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Publicada en el libro:
Por los pueblos de Lena,
Ayuntamiento, Hifer, 2014
(p. 559s).
Xulio Concepción Suárez.

La Fuente Santa,
baxo Bendueños

La fuente fría en verano, y templada en invierno: ...milagrosa, nos decían entonces...

Otra leyenda muy arraigada recuerdan los vecinos y vecinas de Bendueños, y algunos mayores de los pueblos circundantes (Herías, La Frecha, Sotietso...): la Virgen que se apareció a unos segaores en el preu de La Fuente Santa, unos metros por debajo de las casas, al lado del camín de Peregrinos del Güerna por la margen derecha del río, la más transitada en verano.

La Fuente Santa es el manantial de aguas siempre consideradas medicinales por los vecinos. El agua brota de una piedra sillar en la finca La Güerta la Fuente, a pocos metros bajo las casas, por El Camín de Peregrinos a Campomanes. Con el desarrollo de las carreteras y el estrechamiento de los caminos empedrados entre los artos y las xebes colaterales, esta fuente se fue quedando en el silencio de aquellas fincas, aunque no por ello el pequeño chorro, siempre fresco y cristalino, haya dejado de fluir migaya. Bien lo saben los andarinos y andarinas de a pie cada año que vuelven por el camino antiguo al Santuario de Bendueños.

En dirección a Campomanes, por tanto, se asciende a la finca por una escalera de piedra con gruesos peldaños. Agua muy templada en pleno invierno, con las mayores xelás. Muy fresca en verano, con los calores más agostiegos. Siempre el mismo chorro cristalino: abundante, sin llegar a ser grueso. Una seña evidente de identidad (control de calidad, que se dice ahora): el chorro es casi siempre el mismo todo el año, porque fluye muy profundo; así, poco le afectan las aguas de las lluvias, de los hinchentes... Y siempre a una misma temperatura: de ahí que, en invierno, al paladar parezca más templada; y en pleno verano, más fría. No cambia el agua, cambia el entorno exterior, la impresión del que la bebe, ciertamente.

El agua que sabía a anís...

Con una nota más entre otras sensaciones imaginadas: el agua siempre nos sabía a anís dulce. Por esto, siendo guajes cansaos de andar a yerba, los mayores nos mandaban a por agua a esta fuente, convencidos de que era mucho mejor que el de las otras de las fincas correspondientes. No valía el agua del preu donde se estaba segando o agarabantando: por fuerza había que dir catar agua a La Fuente Santa.

Una vez con el barril o la lechera ante el caño, lo primero que hacíamos era beber nosotros, sobre todo para convencernos que estábamos bebiendo un agua poco menos que milagrosa: paladeábamos despacio un trago tras otro entre los dientes y los labios, a ver si con ello aparecía un poco de anís que compensara la sensación de yerba y de calor a la hora de esparder... Más bien serían los efectos de la fame y la sede en plena calisma agostiega del estío. Pero llenábamos ilusionados los recipientes, convencidos que que la fuente era santa: hasta nos sentíamos más fuertes y ansiosos del forcón o el garabatu que nos esperaba de vuelta al prau en la tórrida calisma del mediodía...

Una Virgen, sobre una carreña arrastrá por la parexa...

En resumen, recuerdan los vecinos y vecinas que allí se apareció La Virgen de Bendueños a unos segaores: llevaban segando desde el amanecer, y, a eso del mediodía, la sensación de cansancio y de agotamiento fue tan grande que se dirigieron a la fuente para calmar la sed.

Bebieron ansiosos y agradecidos sobre todo porque estaban comprobando que ese día el agua sabía intensamente a un dulce anís. Ilusionados y reanimados para seguir segando con fuerzas redobladas, levantaron la cabeza del manantial, y entonces comprobaron que, entre la yerba espesa tras la fuente, se había levantado estática la figura de una Virgen que los miraba complacida.

Asustados los segaores -continúa la voz oral- subieron nerviosos al pueblo para comunicar la noticia y llevarse con ellos la figura aparecida. Bajaron todos los vecinos y vecinas con una parexa de gües y una carreña, dispuestos a subir la Virgen a la ermita del pueblo. Pero se corrió la voz por todos los tsugares de la redonda, y entonces subieron los de Campomanes a reclamarla como suya, puesto que estaba en el camín de peregrinos que descendía también a su pueblo.

Y comenzaron las disputas. Los de Campomanes trajeron fuertes parexas de gües, y una carreña grande para llevarse La Virgen camín abajo de la ladera. Pero los poderosos bueyes no fueron capaces de mover del sitio la carreña, a pesar de que yera cuesta baxo -nos cuenta con gracia Ciona. Cabreados con sus bueyes, volvieron a Campomanes y trajeron otra parexa más fuerte: pero tampoco pudo mover la carreña de la fuente. Pusieron en gavita las dos parexas. Y no arrastraron unos centímetros la carreña con la Virgen del lugar de la fuente...

Entonces probaron los de Bendueños con su parexa más humilde: un par de gües normales, los del pueblo. Y, sin más problemas, a la primera, subieron la carreña con La Virgen por el camino pendiente, a pesar de que era cuesta arriba y en pedrera. Comprendieron todos los presentes en conceyu que La Virgen quería dir pa Bendueños. Y se acabaron las disputas: entre la Virxen y los bueyes, dexaron la cosa en paz....

Desde entonces la imagen está en El Santuario de La Campa, con su fiesta celebrada cada año en primavera. Y los vecinos y vecinas de Campomanes nunca más pusieron en duda la voluntad de la Virgen en este punto. Por esto, cada año acuden como romeros a la campera, como si nada hubiera pasado...

En esa ininterrumpida sucesión de las culturas: la sencilla cristianización del orden simplemente natural (el agua en este caso); el valor imprescindible de un manantial saludable, y en verano especialmente; el culto debido al agua.

En fin, una vez más, la imaginación, la ilusión, la creatividad popular, nos dejó esta pequeña trama literaria que, sin duda, años atrás pasaría oralmente de güelos a nietos en las noches invernales al mor del fueu del suelu (el tsar del suilu), en unos tiempos tal lejos de la tele, en que los niños escucharían sin parpaderar una de tantas interpretaciones sobre la historia de cada paraje del poblado y del entorno.

En este caso, tal vez la justificación de un Santuario con nombre prerromano (indoeuropeo, se dice), varios milenios antes de llegar los cristianos con sus santos y sus santas a estos montes. La versión de La Fuente Santa puede significar, sin más, la transformación de un centro de peregrinación pagano (que se decía), dedicado al dios Vindos (palabra indoeuropea, con el significado del ' dios blanco, el sol, que cura las enfermedades').

Aquel primitivo culto de los nativos sería aprovechado sabiamente por los cristianos para transformarlos (reconducirlos) hacia los nuevos tiempos romanos y medievales. Así se fue desarrollando una nueva religiosidad popular colocando simplemente una Santa al nombre del dios precedente.

El nuevo culto a La Virgen llevaría consigo todas aquellas otras creencias ya arraigadas entre los nativos de la zona: curar, sanar, mejorar, prevenir..., en la salud de personas y ganados, comenzando con las aguas medicinales, por supuesto. Hoy se celebra la fiesta anual de primavera con diversos nombres: La Virgen de Bendueños, l'Asunción, La Virgen de Pentecostés...

(tomada del libro Por los pueblos de Lena, 2014).

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