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Memoria sin rencor:
Artículo publicado en la Nueva España, el 22-06-2006)
Vicente Díaz Peñas.

A LAS VÍCTIMAS DE
LA GUERRA CIVIL EN TEVERGA
COMUNICADO

El cuatro de noviembre de 1936,
Teverga fue víctima de varios bombardeos aéreos
de triste recuerdo para sus vecinos.

Los habitantes del concejo y otros que vivían en él sufrieron
la tragedia de una Guerra Civil que sembró
luto y dolor en sus tres valles durante mucho tiempo.

Ahora, setenta años después de aquel infortunio y desgracia
deseamos -para el bienestar de las generaciones venideras-
que aquellos hechos no vuelvan a ocurrir.

El perdón fue asumido pero se pretende que
permanezca entre nosotros la

Memoria Histórica

para no olvidar y vivir en paz.
Por ello se solicita el apoyo y ayuda del vecindario
con el fin de erigir un monolito con
una placa en bronce en el pueblo
de Entrago (jardines exteriores del Palacio de Agüera).

Dicho monumento se desea inaugurar
el sábado 4 de noviembre de 2006.
Se solicitará una suscripción popular
y la colaboración del Ayuntamiento local
y del Gobierno del Principado.

(Comisión accidental de seguimiento)
***

"Memorias sin rencor"

Vecinos de Teverga promueven una suscripción popular para erigir un monolito a las víctimas de la guerra civil

San Martín (Teverga),
V. DÍAZ PEÑAS.
Publicado en
La Nueva España,
22/06/2006

«Queremos hacer de un desgraciado y triste escenario bélico de la guerra civil, como fue Teverga, un lugar de concordia, de recuerdo a las víctimas de los dos bandos, y una luz de esperanza para las generaciones venideras». Así se expresa Celso Peyroux, cronista y escritor tevergano, miembro de la comisión de seguimiento inicial de un proyecto que pretende ubicar en Teverga un monolito para rendir homenaje a las víctimas de la guerra civil.

Se trata de una suscripción popular que, con motivo del setenta aniversario del conflicto armado, pretende rendir homenaje a todas sus víctimas. Sin ánimo de revanchas, para dejar constancia de los hechos, intentando que no se vuelvan a repetir. De esta manera, Teverga sería el primer municipio asturiano en levantar un monumento a las víctimas, rindiendo honores y recordando a todos los fallecidos, tanto nacionales como republicanos.

El proyecto fue presentado el pasado fin de semana en la Casa de Cultura de Teverga y cuenta ya con el apoyo y la adhesión de más de treinta personas. Entre ellas se encuentran el ex alcalde socialista de Teverga César García Arias, la historiadora Rosa Madariaga y los escritores José María Ruilópez y Gerardo Lombardero, entre otros.

Asimismo, la comisión de seguimiento, que todavía no ha quedado cerrada, estaría formada por el presidente de la parroquia rural de Páramo, José Fernández García; la ex concejala de Izquierda Unida Emma Fernández; el ex concejal del Partido Popular y presidente de la junta local del partido en el concejo tevergano, José María Fernández, y el historiador Rubén Fernández. Además, tal como apuntaba Celso Peyroux, se espera que se incorporen al proyecto un representante del PSOE local y un concejal de cada grupo político municipal.

El monolito ya está presupuestado y diseñado, y podría ser realizado por el escultor y acuarelista gijonés Juan Rionda. La idea es que la estatua lleve una placa de bronce encabezada por la paloma de la paz de Picasso.

El texto de la placa aún está sin consensuar, pero ya hay alguna sugerencia, como, por ejemplo, «En recuerdo de las víctimas de los bombardeos aéreos del 4 de noviembre de 1936. A la memoria de los hijos e hijas de Teverga y de cuantos hombres y mujeres perdieron la vida durante la guerra civil. Paz, reconciliación y convivencia. 4 de noviembre de 2006. Suscripción popular. Año de la memoria histórica».

Y es que la inauguración de este monolito a las víctimas de la contienda española está prevista para la citada fecha, el 4 de noviembre, que coincidiría con el setenta aniversario del día que fue bombardeado el concejo de Teverga.

La comisión de seguimiento del proyecto afirma que, si se llega a un acuerdo, el monolito podría quedar ubicado frente a los jardines del palacio de Entrago, al lado de la carretera que une Trubia con el puerto de Ventana. Y es que, como apunta Peyroux, Entrago fue una de las localidades más afectadas por los bombardeos, donde murieron tres personas, hubo numerosos heridos y la gente se refugió, presa del pánico, en las cuevas cercanas.

Por su parte, según señala la comisión de seguimiento, el Ayuntamiento tevergano también tiene la intención de erigir un monumento, por lo que se intentará llegar a un acuerdo para unir los dos proyectos.

El Entrago (Teverga),
V. DÍAZ PEÑAS

Fue por la mañana, en un día como hoy pero del año 1936. La vida diaria de los vecinos del concejo de Teverga se vio truncada, hace exactamente setenta años, por el miedo y la muerte que siempre traen tras sí unos bombardeos. Los aviones nacionales ya llevaban unos días sobrevolando la zona con el objetivo de bombardear las posiciones de Trubia, «el pasillo» de Grado y los frentes de asedio a Oviedo y Gijón. Pero ninguno de los teverganos pensaba que las bombas llenas de muerte caerían allí mismo, a escasos metros de sus casas, fincas, y colegios.

Tres aviones donados por Hitler a Franco dejaron caer sobre el concejo tevergano esa fatal mañana cerca de treinta bombas. Un pequeño Guernica que pudo convertirse en tragedia y que aún así arrebató la vida a tres vecinos del pueblo, así como a numerosos animales. Todo ello sin contar con el pánico y el miedo que se instalaron en el concejo hasta bien pasada la guerra civil. Como casi siempre suele ocurrir, los que más sufrieron las consecuencias de la contienda fueron los civiles.

Los tres aviones nacionales entraron por Ventana y a la altura de la braña de las Navariegas hicieron un picado para atacar a una columna de vecinos de La Focella y de milicianos que intentaban pasar a Torrestío. En este primer ataque no hubo que lamentar víctimas, pero lo peor estaba por llegar.

La siguiente carga caería sobre Las Vegas y San Martín, cuya onda expansiva reventó cristales y puertas. Aun así, se evitó la tragedia, pues una de las bombas cayó sin espoleta y no explosionó próxima a la plaza Roja, donde decenas de mujeres esperaban por el racionamiento.

El siguiente objetivo bombardeado sería El Entrago, donde se produjo la primera de las muertes. Fue una de las bombas que cayeron junto al camino del Canto la que acabó con la vida de Ramón de Sobrevilla, que repartía el pan en una pequeña furgoneta, como recuerda el escritor tevergano Celso Peyroux en su libro «Matar para seguir viviendo», donde recopila los hechos acaecidos durante la contienda en toda la comarca.

Las bombas siguieron atormentando a los vecinos del concejo, que, tras el espanto de la muerte cercana, corrieron en busca de refugio. Angelín, un niño que corría en busca de un lugar seguro, también perdió la vida. La misma suerte que corrió su tío-abuelo Félix López. Su bisnieto, José María Ruilópez, recuerda cómo vivieron sus familiares este inolvidable suceso.

«Todos los que estaban en la casa, unos quince, buscaron refugio en un cubil, la metralla de la bomba entró por la puerta y acabó con la vida de mi bisabuelo, que se encontraba de rodillas en la puerta de entrada. Mi madre tenía entonces 12 años, y se salvó por tirarse al suelo». Además, como precisa Ruilópez, hubo decenas de heridos y las secuelas acompañaron a muchos durante toda su vida en forma de enfermedades como la colitis crónica.

Tres muertos, daños en el inmobiliario y numerosas pérdidas de animales. Pero, sin duda, el bombardeo pudo ser una matanza, pues eran muchas las personas que recogían el vale del carbón en El Entrago. Además, una de las bombas, también sin espoleta, cayó en la misma puerta del colegio donde se encontraban resguardadas las niñas del pueblo.

Tras una media hora de incursiones, los aviones volvieron a su base en La Virgen del Camino, y volvieron de nuevo por la tarde. Pero las bombas ya no causaron más víctimas humanas, pues los vecinos se habían refugiado en las cuevas cercanas ante el pánico de la mañana. Allí permanecieron durante días, pues en las oquedades nació al menos un niño.

Los aviones finalmente se fueron, pero el miedo quedó en Teverga.