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Reciclados:
La sostenibilidad en una sociedad
de desechos de valores .
Juan A. Vázquez
III

Nos ocupamos mucho de las cosas de la Naturaleza y descuidamos, en cambio, ocuparnos de la naturaleza de las cosas. Quizá porque todo nos parece insostenible, no paramos de hablar de sostenibilidad. La sostenibilidad se ha convertido ya en uno de esos discursos de ámbito específico que, a falta de ideologías, pugnan por convertirse en ideologías de recambio y ha ocupado uno de los lugares centrales entre los objetivos de nuestra sociedad. Pero junto a la preocupación por lo sostenible debería estar la preocupación por lo que ya no se puede sostener.

Estamos tan preocupados por lo sostenible que todo lo queremos reciclar, que vivimos en una sociedad del reciclaje. Hay que reciclar, aunque no dejamos de consumir. Hay que reparar, aunque no dejemos de producir daños. La sociedad se ha hecho reciclada y ese reciclaje sirve para lavar nuestras conciencias. Nos hemos vuelto especialistas en tranquilizar nuestras conciencias. Pero no vale sólo tranquilizar nuestras conciencias, porque la ayuda consuela pero no cuestiona.

Lo que se presenta como ética es muchas veces pura cosmética. Y en ocasiones hasta un insulto a la estética. La responsabilidad social, la solidaridad, llega a convertirse en parapeto para los negocios. El «marketing con causa» es el gran descubrimiento y hacer el bien es un buen pretexto para vender más, como si en el valor de la compra se incluyese el precio de la salvación.

Todo es reciclado. A todo hay que quitarle impurezas y la nueva adición es desprenderse de aditivos. Por eso nos gustan las cosas «sin». Cerveza sin alcohol, refrescos sin azúcar, alimentos sin calorías? La esencia de las cosas parece estar ahora en desprenderse de sus esencias. Las gafas no son ya para ver sino para lucir. Un reloj ya no sirve para saber la hora sino para que sepan que vas al ritmo del tiempo. La ropa interior ya no está para ocultarse sino para mostrarse. No compramos un coche sino un status. No bebemos un cava sino el glamour de unas burbujas. Y una gota de perfume, a precio de barril de petróleo, condensa en su olor un modo de tratar de ser, un empeño de fascinar y un sueño de seducir.

Reciclando para proteger las cosas de la Naturaleza, nos hemos hecho especialistas en reciclar la naturaleza de las cosas. Hemos reciclado ideas, ideales, modos de vida, de tal manera que el reciclaje nos redime del pecado sin que hayamos dejado de pecar. Hay que reciclar porque ésta es una sociedad de desechos. Desechos de valores, de ideas, de pensamiento, de realidad, de moral, de verdad. El deber, el compromiso, la responsabilidad, la verdadera sensibilidad, también eso lo tendríamos que reciclar.

Todo se utiliza, hasta la desgracia. Todo se recicla, hasta lo que no habría que reciclar. Todo se sostiene, hasta lo que no habría que sostener. A ver si al lado de lo sostenible nos preocupamos de lo que resulta insostenible y junto a la atención a las cosas de la Naturaleza prestamos también alguna atención a la naturaleza de las cosas.

por Juan A. Vázquez

Ver Juan A. Vázquez (I)

Ver Juan A. Vázquez (II)

Ver Juan A. Vázquez (IV)

Ver Juan Vázquez (V): Prosas sueltas

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