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Las memorias de Katherine
(Nota introductoria).
(I)

Francisco Noval.
Profesor del IES "Río Nora"
de Pola de Siero

Laura Rodríguez Fonseca es la alumna del IES "Río Nora" de Pola de Siero que obtuvo el segundo premio en las V Olimpiadas de Filosofía con el trabajo titulado "Las memorias de Katherine.", coordinado por el profesor Francisco Noval. El lema de concurso era "La conquista del espacio. Impacto de la ciencia y la tecnología en los albores del siglo XXI."

Katherine Puening Harrison fue la mujer de Robert Julius Oppenheimer, el padre de la bomba atómica. El trabajo de Laura comienza con sus supuestas memorias, en las que recoge todo el proceso de elaboración del arma nuclear, su ensayo al sur de Los Álamos en Nuevo Méjico, y su lanzamiento sobre Hiroshima. Esas memorias acaban con unas citas de Oppenheimer en las que dice: "Si las bombas atómicas tienen que ser añadidas a los arsenales de un mundo en guerra, o a los arsenales de naciones preparándose para la guerra, llegará un tiempo en que la humanidad maldecirá el nombre de Los Álamos y el de Hiroshima. La gente de este mundo tiene que unirse o perecerá. Esta guerra, que ha asolado tanta parte de la Tierra, ha escrito estas palabras. La bomba atómica las ha pronunciado para que todos los hombres las comprendan".

En una segunda parte del trabajo dos hermanos, -Sara, que acaba de leer las memorias de Katherine porque tiene que presentar un trabajo de Historia sobre la II Guerra Mundial, y Paolo- discuten acaloradamente sobre las ventajas y desventajas que ha supuesto la carrera espacial, nacida durante la Guerra Fría, y, en general, el uso de la tecnología nuclear. La posición de Sara es muy crítica hacia esos supuestos avances, que tienen siempre tras de sí la amenaza bélica o la destrucción de los recursos naturales, mientras que Paolo adopta una posición más conformista y convencional.

Finalmente interviene el abuelo, Florencio, que intenta poner paz en sus debates sin conseguirlo del todo y que será quien les reitere que el mundo necesita esperanza, esperanza para vivir en paz. Con él harán un breve y peculiar viaje espacial en el que vuelven a reproducirse las discusiones y los puntos de vista encontrados entre Sara y Paolo. Finalizado el viaje, y de regreso a casa un tanto taciturnos, comienzan a escuchar los acordes de una lejana música que identifican como la música de las esferas, la música de un universo en armonía ya intuido por los pitagóricos y que se transforma en la letra y en los acordes de la "Oda a la alegría" de Schiller de la Novena Sinfonía de Bethoven.

¿Por qué este final? Quizá porque Laura es estudiante de conservatorio y la música ocupa un lugar importante en su formación... Una foto de ella, con la descripción de su trabajo, ha aparecido en el diario "El Comercio" del domingo 11 de junio de 2006, en la sección "Siero y Centro", pág. 11. Allí se podrá ver que Laura reivindica el papel de la juventud de hoy, de esa juventud que se preocupa por conocer críticamente el mundo en que vive, un papel mucho más rico de lo que la mayoría de la gente quiere ver. 

Paco Noval.

Las memorias de Katherine
(algunos fragmentos).
Laura Rodríguez Fonseca

"El siglo XVII fue el de las matemáticas ,
el siglo XVIII el de las ciencias físicas,
el siglo XIX el de la biología
y nuestro siglo XX es el siglo del miedo"
.
Albert Camus .

Sombrero de copa baja, mirada penetrante y ojos opalinos con un color irisado, siempre expectantes a las ilusiones de alcanzar un sueño que muchos hemos acabado calificando de genocidio. Aún recuerdo el momento en que nos conocimos: yo era estudiante en Berkeley mientras él impartía clases de Física en la Universidad de California. Su figura era un mito dentro de la ciencia; sin embargo, todavía algunos nos preguntamos cómo pudo llegar una persona de amplia cultura y principios a construir un artilugio de tal envergadura rebasando la metástasis ética y moral.

Como mujer siempre lo he ayudado y apoyado en sus expectativas e ilusiones; como persona cada vez me iba sintiendo una más de sus colaboradores para la continuidad de un trabajo que él atribuía al "deber". Sí, aún siento esa ansia que me invadía, que no me permitía ver ni la más aparente de todas las realidades. Era un trabajo que no sólo suponía una gran inversión de capital por parte del gobierno, sino grandes esfuerzos que día a día nos envolvían y nos empujaban a la necesidad de acabarlo y de demostrar al mundo la grandiosidad y el poder de la ciencia, el triunfo del hombre.

En fin, supongo que una mirada retrospectiva aclarará mejor la historia.

Todo comenzó el 15 de noviembre de 1940, día en el que contraje matrimonio con el hombre que más tarde daría un giro trascendental a mi vida, Julius Robert Oppenheimer. En ese momento era un físico bastante reconocido y bien relacionado, pues sus amplios estudios tanto en Inglaterra como en Alemania le habían permitido desarrollar una mentalidad europea junto con grandes figuras del momento, desde Ernest O. Lawrence hasta el mismo Albert Einstein.

Sin embargo su preparación académica no sólo se centraba en el ámbito científico sino que estudió en la Universidad Ética de Nueva York graduándose posteriormente en Harvard. Su gusto por la música clásica, la poesía y la física hacían de él una persona que día tras día me cautivaba. Durante los veranos nos instalábamos en un rancho situado al norte de Nuevo México perteneciente a sus padres, donde todos los años solíamos montar a caballo y disfrutar de la serenidad y de los vientos que azotaban aquella zona desértica.

En mayo del año siguiente tuvimos nuestro primer hijo, Peter. No obstante, las cosas ya habían tomado un curso distinto; Robert se entregó con rigor a su trabajo de una manera obsesiva, comportándose con indiferencia hacia su familia. Desde fuera, sus amigos apenas habían apreciado algún cambio; al contrario, aseguraban que sus investigaciones estaban llegando a su punto culminante. Sin embargo, yo sentía que mi papel de mujer en su vida no encajaba en sus expectativas. Cada vez se alejaba más de su familia y su aspecto se fue demacrando con el tiempo.

Se convirtió en una persona adusta, totalmente distinta a la que yo había conocido; ya no era aquel hombre apuesto que leía poesía francesa del siglo XVI en sus ratos más íntimos, cuya sensibilidad y delicadeza me habían enamorado. No obstante, cuanto más rehuía de mí, más le amaba y más justificaba mi existencia. Tal vez ya no sentía con igual intensidad la importancia de su física, una ciencia que le había sumido completamente en una vida fría y frustrante. ¿Por qué?

[...] continúa en otras 39 páginas.

Las memorias de Katherine
(texto completo en PDF).
Laura Rodríguez Fonseca
***

Opiniones críticas
Jóvenes que piensan su mundo
Una alumna del instituto Río Nora de Pola de Siero
gana el segundo premio de la olimpiada filosófica de Asturias
con un trabajo sobre el uso de las armas atómicas
.

Publicado en
elcomerciodigital.com,
el 11-06-2006.
por Manuel Noval

Gente como Laura Rodríguez Fonseca, sirve para desmentir el tópico cada vez más extendido de que la juventud sólo piensan en juergas y no se preocupa por el mundo en que vive. La alumna del Instituto de Enseñanza Secundaria Río Nora, de Pola de Siero, ha recibido el segundo premio de la quinta edición de las Olimpiadas de Filosofía del Principado de Asturias por un trabajo sobre el uso de la tecnología en las guerras, y especialmente sobre el armamento nuclear.

Titulado 'Las memorias de Katerine', el trabajo ha sido dirigido por el profesor de Filosofía del centro, Francisco Noval, con la asistencia de los profesores Daniel Gancedo, de Tecnología, y Jesús González, de Historia.

La autora divide el trabajo en dos partes. La primera de ellas son unas memorias apócrifas de Katherine Puening Harrison, viuda del padre de la bomba atómica, el físico Robert Julius Oppenheimer. Esta primera parte es una reconstrucción de los pasos anímicos y morales de la mujer del físico durante la investigación de la bomba atómica en Estados Unidos, y la explicación de cómo lo que, en un principio, iba a ser una medida preventiva para evitar que los alemanes utilizasen armas de este tipo, terminó utilizándose de forma determinante contra Japón para dirimir el conflicto en favor de los Estados Unidos.

En la segunda parte se establece un diálogo filosófico entre dos hermanos, a raíz de la lectura de las memorias, donde se analiza el buen y mal uso de la tecnología, la contribución al progreso que mejora las condiciones de vida y, al mismo tiempo, la amenaza creciente en la sofisticación de las armas, así como la complejidad de un mundo en el que, especialmente tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, las armas nucleares han proliferado en numerosos países del mundo, creando un mapa mucho más complejo y no menos amenazante.

El último capítulo tiene como protagonista al abuelo de los dos hermanos, que aporta la esperanza, y que pone en manos de los jóvenes el sueño de que el mundo pueda cambiar para mejor.

Francisco Noval celebró la consecución de este premio, el tercero que consigue el IES Río Nora en las Olimpiadas de Filosofía. La primera edición la ganó Sergio Martínez Vila, y en la tercera, Elena Palacio Tuñón se llevó el tercer puesto.

El texto, escrito en un estilo muy claro y con mucha capacidad de absorber al lector, ha estado revisado, «de forma muy puntillosa», según Francisco Noval, por el equipo de profesores. Sin embargo, «la última palabra siempre la tenía ella».

Plagado de citas de grandes autores de la filosofía y la ciencia de todos los tiempos, el trabajo corrobora la reivindicación de la autora el día que recibió el premio, la del papel de la juventud de hoy, que es mucho más rico de lo que la mayoría de la gente quiere. La alumna del Río Nora es un ejemplo que cabe esperar que cuaje entre quienes tiene alrededor