Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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El corderu a la estaca
y El Prau Llagüezos (2)

Parte de estas conclusiones
ya fueron publicadas
en diversos trabayos del autor:
Xulio Concepción Suáre
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En La Campa los Fitos, que dijeron siempre los vaqueros de L'Aremu

Como se decía, en los años 60 se inventó la llamada Fiesta del Corderu en el impropiamente llamado ahora Prau Llagüezos (la contaminación lingüística también). En rigor, para los paisanos lenenses y quirosanos, siempre fue La Campa los Fitos, vistosa cumbre que fue lugar de asentamientos megalíticos.

Es decir, dólmenes, menhires, túmulos... (las cosas siempre con el nombre que tienen por naturaleza y derecho); los fitos ('piedras plantadas') que dieron lugar a La Cobertoria: las cobertorias, las coberteras de grandes piedras... Ecología pura en sentido etimológico.

Algunos restos se conservan bien: piedras plantadas, oquedades hundidas, círculos de corras, cimientos en la pradera...; algunos ya estudiados por Blas Cortina y compañía; otros, en cambio, están del todo ya saqueados y dispersos entre las malezas de la cumbre: la mejor protección, por lo que parece, en los tiempos que corren. Así no se dispersarán más, sólo protegidos en el anonimato y la indiferencia de las zarzas.

El lugar de aquellas acampadas montañeras, de subir andando desde Campomanes...

Ahora bien, este bucólico paraje, con tantos vestigios milenarios, fue desde hace años lugar de sucesivas acampadas con tienda de campaña, que disfrutaron muchos jóvenes montañeros o aficionados desde los años sesenta, sobre todo.

Eran años de los montañeros y montañeras de verdad, cuando hacían muchos kilómetros a patita desde la Estación de Campomanes, después de haberse levantado a las 5 de la mañana para coger el primer tren de la madrugada y poder llegar a nuestros montes de Lena sin que calentara todavía mucho el sol, a la velocidad que permitiera la Camioneta de Estrada por las curvas de Los Pontones y Teyeo arriba.

Muchos de estos jóvenes, que siguen hoy (bien entrados ya en los cincuenta...) con su buena veta de montañeros y montañeras, tampoco tenían entonces un duru para poder dormir y cenar en un hostal, y comenzar al día siguiente la ascensión a Ubiña, y al siguiente a La Mesa, al Fariñentu...

Cuando se levantaban temprano, recogían tienda, metían las sobras en la mochila, y seguían ruta montañera

Por esto traían su tienda de campaña, acampaban en un lugar vistoso, y, bien de mañanita, seguían con la mochila y la tienda al hombro otros cuantos kilómetros hasta el mayaín siguiente donde pasar de nuevo una noche más.

En cualquier caso, al levantar la tienda, estos montañeros y montañeras (en sentido etimológico) recogían las pocas mondas que hubieran podido sobrevivir, y aquí no pasó nada: al día siguiente, en la campera impecable volvían los ganados a pastar sin risgo alguno en el mayéu.

¡Quién lo díría en estos tiempos de milenium tan motorizado, contemplando al día siguiente tantas camperas tras la invasión campestre!: plásticos de colorinos, botes de coca-cola aplastados, botellas con etiquetas para una colección entera, cristales rotos, cortezas de árboles con la flechita tallada en recuerdo de la nada..., y toda una variedad de componentes que darían mucho trabajo a cualquier laboratorio...

Sin olvidar que los mayaos y camperas tienen uso ganadero: el pasto de los animales

En fin, a veces queda cualquier cosa, menos un bucólico paraje dedicado al pasto de los ganados. Y, sobre todo, en un paraje histórico elegido por los primitivos pobladores de los megalitos de La Corbertoria y L'Aramo, como lugar de asentamiento, de vigilancia en los castros, de culto a sus dioses o a sus mitos...

Serían razones suficientes para dejar las camperas por lo menos como las dejaron los cultos primitivos, y como las dejan los ganados cada otoño, después de pasar allí los meses de primavera y verano... Por lo menos, los mayaos tendrían que quedar como los dejaron y los dejan ellos.

Cuando Antonio Pérez, Juan Manuel..., echaron el ramu la cabana Los Fitos, allá por los sesenta

Y llegó La Fiesta'l Corderu enlazada con aquella otra sana (muy sana) costumbre de la campamentos juveniles, que tanto aire sano hicieron respirar a tantos y tantas jóvenes por nuestras montañas asturianas. Uno de esos campamentos animó con la mejor idea la inauguración de la cabaña actual, convocados por sus dueños a la ocasión.

La historia de La Fiesta'l Corderu tiene, por tanto, unas fechas muy recordadas por los lenenses de hoy. Nos cuenta, por ejemplo, Antonio Pérez (de Ampere) que en 1962 José Manuel Pérez, familia y unos cuantos amigos, celebraban el fin de las obras (el ramu) de la cabaña del Prau Llagüezos (hoy también muy saqueada).

Entonces surgió la magia del Corderu en la campera

Y lo celebraron con la novedad de un corderu a la estaca: era la inauguración y el pago por la colaboración de unos cuantos entusiastas en las obras, como en las mejores esquisas de antaño.

La idea del asar un corderu a la estaca fue de Regino el de Tuíza, que también había sido emigrante a La Pampa argentina en La Patagonia. La cabaña de Llagüezos había sido levantada por Antonio y Quico Pérez, e Higinio del Corro, con las viguetas donadas gratuitamente por Paco Cortina. Para la celebración del ramu, Regino asa un corderu a la estaca un día de seronda del año 1962.

La idea del corderu (la técnica y el sabor, sin duda) gustó a los escasos comesales de entonces (unas pocas decenas), que acordaron repetir la pequeña fiesta de amigos, pero en una fecha en que hiciera buen tiempo entre La Flor y El Rosariu (Les Feries).

Pero ni primavera, que suele llover, nevar... (como en el caso a veces de La Flor); ni en otoño, algo parecido. Por eso, acordaron establecer una fiesta en pleno verano: el primer domingo de julio, antes de los trabajos más continuados de la yerba.

Hasta el padre Ángel de La Cruz de los Ángeles levantó allí campamento de verano

Y más detalles recuerdan Antonio y Maite. A la primera fiesta del año 1963 vino el Padre Ángel de La Cruz de los Ángeles, pues allí se había levantado un pequeño campamento de verano, para unos cuantos jóvenes. Ya al tercer año, los políticos empiezan a utilizar la fiesta con otros fines y la declaran de interés turístico nacional.

Hasta la actualidad, la fiesta de creación reciente, fue creciendo y hubo años de asar hasta 150 corderos a la estaca, en grupos de amigos, asociaciones... La manipulación llega hasta difundir en los folletos el infundio de que la fiesta tiene tradición milenaria: nada que ver con los hechos recientes de tan sólo unas décadas atrás

El Güelu y la Güela l'Aramo, en homenaje a los vaqueros lenenses y quirosanos

En fin, La Fiesta'l Corderu es hoy una ocasión más para la buena vecindad entre vaqueros lenenses y quirosanos (que ya es bastante), como siempre fueron las fiestas en las cumbres de la brañas y mayadas (eso sí que es tradición inmemorial).

Con ocasión del corderu a la estaca y de la fiesta, se vienen estableciendo diversos premios, que también sobradamente merecidos tienen los vecinos de estos pueblos, con tantas peripecias milenarias en la dura vida de las cabanas.

Y así se reparten cada verano premios como "El Güelu del Aramo, La Güela del Aramo..." y semejantes. Un detalle de agradecer a los paisanos y paisanas de los pueblos, en representación de tantas generaciones de nativos y nativas, olvidados y olvidadas desde los tiempos más remotos a estos mismos días.

Pero con el dato original: una fiesta entre dólmenes, túmulos, cobertorias, coberteras, fitos plantados..., más que milenarias

Sobre todo, un homanaje a una montaña tan cargada de nombres prerromanos como L'Aramo (topónimos preindoeuropeos, indoeuropeos, preceltas, protoceltas, celtas, paraceltas, germánicos, ilirios, ligures, umbros, oscoumbros...).

Una fiesta, y un corderu en homenaje al lugareño desconocido: algo es algo. Que siga la fiesta y que se respete por muchos siglos El Prau Llagüezos (el chagüizu), aquellas verdes camperas, el arbolado circundante, los jolgorios de los páxaros en el acebal, los fitos, los túmulos milenarios, los dólmenes que sobreviven entre las zarzas...

Que siga la cultura rural en los altos del Aramo. Pero que siga sin infundios, por simple respeto al lugareño o al que va de paso.

Que siga dejando las camperas limpias, con sus flores de mazanilla, con el aroma de sus brezos alrededor, con los hayedos impecables a pocos metros, con el intenso amarillo de las érgumas siempre buscando el sol, con la esponjosa pradera para el sesteo de ganados y animales del bosque, con el trino de malvises al atardecer, con los gorgoritos de los gorriones al romper el alba... Todo puede ser compatible, por supuesto. Pero los demás también tienen derechos...

Para más información sobre la cultura prerromana del Aramo, ver:

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