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Un hombre

Margarita Sardat Lorenzo

Otra vez, esta noche, me pedirás un cuento; un cuento bonito, como los que te he contado a lo largo de tantas noches. En ellos te he dicho todas las cosas interesantes de mi vida, te he dado sin quererlo un trozo de mi yo, oculto, desconocido; mientras, sin saberlo, ibas asimilando mi secreto reflejado en una flor, un sueño o cualquier otro personaje obtenido de mi voladora imaginación; eran originales, te ayudaban a desarrollar ese pequeño creador que posees, por ello sólo yo podía dormirte.

Esta será la última, diré mi último relato y lo más hermoso de mi vida; ello ha sido, no solamente, el poder dormirte con un cuento, sino también, el compartir contigo el juego, las bromas, los secretos, la tristeza, todo puro, impregnado de tu inocencia. Sí, contaré una historia al llegar la sombra rutinaria con sus miles de lágrimas brillantes que yo estaré llorando por dentro.

Será de todas la más bella, la más larga,con mayor silencio, será todo mi dolor pues en ella me despido para siempre. No es que marches ni me va ya, es que los dos morimos por dentro, han pasado los años sin quererlo, sin notarlo, llegó el momento de renunciar a ti, a mi niño bueno, a ti primavera que incrustaste el deseo de vivir.

Estoy triste por perderte, tengo miedo, una vez más, sola, olvidada, faltará en mí una ingenuidad y un calor base de la seguridad en sí misma, obtenidas a través de ti. Al igual que todo tiene su compensación, yo la tengo; el desierto tiene su oasis, la oscuridad sus estrellas, mi incertidumbre un pequeño haz de luz causante de una mínima alegría.

Te pierdo sin poder evitarlo, lo exige la vida, el tiempo, pero me siento orgullosa de haber sido parte de ti, de tu historia, de esa primera etapa de existir y la posterior en olvidar, yo he ayudado a construir el hombre que ahora eres, el hombre, sí, ¡cuánta angustia y satisfacción al pronunciar esta realidad! El se empieza a enfrentar a un mundo para el que está preparado, vivirá de todo y lo más importante, el amor, serás el encarnador de mi amor soñado, sincero, limpio, eterno.

Aquí sumida en mi desesperación, mis penamientos; he dejado pasar el tiempo sin darme cuenta. Siento tus pasos en la escalera, te acercas despacio, ¡ Mi último cuento! Aún no acabo de hacerme a la idea. El ángel de mi vida es un muro infranqueable que ayudé a construir: Un Hombre. . . Sí. . .

Un Hombre, un suspiro corto, rápido, que se nos escapa, cuya representación es una obra maestra adquirida con los años, necesitada de diminutos pero continuos retoques.

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