Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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CUANDO NACIERON
EL ARTE Y LA PALABRA
(Vías, losas, versos y bronces)
Celso Peyroux

Silbaban a la entrada de los túneles y el humo blanco de sus cilindros hacía tiritar los avellanos. Resoplaban como bueyes en las duras pendientes y, en las mismas bajadas, les tiraban de las bridas para evitar que se desmandaran. Eran caballos de hierro que arrastraban vagones cargados de carbón, hierro y madera recorriendo, arriba y abajo sin descanso, uno de los parajes más bellos de la región: Los Valles del Trubia.

Tan recóndito y montaraz era el paisaje que los mismos osos, y otros animales salvajes, hicieron de aquellos lugares su país. Y así pasaron muchos años hasta que un día, la piqueta del hombre malo, levantó los carriles de las vías, destruyó los puentes y envió caballos y vagones al cementerio de los elefantes. Años más tarde -treinta y cuatro para ser exactos, pues tenía el tiempo sobre su piel marcada a hierro y fuego el año de 1964- martillo y paleta de otro hombre bueno -viendo la torpeza de sus antepasados- reconstruyó de nuevo la senda para deleite de los que aman el paseo apacible y las cosas bellas.

En lejanos tiempos las gentes bajaban desde Entrago a Trubia montados en unas vagonetas que la empresa carbonera había dispuesto llamadas "jardineras". No eran cómodas y sobre todo cuando había que tragarse el humo a mitad de los túneles. Yo recuerdo haber hecho este viaje siendo niño a través de un conocido de mi padre. Lo hice emocionado en la cabina junto al maquinista y el fogonero en una de las cuatro locomotoras que hacían el trayecto: La Gari, La Felgueroso, La Americana y La Somonte. Fue aquella una experiencia inolvidable que siempre tendré prendido en el tálamo de la memoria junto a cientos de imágenes de la infancia que nunca se borrarán.

Una vez en Trubia, los viajeros elegían la subida a Oviedo en el Vasco o en el Norte en función de las gestiones o compras que tenían que hacer por el barrio antiguo, por el de Uría o visita a los familiares de la Ciudad Naranco. Recuerdo las escaleras interminables para acceder a la calle Jovellanos y también los anuncios de las paredes realizados con mosaicos y azulejos de vivos colores. La calle Uría, a los ojos de un niño, se hacía enorme y ancha hasta llegar al Campo San Francisco donde acercarse a la jaula de Petra y de Perico era una visita obligada. Tantos osos como había en Teverga y tuve que venir a conocerlos a Oviedo. En una pajarera, situada a escasos veinte metros de la cárcel de los plantígrados, conocí por vez primera algunas aves exóticas que en cautividad mostraban el bello colorido de sus plumas y los gorjeos de sus variadas voces.

Una de las obras municipales de mayor envergadura "sin entrar en valoraciones políticas- fue la realizada sobre las antiguas vías de la estación a la que popularmente se conoce como la "Losa". Un nuevo espacio que acerca dos barrios y le da a la ciudad un mayor dinamismo con sus fuentes, parterres, bancos, paseos y arte. Es un placer ver a los ciudadanos caminar los lunes al sol y otros días de la semana en alegres grupos y a los ancianos sentados hablando a buen seguro de su ya lejana infancia mientras la pupila de sus ojos se pierde en el atardecer de sus días.

Tal vez se vea de menos una vegetación más exuberante con una flora autóctona compuesta por: castaños, fresnos, algunos manzanos y sobre todo carbayos para que siga siendo el gentilicio de los aborígenes. Bien es cierto que por muchos que se planten nunca podrán suplir al verdadero carballo que la despiadada hacha municipal cercenó en su día para infortunio de los "carbayones". Pues miren, lo mismo que aconteció con la finca de Concha Heres, la antedicha estación del Vasco, los chalets de la Plaza San Miguel o de la calle Toreno, la desidia y abandono de la antigua muralla del Paraíso, los despropósitos recreativos de El Fontán y quienes continúan haciendo desmanes con mentes alicortas y atravesadas permitiendo la construcción del "Centollu" de Calatrava en un lugar inapropiado y otros dislates y torpezas urbanísticas.

Pero volvamos a la "Losa" y a recrearnos en su arte. Muchos viandantes pasan, se pasean y tiran de largo sin percatarse de que las miradas ocultas en el bronce se van tras sus pisadas. Son naturalezas muertas pero que casi hablan. Polvo "al decir de Quevedo- pero polvo sagrado . Lejos del soliloquio de la raposa con la estatua en la conocida fábula:

"Dijo la zorra al busto
después de olerlo:
tu cabeza es hermosa,
pero sin seso¡".

En uno de los extremos y de manera llamativa y solemne se recrea Salvador Dalí con una extraña figura, mitad metáfora, alegoría, fabulación o pensamiento onírico de una figura humana sobre el delfín sin nombre surcando las aguas de una mar que no conduce a parte alguna. O tal vez sí; Gala le espera desnuda en una playa mientras hombre y pez cantan juntos la canción del olvido.

En el otro extremo, la figura escuálida de un ciclista. No está muy afortunado el hijo de quien fuera mi alma gemela y amiga del alma, Amparo. Samuel Sánchez, medalla de oro en las Olimpiadas de dos mil ocho merecía otro busto. Demasiado hiperealista, sin mostrar ni el júbilo ni el sufrimiento que expresa el alma de un ciclista en la mirada. Ahí queda como recuerdo y merecimiento. Pero nada más.

Capítulo aparte merecerían las dos obras más sobresalientes; ambas de Luis Antonio Sanguino, primo-consorte (Matalpino de la Sierra, Madrid-1977, fecha de nuestro primer encuentro) a quien hace muchos años que no veo. Artista singular y de fino cincel con la piedra, el mármol, el bronce, el hierro... Profundo, realista, fabuloso. Me fui una tarde hacia el Naranco, con la caída del sol, en busca de un poeta y me encontré con las manos de un escultor.

El busto del tío Santiago que se muestra en el chalet tevergano portando su nombre y su calle, alcanza cuasi la perfección. Escultor universal y amante de las grandes obras como de aquellas que encierran las pequeñas grandes cosas. El detalle. Los valores intrínsicos de ántropos: el dolor, la libertad, el desnudo, la tauromaquia, la maternidad, las figuras ecuestres. Todo un universo en sus manos y en sus dedos el universo de la verdad y de la fantasía.

Todo este mundo lo expresan los poetas a través de la palabra escrita:

Por el poder de una palabra¡", 

que decía Paul Eluard. La Palabra. Un día se hizo el verbo y el hombre pudo comunicarse con sus semejantes. La palabra en la hermosa simbiosis del significado y del significante. Los estudiosos de la palabra humana nunca no lo han tenido demasiado claro: para unos fue aquella tarde de fuego entre las nubes cuando un primate se puso en pie harto de caminar a cuatro manos. Como una estatua de sal gema quedose admirado de todo cuanto se ofrecía ante sus ojos pero asaltado también por la duda, el misterio y el temor viendo como dos hienas se disputaban los despojos de una gacela y un león degollaba a uno de sus cachorros. Se dice que aquellas imágenes le sirvieron para componer el primer verso:

"Un viaje de lágrimas y sangre la senda que me espera". 

Por aquel entonces Dios no había nacido y del verbo hecho palabras nada se sabía.

Para otros que el pensamiento se hizo poema cuando por vez primera Adán, a la sombra de una palmera, le dijo a nuestra madre:

" Tú eres amor mío, carne de mi carne." 

y milenios más tarde cuando la luz del mundo ya era una amanecida consolidada, ella coqueta y melosa, la mujer -compañera del hombre- le susurró al oído, en las profundidades de la cueva de Tito Bustillo lo que pudo haber sido el origen fraterno y la misma senda del verso y la pintura:

Píntame, amor mío una yegua con sus clines al viento.

Y más milenios después, cuentan que Fedro -bajo la tutela de Platón y en su diálogo con Sócrates- acertó a escribir sobre la arena de una playa del Egeo los sonidos humanos, bajo forma de signos, con estos versos:

...Tal como el lobo al cordero/ ama el amante al mancebo...

Salomón en el Cantar de los Cantares, mientras acariciaba la piel de la reina de Saba tendida en una cama:

" ...He aquí que eres hermosa.
Tus ojos son como palomas
detrás de tu velo.
Tus pechos son como dos gacelas...".

Cristo a la samaritana ante el pozo de Jacob en el soliloquio sensual de una mujer y un hombre frente a frente:

" Te daría a beber el agua de la vida".

Y así un florilegio de poetas y rapsodas, trovadores y juglares desde el poeta árabe In Arabí pasando por San Juan de la Cruz, Bécquer y todos los poetas que en el mundo han sido.

Y si la palabra es la herramienta del poeta, Sanguino se ayudó de sus manos y mientes para mostrarnos el bello cuerpo de una mujer desnuda.

¡Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!...
(
Pablo Neruda)

Sus brazos al cielo, auroleada su cabeza por el vuelo de varias palomas; sus cabellos al viento, el esbelto bronce de un talle que posee las sinuosidades precisas y preciosas; un pie firme sobre la tierra y el otro de puntillas en un intento de levarse más; tal vez en un deseo de levitar; un pubis pronunciado y los pechos cual dos manzanas de crital en plena sazón.

El segundo trabajo es el desnudo de un hombre "no podía ser menos: hombres y mujeres desnudos frente al mundo y sus destinos- que yo titularía con la licencia del artista, "Libertad". Si la mujer mira al cielo en busca de horizontes y del arcano, el hombre fija su mirada en la tierra. De ella le viene la sabia, la fuerza para romper las cadenas que lleva en sus manos, con sus músculos tensos y el cuerpo arqueado como la curva de ballesta que el Duero describe en Soria o el arco de Ulises. Un punto de apoyo sobre un solo pie buscando en esta posición la fuerza de un mítico coloso. Rotas las amarras algún día hombre y mujer bajados de sus pedestales se amarán para que la vida y el arte continúen. Es una hermosa ley de la naturaleza.

Como las flores silvestres que en los primeros albores de la primavera comienzan a nacer, se hacen una vez más necesarias "también convertidas en margaritas- las palabras del Santo de Aquino: "la belleza es aquello cuya contemplación produce placer espiritual inmediato". Ars longa, vita brevis. Es decir, traduciendo a Hipócrates: "El arte es amplio, la es vida corta".