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"Para educar a un niño hace falta la tribu entera".

Cartas al director:
La Nueva España,
29 de Junio del 2013
Julio Concepción Suárez (Pola de Lena)

"Con ocasión de una serie de noticias aparecidas reiteradamente en la prensa sobre el Instituto de Pola de Lena, el profesorado abajo firmante no puede menos que manifestar su opinión, como agente implicado en este proceso educativo, tan complejo si no se coordinan todas las fuerzas. Como dice el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, para educar a un niño hace falta la tribu entera. Para educar bien a un niño, hace falta una buena tribu.

La frasecita ya sería suficiente para no tener que seguir con más comentarios: simplemente que cada cual ponga de su parte lo que le toque, hasta lograr la mejor coordinación (interacción, que se dice ahora) entre todo el mundo, dentro y fuera de las aulas. Pero como, a juzgar por las noticias aparecidas en la prensa, parece que de momento el proceso no está del todo logrado, tenemos que hacernos algunas reflexiones y preguntas.

1. Nos resulta muy sospechoso que todas estas noticias se hayan concentrado a finales de curso, y no en la primera evaluación, al principio, cuando la aportación de la AMPA y sus dirigentes hubiera resultado muy oportuna y agradecida: estamos deseando proyectos y soluciones para el progreso del alumnado en los tiempos difíciles que corren. Con hablar fuera del centro, los alumnos y alumnas no van a cambiar su comportamiento dentro de las aulas (los goles en el fútbol sólo se meten durante los noventa minutos de juego; los demás ya no suben al marcador).

2. Nos extraña especialmente que todas estas noticias se concentren ahora precisamente en Lena, a final de curso, en época de matrículas, ante los actos de graduación (de cuarto de ESO y segundo de Bachillerato), ante la presencia inminente de la consejera de Educación en un acto programado por el centro.

3. Respecto a las estadísticas de amonestaciones y expulsiones, nos parecen también fuera de contexto en la prensa: el lugar para tratarlas y poner remedio es en el Consejo Escolar, en los grupos de trabajo con el claustro de profesores, en la comisión de coordinación pedagógica, ante la orientadora escolar del centro o con el equipo directivo. O en las entrevistas personales con el profesorado de cada alumno/a, en las horas de apertura del claustro por las tardes (Escuela de Padres), que desde hace ya unos cuantos años funcionan en el Instituto, con la asistencia de unas familias que sí intentan arreglar las cosas en el lugar adecuado, sin más protagonismos ni estridencias personales.

4. Que sepamos también, ningún otro presidente de la AMPA había sacado hasta ahora en la prensa, ya a final de curso (ni en este instituto ni en otros) las estadísticas-resumen de todos los amonestados a lo largo del año. Los periódicos tendrían que dedicar muchas páginas a tantos institutos y colegios (cientos), pues a lo largo del curso ya se sabe que una pequeña parte del alumnado acumula muchas faltas, entre mal comportamiento, absentismo, uso a destiempo del móvil, contestaciones fuera de tono... Siempre los hubo: a ver si un día ya no los hay, con alguna varita mágica.

5. Pero resulta que ese mínimo alumnado más conflictivo siempre son los mismos: diez, doce, catorce. Y si se multiplican (esos diez, doce o catorce) por veinte días de clase al mes y por nueve meses al año (unos doscientos días lectivos), claro que salen varios cientos. Como ocurre en todos los centros públicos del mundo en estos tiempos de crisis y de cambios.

6. Y como ocurrió también en la época de los propios padres, madres, directivos de la AMPA, en los tiempos en que ellos mismos estudiaban. ¿Todos eran impecables en el aula? ¿Todos y todas terminaron sus estudios sin problemas? ¿No había también un pequeño grupo que daba la lata en clase, que de vez en cuando había que llamar a los padres, que falsificaban inocentemente las notas del boletín?, que entonces era la moda, como lo sigue siendo a veces, sin que saquen provecho alguno con ello (la trampa siempre rescampla) ¿Y salía todo eso en la prensa, y a final de curso?

7. ¿Y qué dirán los otros doscientos y muchos alumnos a los que nunca se les tuvo que expulsar de clase, ni amonestar una sola vez en todo el curso? ¿Qué dirán esos excelentes estudiantes que hay en el instituto (como en todos los institutos de este milenium digital) y que ahora se ven ninguneados por la manipulación informativa con esa docena de otros más problemáticos, ciertamente? ¿Y cómo se sentirán al leer esos trapos en la prensa los que acabaron su Bachillerato con el 100% de aprobados en la PAU; es decir, todos los que fueron de este instituto, pues todos y todas aprobaron?

8. Finalmente, para que un equipo funcione (como en el deporte) es bien sabido que los problemas hay que solucionarlos dentro, en el vestuario. Y tan decisivo puede ser en el tejido del equipo de trabajo (el que sea), de la red interactiva, un directivo como un utillero. Por eso, resulta muy sospechoso que durante el curso el presidente y la AMPA no hayan planteado solución alguna en los órganos democráticos adecuados y se explayen en la prensa, con efectos tan negativos para la enseñanza pública, que tantos otros y otras estamos por construir cada mañana con los medios (y políticas) de que disponemos. Desde dentro hacemos lo que está a nuestro alcance. Y, sobre todo, agradecemos ideas, sugerencias, proyectos, recursos, colaboración, experiencias de otros centros, de otros países, de otras tecnologías. Pero desde dentro, claro, en el lugar adecuado.

Como decíamos al principio, para educar a un niño, sí, la cosa no es tan fácil en estos tiempos: padres, madres y profesores lo sabemos muy bien. Menos tirar piedras contra el propio tejado, sirve casi todo: un edificio (el edificio educativo, también) se construye entre todos a pie de obra, de paleta, tiza, brocha, ordenador, pizarra digital, tablet, tabla, o tableta, lo mismo da. En cada tiempo van cambiando las herramientas. Lo que nunca puede cambiar es el deseo de construir, renovando en cada curso también lo que haga falta, Pero mejor al comenzar el curso, claro (y durante el curso), no cuando ya sólo se puede hacer daño a la comunidad educativa en su conjunto.

En fin, lo que nunca debería cambiar es el deseo de comunicación sana, lejos de otros modelos políticos o politizados, tristemente en uso, de tan mal ejemplo, nada educativo. Y la comunicación es muy sencilla: saber hablar, pero sobre todo saber escuchar. Más aun, aprender a escuchar antes de hablar. Como siempre aprendimos al poco ya de nacer. Y como vemos que siguen haciendo los niños en plena era digital. Terminemos con la cita del poeta renacentista Silesius, por si alguna idea sugiere: «Cuanto más se conjugan voces diversas y contrarias, más maravilloso resuena el concierto».

Julio Concepción Suárez, claustro de profesores y personal no docente del IES Santa Cristina de Lena (antes, Benedicto Nieto), Pola de Lena..

Editorial Prensa Asturiana

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