Con el relevo de los más jóvenes, con mucho que investigar, aprender, informatizar, planificar, para seguir transformando el concejo.

Con el apoyo de las instituciones locales: casa de cultura, ayuntamiento, jornadas culturales, becas de investigación, asociaciones vecinales, ganaderos, comerciantes, montañeros. Luego vendrán las interpretaciones un poco más técnicas, siempre a partir de las palabras en boca de sus nativos. Pero el trabajo ha de ser mixto y recíproco: del pueblo, a los libros y a los ordenadores; y de los libros, de los estudios técnicos y de los ordenatas, al pueblo con vida muy distinta a la ciudad.

Así sería posible ese gran diccionario del suelo, tan necesario en cada conceyu . Sólo partiendo de lo que hay podremos construir lo más adecuado, ahora con los recursos de las nuevas tecnologías también. En otro caso, los conceyos rurales se volverán simples lugares de paso (autopistas, autovías, AVEs.) entre las grandes urbes del interior y las tupidas urbanizaciones veraniegas sobre las mismas costas del mar. Otra forma de colonizar utilizando a los nativos como medios para justificar fines: y cuando el fin justifica los medios, las consecuencias pueden ser muy rentables para algunos, pero muy destructivas para la otra parte.

Pues Tineo es sobre todo rural (agrícola, ganadera, artesanal, industrial., pero situada en el campo): es nuestra cultura real, la que fue posible en estas y otras montañas, siempre condicionadas por su geografía, su clima, sus comunicaciones, sus recursos naturales. Es la agricultura, sin ir más lejos y en sentido original: el cultivo del campo, ya entre los mismos latinos de un par de milenios atrás. Lo dice cualquier diccionario elemental.

por Xulio Concepción Suárez

Desarrollo completo
y explicación más amplia de estos topónimos en el
Diccionario etimológico de toponimia asturiana.
Julio Concepción Suárez
Ediciones KRK. Oviedo 2007
.


Las torrenteras en el invierno:
origen de tantos topónimos

Esquema toponímico de Tineo (en PDF)

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