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Apunte histórico-artístico (2)

Se han obtenido informaciones a los descendientes de familias del siglo XIX y principios del XX que aseguran haber oido hablar de los “demonios y bichos extraños” labrados en piedra que rodeaban la cornisa de la iglesia. A buen seguro que hacen alusión a las alegorías de las ménsulas y canecillos con los que contaba la primitiva edificación.

Podríamos considerar, con algunas reservas, que estas manifestaciones nos ponen en el camino para pensar que la primera construcción era, tal vez, de fábrica románica. Hay quien asegura haberlos visto apilados donde se levantaba la vieja escuela, pero a indicaciones de quien suscribe y de Carmen Inés Fuenteseca para que un mecánico-palista hiciera algunas excavaciones, nada se pudo encontrar en dos de las catas que se llevaron a cabo. Así pues, del primitivo templo, cuyo espacio estaba circunscrito al actual presbiterio, no quedan vestigios dignos de mención. No obstante, a este respecto, el profesor García Arias nos da alguna luz más adelante.

Sin más, nos vemos obligados a trasladarnos hasta el siglo XVII, concretamente al año 1694, fecha en que aparece una iscripción frontal que data la construcción de la fachada principal y de su espadaña. El movimiento barroco, con su recargado y pomposo estilo fue utilizado por las clases pudientes, entre otras la Iglesia, para realzar edificios y darles enjundia con construcciones singulares. De este modo fueron levantados en esta época algunas otras fachadas como las de las iglesias de Riello, Villanueva y Santianes y otras de factura diferente existentes en el concejo.

Tiene, por lo tanto, esta fachada del santuario del Cébrano la característica disposición de las portadas-telón barrocas con un lienzo de una gran amplitud y elementos decorativos muy sobrios. La puerta tiene un arco de medio punto remarcado por tres tramos decorativos, los dos verticales acanalados y sobre el horizontal tres relieves geométricos.

Entre la parte baja de la fachada y el campanario hay un tramo más estrecho en cuyo centro hay dos espiras afrontadas a un altar miniatura constituido por una abstracción de la concha de Santiago. Esta fachada corresponde, sin duda, a la fecha que tiene la lápida, pudiendo definirse como un barroco arcaizante, como correspondería a una edificación hecha en una zona alejada de los centros de influencia artística.

Además de su fachada, el templo posee, como elemento singular, un bellísimo retablo en el altar mayor de procedencia barroca que muestra una afiligranada fina y bella estructura con imágenes en bajorrelieve y algunas otras que se identifican con diferentes santos y santas destacando la talla de la Virgen. En las líneas que siguen pasamos a ocuparnos de esta obra de arte gracias a un trabajo pormenorizado con una memoria descriptiva y diagnóstico llevado a cabo por la empresa que lo restauró ( 1).

Todo el retablo es de madera de roble tallada y decorada con pinturas al temple con motivos marmolizados y florales. La obra consta, en su conjunto, de predela, dos cuerpos y cinco calles. La predela está constituida por cuatro piezas, en forma cúbica, con decorados marmolizados y un rosetón de pan de oro central. La ménsula lleva un relieve con formas vegetales y doradas. En su friso exterior aparece la inscripción: “AVE

MARIA SIN PECADO CONCEBIDA” y sobre las ménsulas se apoyan las columnas del nivel superior. La predela está decorada con figuras antropomorfas, con un niño, a modo de atlante, a uno de los lados, mientras en el otro se aprecian dos niños llevando lo que podría ser un escudo o espejo. En el friso puede leerse: “pintose y dorose siendo cura D. Jose de la Concha Miera año de mil setecientos sesenta y seis”.

El primer cuerpo, asentado sobre fábrica de reciente construcción, dispone de cinco calles separadas por columnas salomónicas. La calle central, ocupada por el camarín de la Virgen, tiene forma semicircular y está formado por cuatro paneles ensamblados por unos listones pintados. Su decoración es a base de relieves con bol y en la parte superior con corladura. Porta una venera, cuyos nervios van pintados en rojo con motivos vegetales dorados.

Venera y hornacina llevan en su exterior caras de ángeles: tres en la venera y otros tres a cada lado del camarín; un arco conopial cierra como remate. Las calles de ambos lados van separadas, unas de otras, por pilastras y columnas exentas, decoradas con motivos vegetales y la cara de un ángel. En ellas se encuentran dos hornacinas con paneles marmolizados y veneras con las imágenes de Santa Apolonia, patrona del pueblo de Sobrevilla, que forma parte de la parroquia y una Piedad del siglo XVI integrada en el retablo posteriormente.

Las dos calles de los extremos, situadas inmediatamente encima de las puertas que dan acceso a la sacristía, también están separadas por columnas con relieves dorados y corla. Siguiendo su simetría, un poco más elevada, existen dos hornacinas rematadas en corona con dos relieves que representan a San Lorenzo y a San Esteban, terminadas en veneras doradas y corladas.

La pintura del fondo del relieve representa un paisaje, mientras que en la parte superior, así como en las vestiduras de ambos santos hay estofados. San Esteban lleva como atributos dos piedras en su mano izquierda, como alusión a su martirio y en la mano derecha una palma como mártir. Cuentan las crónicas que los detractores de San Esteban se avalanzaron sobre el santo, de manera tumultuosa, y lo sacaron fuera de la ciudad a empellones donde fue lapidado.(2)

Por su parte, San Lorenzo lleva como atributos una parrilla en su mano izquierda y la palma de mártir en la diestra. Respecto al martirio de San Lorenzo -cuyo nombre designa al puerto de montaña que separa Teverga con Somiedo-, las crónicas comentan “...que desnudaron al Santo y lo tendieron sobre una parrilla -se asegura que el monasterio de el Escorial tiene la forma de una parrilla invertida-, bajo cuyo enrejado sus verdugos dispusieron montones de brasas, en tal cantidad que tocaban el cuerpo del mártir, mientras hacían presión con horcas sobre el cuerpo hasta que el contacto con el fuego fuese permanente...”(3) En los dos extremos hay dos columnas doradas en forma de pirámide invertida. El guardapolvo que une la predela con el cuerpo superior está decorado con motivos florales y relieves dorados.

Este último cuerpo, que corona el retablo está separado por un entablamento doble con idéntica decoración que el resto del retablo, con relieves dorados y marmolizado. Aparece en la calle del centro un Calvario integrado en un arco trilobulado con dorados, corla y marmolizados. A ambos lados hay dos columnas en rojo con relieves dorados y, dos hornacinas que en relieve representan a San Francisco de Asís, en dos momentos de su vida: uno con la cruz y un pan y el otro enseñando sus estigmas.

Pues, una vez más, cuentan las crónicas “...que un día, el bienaventurado Francisco, mientras oraba, tuvo un éxtasis frente a él con un ángel serafín crucificado. Vio como aquel angel serafín se imprimía en su cuerpo las llagas de la crucifixión y se vio a sí mismo crucificado y en sus pies y manos las heridas hechas por los clavos y en un costado la lanzada de uno de los soldados. Desde aquel momento, los estigmas de la Pasión de Cristo quedaron para siempre sombre sus miembros impresos”(4)

En todo lo alto y como remate, aparece el Dios Padre en acto de bendición mientras en la mano izquierda porta la bola del mundo. Este relieve está flanqueado por dos angelotes cerrando, en semicírculo, un guardapolvos que armoniza con el techo.

La figura de Cristo en la cruz está tallada a gubia y posteriormente fue policromada. Se trata de una imagen bien diseñada y de correctas proporciones para el retablo donde ha sido instalada. Lleva corona de espinas sobre la cabeza que está inclinada hacia el lado derecho. En el fondo de la hornacina, cuya parte superior está coronada por tres veneras, aparece una tabla pintada.

La imagen de la Virgen del Cébrano, lo más sobresaliente de la imaginería del templo, es una talla románico-bizantina que se encuentra sentada en una silla con respaldo y envuelta en un manto con pliegues. La talla de la Virgen es de una sola pieza y sobre su rodilla izquierda, reposa un Niño-Jesús.

El trabajo está realizado por el artista en madera policromada cubierta ahora la imagen con túnica, capa pluvial y corona. La talla es posterior a la construcción de la primera ermita, tal vez de los siglos XII o XIII y tiene un metro aproximadamente de alto. Hemos recogido de una comunicante que la imagen de la Virgen fue dañada en los saqueos que sufrieron diferentes templos durante la Guerra Civil y recogida su cabeza por una familia devota se resguardó en el falso-techo de una cuadra hasta una vez terminada la contienda.

Por su parte la sacristía dispone, como único elemento de valor su techo pintado con pintura decorativa popular al temple sobre tablones de madera. En el centro aparece representado el cielo, rodeado de estrellas y con una paloma -el Espíritu Santo (?)- como motivo central de la obra. En las esquinas existen cuatro escudos con paisaje y uniendo las esquinas hay unas guirnaldas con elementos decorativos de vegetales y frutas.

En el templo existen también otras tres imágenes: San Antonio y San José, en sendas hornacinas una enfrente de la otra y un Cristo crucificado bajo el dintel de una puerta ciega que en su día daba al exterior de la fachada norte.

En el siglo XIX, tal y como se ha hecho con numerosos templos asturianos, se construyó un pórtico, delante de la fachada principal y el angular de la fachada sur, con el fin de proteger a los peregrinos de las inclemencias del tiempo. En este pórtico era donde antaño se cantaban los ramos como ofrenda a la Virgen. Con el fin de recuperar su antigua estructura y darle mayor esbelted, a la fachada y mayor amplitud al campo que rodea el santuario, fue suprimido, a finales de la década de los sesenta, del mismo modo que se destruyó una escuela de enseñanza primaria.

Con relación al santuario de Carrea recogemos del escritor José María Lana Díaz que “...Sobre Riello, en dirección a la Peña de Sobia, eposa el pueblo de Carrea, cuya vida labradora se desenvuleve a los pies de la Virgen del Cébrano, patrona celestial de Teverga, coronada canonicamente el 15 de agosto de 1949; la imagen es una bella y típica talla bizantina de los siglos X u XI y está auroleada por una misteriosa y poética leyenda que hace referencia a su milagroso traslado desde Granada, cuando la invasión árabe; se la profesa gran veneración y su fiesta anual, el 15 de agosto, es celebrada con extraordinaria solemnidad siempre en medio de gran concurrencia de romeros; es curiosa y conmovedora la ofrenda que se le hace de los ramos de pan.

Ante su camarín maternal se desgrana el motivo de la oferta, en romances populares, que son cantados con extraña melodía, la cual, según los historiógrafos musicales se remonta al siglo XIV. El templo en que se le da culto, muy ruinoso está esperando que la generosidad tevergana lo restaure. Tiene factura del siglo XVII, aunque el presbiterio es mucho más antiguo, siendo el actual retablo de la Virgen una bonita producción de estilo barroco...”(5)

Ante la situación precaria y de abandono que presentaba el templo en estas dos últimas décadas, una Comisión integrada por disciseis personas del concejo, oriundos o coterráneos por parentesco, han decidido, bajo la presidencia de Gonzalo Suarez, párroco de San Miguel de La Plaza y de Santa María de Carrea afrontar una obras de extraordinaria importancia hasta el punto que han modificado algunas partes en una exhaustiva restauración que se llevó a cabo durante los años 1998 y 1999.

En la parte interna de la iglesia se ha levantado todo el techo-raso siendo reemplazado por madera de castaño en su carpintería; se ha levantado también el piso de piedra, remozado los muros, se ha dejado visto el arco triunfal y se ha desmontado el retablo del altar mayor, siendo restaurado integramente.

Se colocaron nuevas vidrieras, se dio un nuevo acceso al coro y la sacristía también experimento un cambio importante sobre todo en las pinturas del techo. Bajo el altar mayor, consagrado por el arzobispo de Oviedo, Monseñor Gabino Díaz Merchán, en agosto de 1999, en misa concelebrada por una treintena de sacerdotes, se colocaron en una arqueta las reliquias de San Melchor de Quirós, San Marcelino Champagnat y el beato Rafael Arnáez.

De igual manera, junto a la pila bautismal y tambien en el mes de agosto, de ese mismo año, se inhumaron las cenizas del poeta y hermano marista Mino Fuenteseca, en cuya lápida se lee “Trobador del Cébrano” título póstumo que la parroquia le ofreció por su labor poética.

La parte externa del templo experimentó también una gran restauración con el desmontado completo de la fachada principal, sobre la que se levanta la espadaña del campanario para poder cimentar con base de hormigón. Los tres muros restantes quedaron con la piedra vista o remozados y pintados. Se espera que las sepulturas y nichos del cementerio anexo sean exhumadas proximamente siendo trasladadas al nuevo cementerio municipal y, así, el templo recuperará una gran belleza externa a cuyos trabajos se unen las dos areas de recreo creadas en dos niveles.

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